Pedro, Pedro, Pedro. Tantas veces Pedro. Quienes tantas veces le mataron están perplejos: después de haberle metido no se sabe cuántas balas de frente y por la espalda, el tipo sigue cabalgando. Como si nada. Como el jinete pálido de Clint Eastwood.

Como el célebre agente al servicio Su Majestad cuya carta de presentación era simplemente ‘Me llamo Bond, James Bond’, la del presidente del Gobierno y secretario general del PSOE parece ser simplemente ‘Me llamo Sánchez, Pedro Sánchez’.

Perder, perder, perder

Perdió unas primeras elecciones en 2015 con el peor resultado en la historia de su partido y salió vivo. Perdió unas segundas en 2016 y volvió a salir vivo. Perdió en el Comité Federal del 1 de octubre y, tras unas semanas haciéndose el muerto, resucitó. Por tres veces derrotó a la derrota. Los poderes fácticos apostaron contra él y perdieron. Los analistas lo despreciaron y los dejó en ridículo: hace solo dos meses se hundía en las encuestas y hoy es el rey de todas ellas.

La aritmética parlamentaria le es escandalosamente adversa pero se comporta como si le fuera favorable. En la rueda de prensa de balance de temporada, este viernes en la Moncloa, se condujo con el desahogo y la determinación que quien estuviera respaldado por una mayoría absoluta. Pedro contra las elecciones. Pedro contra el PSOE. Pedro contra la aritmética. ¿Quién será el siguiente en morder el polvo?

Mal secretario, buen presidente

Estaba siendo un mal secretario general pero utilizó el Gobierno para restañar heridas orgánicas y recomponer un partido cuya cohesión apenas le había interesado tras su reelección.

Alguien que lo conoce bien y –“por eso”- lo quiere mal decía literalmente de él: “No les des más vueltas, Pedro ha nacido con una flor en el culo”, pero ese diagnóstico no explica nada, es únicamente un modo de consolarse. Quienes en su partido pensaban que siempre fue un aventurero sin verdaderas convicciones políticas siguen pensando lo mismo, pero empiezan a admitir, mal que les pese, que el tipo tiene de agallas y no teme a nada.

Olvidan, en todo caso, que para ser buen presidente del gobierno no es necesario ser buen compañero de partido. Ni siquiera ser buena persona. Los políticos de raza quieren ganar, no ir al cielo. Lo que los salva o los condena son sus obras, no sus sentimientos.

Robando voy…

Y las obras de Sánchez van por buen camino. Al menos, por un cierto buen camino. Al menos por un camino mucho más transitable del que pronosticaban su exiguos, coyunturales e insinceros apoyos parlamentarios, que siguen siendo igual de exiguos, coyunturales e insinceros que hace dos meses pero que empiezan a comprender, tal vez con pánico, que no será nada fácil doblegar a quien hicieron presidente confiados en que la debilidad parlamentaria del PSOE haría de él un juguete en sus manos.

En solo dos meses como presidente, Sánchez le está robando descaradamente la cartera a Podemos -Valle de los Caídos, inmigración, violencia de género, impuesto a la banca, parados de larga duración…- y al independentismo –diálogo, distensión, comisión bilateral…-. La paciencia de ambos se acaba. Lo veremos a la vuelta de agosto.

La gran encuesta

Los observadores que habían augurado que el Gobierno de Sánchez se vería muy pronto ahogado por la presión o el chantaje de sus socios de investidura se resisten ahora a dar relevancia a la encuesta del CIS que catapulta al PSOE hasta casi el 30 por ciento, lo distancia más de ocho puntos del PP y Ciudadanos y deja en la cuneta a Podemos. Esa ventaja, sostienen, es flor de un día, lo peor está por venir y será muy pronto.

Desde luego, la precariedad parlamentaria de solo 84 diputados da la razón a los augures, pero Sánchez ha demostrado ser, como 007, un tipo con recursos, un superviviente nato, un político con un instinto populista muy desarrollado pero que desde el Gobierno está administrando con mucha más prudencia que con ocasión de las primarias del PSOE.

¿Adelantar? Bueno, veremos

Naturalmente, la hipótesis de un adelanto electoral para octubre o noviembre sigue estando en el ambiente. Sánchez lo niega, pero ningún presidente ha dejado jamás de negarlo aunque tuviera decidido adelantar. La gestualidad desplegada en la rueda de prensa del viernes no era, desde luego, la de un presidente cansado de serlo.

Sea como fuere, los últimos y sonados fracasos parlamentarios no han logrado mermar la confianza del presidente en sí mismo ni tampoco, se diría, su determinación de apurar la legislatura hasta 2020. Capaz es de conseguirlo. O de que otros paguen los platos rotos si él fracasa en el intento.