Nada gusta más a los lectores de prensa, consumidores de televisión y navegantes de internet que las historias con moraleja, esas en las que al malo le dan su merecido por sus fechorías, al soberbio lo derriban del pedestal de su arrogancia o el abusador pierde su pene por la dentellada justiciera de su víctima.

También a Federico Jiménez Losantos lo ha castigado Dios: histriónico compañero de viaje de la extrema derecha, el locutor ultra es hoy víctima en las redes de los mismos insultos que él ha dedicado durante años a quienes no eran lo bastante ultras; ahora, tras su desencuentro con Santiago Abascal, los lanza también contra los seguidores y dirigentes de Vox que defienden el derecho a no vacunarse como el no va más de la libertad.

Losantos ha estallado contra Vox por rechazar la obligatoriedad de vacunarse, que es algo que está muy feo, pero bastante menos que ultrajar a los inmigrantes, ofender a las mujeres o justificar a los maltratadores, pues el daño moral –el moral, no otros– es en el primer caso mucho menor que en de los otros tres. Algo así como indignarse contra Hitler por haberse anexionado Austria, pero no inmutarse por haber masacrado a los judíos europeos.

José María Garrido ha rescatado en estas páginas la relación de insultos de Losantos a sus examigos de Vox. Hasta un total de 18 (insultos, no examigos): ultracarcas, bebedores de lejía, gentuza, delincuentes comunes, cenutrios de extrema imbecilidad, imbéciles, siniestros, payasos, mugre intelectual, mendrugos, mamarrachos, ratas, asesinos, tontos, estafadores, extremistas descerebrados, nazis en paro, nazis de misa, idiotas, basuras, escoria, pirracas, virus de la bacteria de la rata, psicópatas, malignos, canallas y cucarachas. Difícil de mejorar. El talento de Losantos para la injuria no tiene rival.

A los ultras les gusta posar de valientes y de ir siempre con la verdad por delante, pero, como estar en política y decir toda la verdad suelen estar reñidos, las olonas, los smithes y los abascales se cuidan mucho de decir toda la verdad. Por ejemplo, se niegan a decir la verdad sobre si se han vacunado o no. No lo hacen para preservar su derecho a la intimidad o su integridad ideológica, sino para preservar sus opciones electorales y familiares: si admiten haberse vacunado, sus seguidores se sentirían estafados; y si admiten no haberlo hecho, sus familias los correrían a gorrazos.

Vox presume de no ser un partido como los demás, pero en realidad es el partido más partido de todos los partidos, el partido donde la belicosidad, el sectarismo y la fe irracional en el propio credo  –consustanciales en mayor o menor grado a todos los partidos– alcanzan su culminación.

A Losantos le sucede algo parecido: pagado de sí mismo hasta extremos difíciles de igualar, es el periodista español en quien los peores vicios y las más feas inclinaciones del periodismo –el matonismo, la parcialidad, la egolatría– han alcanzado su consumación. En el hecho de ser Losantos y Abascal cuña de la misma madera radica su encono, su enemistad, su perdición.