Tictac, tictac, tictac. ¿Estallará la bomba? ¿Habrá choque de trenes? Las locomotoras del Partido Popular y de Vox circulan en sentido opuesto por la red ferroviaria de la memoria histórica, aunque nadie sabe con certeza si están transitando por la misma vía o por vías distintas.

En ocasiones, el improbable dios de la izquierda también escribe recto con renglones torcidos: ¿quién le iba a decir al PP hace solo unos años, unos meses incluso, que un artículo político de manufactura inequívocamente izquierdista como la memoria histórica le crearía un conflicto político no con la izquierda, sino con la propia derecha?

El punto 33

Vox se agarra legítimamente al punto 33 del acuerdo firmado con el Partido Popular para hacer presidente a Juanma Moreno: “Promover una Ley de Concordia que sustituya a la ley de memoria histórica”, un compromiso donde el uso selectivo y arbitrario de las mayúsculas ya daba suficientes pistas sobre cuál de los dos partidos lo había redactado.

El PP no le niega a su socio parlamentario los derechos que le asisten, pero apela, una y otra vez y a su modo, a la ‘realpolitik’: puesto que está en vigor, sigamos aplicando la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía, como haría cualquier Gobierno responsable, al tiempo que avanzamos en la búsqueda de un nuevo consenso político que permita sustituirla por una futura Ley de Concordia “donde quepamos todos”.

Sustituir, derogar, postergar

¿Sustituir es lo mismo que derogar? Sí y no. Sustitución siempre entraña derogación, pero derogación no necesariamente entraña sustitución. El compromiso del PP con Vox es sustituir la Ley de Memoria por una Ley de Concordia, lo cual entrañaría necesariamente la derogación de la primera.

Aun corriendo ciertos riesgos con su socio naranja, el Gobierno que preside Juanma Moreno podría haber optado por la 'vía Rajoy' de ahogar la ley dejándola con presupuesto cero, pero el reiterado compromiso de la consejera Patricia del Pozo evidencia que San Telmo ha descartado esa opción.

El pasado jueves, una nota oficial de la Consejería de Cultura y Patrimonio recordaba las prioridades de su titular tras la reunión del Consejo de Memoria: exhumación de fosas, recuperación de restos y realización de pruebas de identificación genética, unas tareas a las que se destinarán 1,16 millones de euros.

¿A qué juega el PP?

Solo 24 horas antes, los diputados de Vox Benito Morillo y Alejandro Hernández se preguntaban “a qué estaba jugando el PP” y lo urgían a cumplir “su compromiso de derogar la Ley de Memoria”, cuya aplicación y desarrollo es “una pérdida de tiempo porque será sustituida en pocos meses”.

Sin embargo, ambos partidos saben que la derogación y sustitución, por muy pactadas que estén, son un empeño imposible porque ni las izquierdas de PSOE y Adelante Andalucía ni la ‘tercera derecha’ de Ciudadanos están dispuestas a acompañar a PP y Vox por el camino trazado en el punto 33.

¡Torera, torera!

Vox, por su parte, es perfectamente consciente –es imposible no serlo– de que el PP lo está toreando. Toreo de salón si se quiere; toreo sin sangre donde, con rostro seráfico, la consejera Del Pozo empuña la muleta con una mano mientras con la otra le pasa suavemente la mano por el lomo al brioso novillo ultra. De salón y sin picadores, pero toreo al cabo.

Ahora bien, toreo ¿hasta cuándo? Hasta cuándo, considerando que hay que dar por seguro que del mismo modo que el PP juega sus cartas, Vox juegas las suyas.

Los tiempos y las estrategias de uno y otro son distintos, pero la doble convocatoria electoral de abril y mayo los obliga a contenerse y no airear sus diferencias elevando excesivamente la voz.

El cabo de Hornos

La vista de ambos está puesta en la cita electoral del 28 de abril. Vox entiende que no tiene necesidad de enseñarle los dientes al Gobierno andaluz antes de esa fecha: es un partido en alza y amenazar la estabilidad del flamante Ejecutivo no le reportaría hoy por ningún beneficio.

¿Y tras las legislativas? Está por ver. El 28-A puede operar como una especie de cabo de Hornos que, una vez doblado, despeja el horizonte de los marinos que surcan sus aguas.

Si las tres derechas no suman el 28 de abril y, en consecuencia, Pedro Sánchez vuelve a ser presidente del Gobierno, Vox habrá perdido una parte importante de sus incentivos para seguir mordiéndose la lengua, como viene haciendo hasta ahora.

Y si, dentro de los tres sumandos conservadores el de Vox queda muy por debajo de sus expectativas, esa decepción será un motivo más para revolverse contra Juanma Moreno y exigirle el pago de ‘la libra de carne’ a la que le da derecho el pacto por el cual lo hizo presidente.

Medida de precaución

Por si acaso, el Gobierno andaluz ha tomado la precaución de no llevar al Parlamento su Ley de Presupuestos hasta que no concluya el ciclo electoral, dando por hecho que será en la negociación de las cuentas de 2019 donde Vox empezará verdaderamente a pasar por ventanilla para cobrar lo que se le debe.

Encaje de bolillos tendrá entonces que hacer la consejera Del Pozo para cumplir su palabra de respetar el presupuesto comprometido con los ‘buscadores de huesos’ sin encender las iras de quienes así denominaron a las familias que quieren recuperar los restos de las víctimas del franquismo.

A su vez, los ultras tal vez podrían avenirse a votar favorablemente un presupuesto con partidas para fosas y ADN si, paralelamente, las cuentas públicas incluyeran partidas que llevaran el sello inequívoco y bien visible de Vox.

Echarse al monte

¿Será posible el acuerdo presupuestario? ¿Lograrán ambos partidos desactivar esa bomba de relojería que es la memoria, preparada para estallar a partir del 26 de mayo, fecha de la última cita electoral?

En política, siempre hay acuerdo cuando los negociadores quieren que lo haya. Llegar a un compromiso en el que ninguno de los contendientes salga humillado ni ofendido no es imposible, y además es seguro que el ‘diestro’ Moreno hará todo lo que esté en su mano por alcanzarlo.

Del ‘morlaco’ Abascal, sin embargo, no cabe decir lo mismo: a fin de cuentas, su partido tiene un margen para echarse al monte que el PP no tiene, pues no en vano muchos ciudadanos le han dado su papeleta a Vox confiados precisamente en ese ‘sincomplejismo’ que en Andalucía, al menos de momento, solo han ejercido de boquilla.