“Descubrí a Claudio Guerin de pequeñito, en una emisión en televisión de La campana del infierno en el programa equivocado, Mis terrores favoritos, ya que no es de terror sino algo mucho más denso. La volví a ver poco después en el cine de verano al que iba a diario”. Así se despertó el interés de Jesús Ponce por Claudio Guerin Hill sobre el que, algunas décadas después, ha dirigido el documental La última toma, que se estrena este viernes en la sección Panorama Andaluz  del Festival de Sevilla. “Al menos era consciente de que existía, no como la mayoría de gente en Sevilla, aunque tenga una calle”, explica Ponce. Casi medio siglo después de su muerte, Guerin Hill no goza de reconocimiento en su propia tierra, algo que esta producción viene a reparar de algún modo. Añade el director de 15 días contigo que “en este país o las cosas funcionan o caen en el olvido y no se recuperan. En sus inicios no hizo películas mayoritarias: una estuvo muy censurada y la otra no la pudo terminar”. Sentencia Ponce que “España solo tiene un Víctor Erice porque se murió Claudio Guerin. Su figura pudo tener la misma importancia que Drove o Saura pero no le dio tiempo”.

Solamente dos largometrajes llevan la firma de Claudio Guerin, que previamente había realizado varios programas de Estudio 1 y la obra coral Los desafíos, Concha de Plata en San Sebastián, junto a Erice y José Luis Egea. Son La casa de las palomas, con una estrella de la época como Lucía Bosé y una adolescente Ornella Muti; y La campana del infierno, en cuyo rodaje falleció (Juan Antonio Bardem completó el trabajo). Mientras terminaba la filmación de la película en la segunda torre de la Iglesia de Noia, en Galicia, que mandó construir como decorado para el rodaje, resbaló y cayó al vacío. Según la mitología de la zona, sobre el que completara la construcción de esa segunda torre caería una maldición. No son pocas las veces que se ha profundizado en este suceso, programa de Iker Jiménez incluido, pero no es una parte fundamental de La última toma: “No queríamos hacer un documental de misterio o con morbo. Hablamos de su muerte lógicamente pero no hemos jugado con las teorías sobre el resbalón. Ninguna se puede certificar”, explica Ponce.

Recuperando el legado de un visionario

A Claudio Guerin Hill, del que se ha informado en muchas ocasiones que nació en Alcalá de Guadaira, aunque en realidad lo hizo en Sevilla, se le puede encuadrar en la generación de directores surgidos en el tardofranquismo. “Tenían sentido crítico, hablaban de lo que no se podía en la época, pero no eran solo rupturistas por lo moral sino sobre todo por la estética y la ética, por la forma de contar”, explica Ponce, que localiza la trascendencia como cineasta de Guerin en “en su manera de rodar, en la que hay investigación pero es muy accesible. Hace algo complejo de forma fluida y natural, no es cine experimental”.

De La última toma destacan por una parte los testimonios de aquellos que lo conocieron o que lo han estudiado. Actores como Juan Diego, Emilio Gutiérrez Caba o la propia Lucía Bosé recuerdan a Guerin. “Era complicado encontrar  a compañeros de Guerin vivos. Buscamos gente relevante y con cosas que decir, no solo caras conocidas”, señala Ponce. Entre los relatos más decisivos, el del querido profesor Rafael Utrera, biógrafo de Guerin, o el de dos de los niños que participaron en el rodaje y lo vieron precipitarse. Por otra parte, llama la atención que el propio Jesús Ponce aparezca en plano permanentemente, sirviendo de hilo conductor a la narración, algo que no le hacía mucha gracia en principio: “No me hago ni fotografías, pero así estaba presentada la propuesta para las teles y las ayudas. Era la forma más lógica de hacerlo si eres un director de cine que va a indagar en otro hablando con gente del cine. No tengo vocación de entrevistador, pero ya se había convertido en una búsqueda personal”.

La última toma, la primera cita

Son días de ajetreo para Jesús Ponce. Además del documental sobre Guerin, ha estrenado en el Festival de Cine Europeo su quinto largo de ficción, La primera cita, siendo esta además la primera película del certamen en agotar las entradas disponibles. Con distribución en salas asegurada, en principio para el mes de febrero, la cinta trata sobre una mujer que sufre un brote de Alzheimer, lo que le permitirá descubrir a su marido que siempre ha sido agrio con ella. Pese al tema tratado, Ponce asegura que “todo el mundo se va con una sensación positiva. Está hecha con mucha delicadeza porque a todo el equipo nos toca de cerca algún caso”. Durante la próxima semana, participa en competición oficial en el Iberoamericano de Huelva.

Aunque no está seguro de que se haya reactivado su carrera, ya que siempre ha realizado trabajos en uno u otro medio, reconoce que “ahora mismo se está moviendo y estoy escribiendo mucho”. Respecto al contexto, el estado de la cinematografía andaluza, opina que “hay continuidad y ganas, pero nos estamos apretando para seguir en esto. No he hecho pelis más baratas que las de ahora”. De momento, lo de tener doble presencia en el festival dice que lo tiene “desbordado” y que le sirve “para fardar un poco”. Eso sí, aunque no se puede negar su protagonismo, el ucraniano Sergei Loznitsa le gana con tres trabajos incluidos en la programación del certamen: “Hay que matarlo”, bromea.