Los estrategas de Ferraz debieron pensar que si la operación Tomás Gómez/Ángel Gabilondo había salido bien, no había razón para que no ocurriera lo mismo con la operación Irene Lozano/Irene Lozano. Lo que tienen en común ambas decisiones es que fueron adoptadas por Pedro Sánchez y su círculo de confianza sin contar con el resto del partido. La operación de Gabilondo no salió mal, pero dejó una herida que sangrará llegado su momento: fue la herida de las primarias, un procedimiento de democracia interna fulminado entonces con un limpio y seco golpe de mano. Gómez había ganado las primarias pero Sánchez le ganó a Gómez. Por lo demás, la operación de Madrid demostró cuánto tienen, cuánto han tenido siempre de ficticio las primarias socialistas: resultó que el líder que las había ganado casi sin pestañear no era capaz de movilizar prácticamente a ninguno de los miles de militantes que lo habían votado. Si el proceso hubiera sido de verdad, con primarias de verdad, votos de verdad y ganador de verdad, la operación Gabilondo habría sido, sencillamente, imposible. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]LOZANO NO ES GABILONDO[/cita] La operación de Irene Lozano es más arriesgada, en primer lugar, porque Irene Lozano no es Ángel Gabilondo. ¿Alguien en Ferraz echó un vistazo al cúmulo de hirientes declaraciones antisocialistas hechas por Lozano hace solo meses e incluso semanas? Anoche en la cadena SER y como esos abogados que de antemano saben que tienen perdido el caso que les ha tocado defender de oficio, el portavoz parlamentario Antonio Hernando salía a explicar esta inexplicable maniobra cuyos rendimientos electorales son más bien inciertos mientras que sus rendimientos propiamente políticos están todavía por ver. El apurado Hernando tuvo que remontarse nada menos que a Francisco Fernández Ordóñez –hace ¡35 malditos años!– para hallar precedentes con que blanquear el acomodo de Lozano en un privilegiado puesto para la cacería de votos del 20 de diciembre: por encima del puesto número cuatro de la candidatura por Madrid vuelan tantísimos votos que no acertarles con el Winchester socialista es imposible. También aludió en su defensa Hernando a Rosa Aguilar, antes alcaldesa de Córdoba por IU y hoy consejera del Gobierno de Susana Díaz: Aguilar, en efecto, había sido extremadamente dura con el Partido Socialista, pero lo había sido ¡hacía casi 20 años!, cuando era diputada de IU en el Congreso y el escándalo de los GAL estaba en todo lo suyo. Y aun así y aun a pesar de sus indudables méritos políticos, en IU nadie le ha perdonado que fichara por el PSOE y en el PSOE nadie ha olvidado que militó en IU. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]IRRITAR A LOS OTROS, CABREAR A LOS TUYOS[/cita] En todo caso: el fichaje de Rosa Aguilar por Pepe Griñán, como los de Paco Fernández Ordóñez o Diego López Garrido por Felipe González, no tenían contraindicaciones ni efectos secundarios de consideración; irritaron, obviamente, a los adversarios pero no a los de casa. Como operaciones de captación de talentos del enemigo estuvieron bien pensadas, bien medidas y bien ejecutadas. No ocurre lo mismo en el caso de Lozano. Con su decisión Pedro Sánchez ha conseguido que el PSOE de Susana Díaz se suba por las paredes. ¡Pero si ya estaba subido!, protestarán en Ferraz. Puede que sí, pero no tanto. Puede que lo estuviera, pero Ferraz le ha puesto una escalera para que su enfurecimiento siga subiendo peldaños. Si alguien de la dirección federal echó un vistazo a las declaraciones de Lozano contra el PSOE andaluz, ¿de verdad no calculó cuál sería la reacción en la calle San Vicente? Imposible no calcularla, pero si lo hicieron, como parece lo más probable, y aun así siguieron adelante sería porque dan por hecho que las relaciones con la dirección andaluza no tienen arreglo. Mala cosa de cara al 20-D y, sobre todo, mal cosa de cara al día después al 20-D. En ese sentido, no es imposible que la decisión de Pedro Sánchez puede tener como primer damnificado… a Pedro Sánchez. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]NI IRENE ES YA IRENE NI LOZANO ES YA LOZANO[/cita] Pero, con ser relevantes los daños colaterales ocasionados en la nave socialista que dirige el capitán Sánchez, el verdadero daño de toda esta operación es el que Irene Lozano se ha infligido a sí misma. Con su ingreso privilegiado en el cartel socialista, Irene Lozano deja de ser Irene Lozano. Aun sin ser Gabilondo o sin ser Aguilar, Lozano era una mujer políticamente valiosa: brillante en sus exposiciones, nítida en sus convicciones, clara en sus horizontes, contundente en sus reproches; su defensa de la militar acosada Zaida Cantera fue precisa y ejemplar; más allá de su capacidad para cosechar votos y más acá del lugar exacto del espectro ideológico en que se situaba, la sinceridad y lozanía de su discurso regeneracionista eran decididamente estimulantes. Sin embargo, lo que había de más valioso en Lozano es justamente lo que pierde al cambiar de bando de esa manera tan abrupta y antiestética. El gran servicio que la escritora y periodista podría haber hecho a nuestra maltrecha democracia, pero sobre todo a sí misma, era haberse quedado a la intemperie, luchando a brazo partido por sus cosas en las plazas, en los periódicos, en las tertulias: ahí es donde debería seguir diciendo las cosas que venía diciendo hasta ahora. ¡Pero si voy a decir prácticamente las mismas cosas desde el escaño socialista!, protestará Lozano. En efecto, las cosas que diga desde su nuevo y abrigado destino no serán exactamente las mismas, porque no podrán serlo, pero sí serán prácticamente las mismas: el problema es que, siendo las mismas, no significarán lo mismo, porque en política el significado de las cosas depende en gran medida del lugar desde el que se dicen esas cosas. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]UNA VALÍA QUE MUCHOS DISCUTEN[/cita] Lozano no es que haya cambiado de puesto en esa montería interminable que es la política, es que se ha instalado en un puesto contra el que estaba disparando hasta antes de ayer: es que se ha asociado con los mismos cazadores a los que ayer acusaba de ventajismo, corrupción y juego sucio. Si Lozano logra salvar todos esos escollos: si consigue ser respetada por sus nuevos compañeros; si logra convencer al público de que su fichaje por un equipo de primera división cuando el suyo estaba en vías de desaparición es –aun siendo ambas cosas– mucho más una operación política que una operación personal; si es capaz de hacerse perdonar que su pureza de antaño ha quedado mancillada por su pragmatismo de hogaño; si los resultados y los análisis electorales sugieren que ha cazado un número significativo de votos para el morral de Ferraz…, si consigue todo eso habrá demostrado esa valía política que hoy tantos socialistas de Asturias, de Andalucía, de Extremadura… le niegan; habrá demostrado que, pese a todos los irritantes y embarazosos efectos secundarios de la arriesgada operación, Pedro Sánchez tenía razón.