El Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) publicó el pasado lunes su informe anual sobre el gasto militar en el mundo en 2020, que arroja un balance descorazonador. En el primer año de pandemia el Producto Interior Bruto (PIB) mundial se redujo en un 4,4 %, mientras el gasto militar aumentó un 2,6% interanual hasta llegar a 1,65 billones de euros. El incremento porcentual fue el mayor desde la crisis económica de 2009 y se produjo respecto a 2019, año que registró la cifra más alta de gasto militar desde el final de la Guerra Fría.

El balance del SIPRI ha sorprendido a sus autores y a buena parte de los analistas, que esperaban una reorientación del gasto militar hacia el gasto social para hacer frente a la crisis provocada por el covid19, algo que solo ha ocurrido en los casos de Chile y Corea del Sur. 

Cuando leí las cifras pensé que los gobiernos se habían limitado a cumplir con los presupuestos elaborados antes de que estallara la pandemia y que ocupados, como estaban, en hacer frente a la tragedia no habían caído en la cuenta de modificarlos en sus respectivos parlamentos. Tremenda ingenuidad la mía al pensar que los presupuestos de 2021 serían más sociales y menos belicistas.

Según el informe de la consultora británica Deloitte, publicado en enero, el gasto militar mundial aumentará un 2,8% en 2021, dos décimas más que en 2020, pese al impacto económico de la pandemia en las cuentas fiscales de todos los países. Los ejecutivos y los legislativos de todos los países han asustado a la ciudadanía con los incrementos del déficit y la deuda por el esfuerzo para hacer frente a la paralización de la economía por la pandemia, pero a la hora de la verdad han actuado con la inercia armamentista de siempre.

La OTAN, sin ir más lejos, ha aumentado su presupuesto para 2021 en un 5%, un porcentaje que casi dobla la media del gasto militar mundial para este año. En Bruselas, donde están las sedes de la OTAN y la Unión Europea, la UE se empeña en la recuperación verde de la economía en flagrante contradicción con las decisiones del organismo militar en el que se encuadran la mayoría de sus miembros.

La India, con 72.900 millones de dólares (60.599 millones de euros), es el tercer país con mayor gasto militar del mundo en 2020. Narendra Modi, el primer ministro del segundo país más poblado del planeta y el que tiene las mayores carencias, está embarcado en un ciego nacionalismo populista que ha desembocado en el caos sanitario actual.

La hipocresía política de los gobernantes de las principales potencias mundiales obliga a plantear la inexcusable necesidad de un pacto mundial para el desarme si queremos asegurar un mínimo futuro para el planeta y los que vengan detrás de nosotros.