Malas noticias para el Gobierno andaluz, cuya fórmula de coalición de PP y Ciudadanos con el apoyo parlamentario de Vox no podrá extrapolarse a España. Era ahora o nunca y, de momento, parece que va a ser nunca.

Las derechas que sí sumaron hace cinco meses en Andalucía no han sumado este domingo en España. Y no han sumado ahora en España en gran medida porque sí lo hicieron en diciembre al sur de Despeñaperros: su victoria andaluza ha espoleado al votante de izquierdas, que esta vez no se ha quedado en casa porque sabía cuánto estaba en juego.

Los socialistas comandados por Pedro Sánchez ganan por primera unas legislativas desde 2008 y lo hacen con una autoridad no solo indiscutible, sino inimaginable hace solo un año. Ni siquiera un año: en enero pasado todavía cundía el desánimo entre los socialistas, preocupados por los riesgos en que había incurrido Pedro Sánchez al hacer depender la estabilidad del Gobierno de los partidos independentistas.

Un amargo espejismo

Unas semanas después, estos últimos tumbaban los Presupuestos del Gobierno de España, el presidente se veía forzado a convocar elecciones y PP y Ciudadanos cometían el error de parecerse a Vox, confiados en que si la comunidad más de izquierdas del país les había dado una mayoría absoluta el 2 de diciembre, no había razón para que España no se la diera cinco meses después.

Más allá de las peculiaridades no siempre justas de la Ley d’Hont en el reparto de escaños, el 46,07 por ciento de los votos que PP y Ciudadanos sumaron en las legislativas 2016 se ha quedado ahora en un 42,76 incluyendo a Vox, muy lejos del 50 por ciento de los votos logrados por los tres partidos en las autonómicas andaluzas, que a la postre han operado en los cuarteles generales de la derecha como un amargo espejismo.

Su estrategia electoral fue diseñada para repetir el 2-D, pero España no les ha ‘comprado’ el tripartito andaluz.

Andalucía ha asustado a los votantes de izquierdas hasta el punto de movilizarlos como no lo hacían desde que en 2004 se conjuraron para echar del Gobierno al partido que les mintió sobre el atentado terrorista más grave de la historia de España. Aquel año la participación fue del 75,7 por ciento; ayer rozó el 75,80. Sin la variable andaluza es imposible explicar una movilización de tal envergadura.

Recuento de bajas

De las tres derechas, es Ciudadanos quien sale mejor parado. Su mejora porcentual es discreta –pasa del 13 por ciento de hace tres años a rozar el 16–, pero la traducción en escaños es rentabilísima: los 32 de 2016 son ahora 57. Técnicamente no será el primer partido de la oposición, pero políticamente ese será su estatus porque el PP de Pablo Casado, aun con sus 66 diputados, ha entrado en barrena.

¿Y Vox? La que iba a ser su gran noche no lo ha sido. Ha sumado 24 escaños, ciertamente, pero ni siquiera a llegado al 11 por ciento de los votos logrados hace cinco meses en Andalucía, y eso, para un partido para había levantado altísimas expectativas, se parece más a un fracaso que a un éxito.

Ni suma con las otras dos derechas ni da campanada: un 10,26 por ciento de los votos es una buena cifra, pero solo eso. Ha sacado a votar a toda la izquierda y no le ha sido útil a la derecha. Tal vez sus dirigentes empiecen a preguntarse si no deberían ser más duros con el Gobierno andaluz de PP y Ciudadanos, al que hasta ahora han venido consintiéndole todo.

Súper Pedro

Mientras tanto, Pedro Sánchez sale extraordinariamente reforzado de estas elecciones, lo cual no puede ser buena noticia para una debilitada Susana Díaz, a quien el secretario general parece decidido a liquidar. El 28-A le han dado nuevas armas orgánicas y nadie duda de que las utilizará.

Sumando sus 123 escaños a los 43 de Unidas Podemos, En Comú Podem y Compromís, los 6 del PNV y los 2 de Coalición Canaria se queda a uno de la mayoría absoluta, con lo cual no necesitaría a los independentistas catalanes en la misma medida en que los necesitó durante su corto mandato anterior. Podrá seguir aplicando la política de distensión en Cataluña, pero no porque no le quede más remedio que hacerlo, sino porque es lo mejor para Cataluña y para España y porque así lo desea la mayoría del país.

Iglesias hace de Errejón

En cuanto a Unidas Podemos, la coalición de izquierdas que ha acudido a estas elecciones se parece poco a la que concurrió hace tres años.

Pablo Iglesias y Alberto Garzón ya no sueñan como entonces con desbancar al Partido Socialista. Su objetivo ahora no es saltar los cielos, sino influir en Sánchez haciendo que su Gobierno vire razonablemente hacia la izquierda. Pablo Iglesias se ha transfigurado en Íñigo Errejón.