Las elecciones españolas de este domingo son una película de Alfred Hitchcock. Nunca en una cita electoral hubo un suspense tan cargado de emociones y presagios; nunca tantos aspirantes al papel de malo poniendo cara de bueno; nunca tantos malos haciendo de buenos ni tantos buenos haciendo de malos.

Lo que es seguro es que, gane quien gane, para media España ganarán los malos, lo que significa que por fin habremos conseguido degenerar tanto como lo han hecho nuestros vecinos italianos o nuestros primos lejanos húngaros, polacos o finlandeses.

El salto

El nacionalpopulismo que avanza a todo galope por Europa –y las dos Américas– cruzará definitivamente este domingo los Pirineos, después de haber dado abruptamente hace cinco meses el gran salto hasta plantar sus reales en Andalucía sin pasar antes por España.

Este 28 de abril sabremos cuánto se parece España a Andalucía, pero desazona pensar que, si ésta se parece a Europa, no hay razón para suponer que aquélla no siga el mismo camino.

La suma

Desde luego, en los cuarteles generales de la izquierda había mucha inquietud a mitad de semana tras constatar que sus encuestas auguraban una suma holgada de las derechas donde, además, el segundo sumando tras el PP bien podría ser Vox y no Ciudadanos.

No faltan quienes opinan que, de darse este último escenario, Ciudadanos se lo pensarían mucho antes de apoyar o entrar en un Gobierno liderado por el PP y Vox. Quién sabe. Albert Rivera se ha convertido en un líder indescifrable.

La transfiguración

La misma inquietud que reina en los estados mayores acongoja a muchos votantes del Partido Socialista, Izquierda Unida y Podemos, que sienten que su movilización unánime es lo único que podría frenar a unas derechas que, si vuelven a asustar como no lo hacían desde los años 30, es porque la irrupción de Vox las ha transfigurado.

Con el partido que lidera Santiago Abascal ha regresado una derecha políticamente faltona y desafiante y verbalmente jactanciosa y pendenciera cuyo referente histórico es la Falange Española fundada por José Antonio Primo de Rivera.

La cuenta

En ninguna de las votaciones habidas en los más de 40 años de democracia pudo advertirse tal grado de desasosiego y aun de alarma en la España de izquierdas. ¿Están justificados tales temores teniendo en cuenta que en Andalucía Vox tal vez haya enseñado los dientes pero todavía no se ha decidido a morder?

Lo están. Lo están porque entre la izquierda cunde la convicción de que el repliegue ultra en Andalucía es meramente táctico y que, llegado el momento, Vox se cobrará ‘la libra de carne’ que PP y Ciudadanos le deben a cuenta de haberles entregado el Gobierno de la comunidad más poblada de España y ciudadela inexpugnable de la izquierda durante décadas.

La aparente gratuidad de los 12 votos ultras que hicieron presidente a Juanma Moreno tiene las horas contadas. Tras los 100 días de perdón, la cuenta atrás para que Vox gire sus facturas al palacio de San Telmo puede comenzar este 28 de abril.

La encuesta

A pesar del suspense, la macroencuesta que Televisión Española difundirá a las ocho de la tarde, al cierre de los colegios, permitirá adelantar en un par de horas el resultado aproximado del escrutinio oficial. En principio, las 12.000 entrevistas realizadas por GAD en los últimos días de campaña y en la propia la jornada electoral darán una pista altamente fiable de por dónde habrán ido las votaciones.

Más allá de la inquietud existente en la izquierdas, expertos demoscópicos andaluces de solvencia están convencidos de que, con una participación en el entorno del 74 por ciento, es poco probable que las derechas superen a las izquierdas, ya que, para que tal cosa sucediera, debería producirse una transferencia de voto desde partidos de izquierdas a formaciones de derechas que, por ahora, ninguna encuesta detecta.

La Junta

Por lo demás, hacer elucubraciones sobre qué efecto tendría en el Gobierno andaluz un resultado u otro es poco útil hasta no conocer los resultados.

Es fácil suponer que si las derechas suman en España, el tripartido parlamentario andaluz se verá reforzado y habrá Gobierno conservador para rato; menos fácil es imaginar qué pasará con la Junta si sus homólogos nacionales fracasan y eso desencadena terremotos internos en PP y Ciudadanos y dispara la impaciencia en Vox.

La señal

En el poema de Cavafis que da título a este análisis, los bárbaros no llegaban pero el mero anuncio de su irrupción era de gran utilidad para infundir el miedo entre los ciudadanos y que cónsules y senadores del Imperio mantuvieran su estatus.

En la realidad española, las cosas son algo distintas: los bárbaros no son una metáfora, ya están aquí, llegaron a todo galope a Andalucía el 2 pasado de diciembre. Desde entonces permanecen erguidos en sus monturas, observando atentamente a la gente de a pie, a la espera de ver qué sucede en este domingo crucial.

Si dan la campanada en España como la dieron hace cinco meses en Andalucía y el futuro Gobierno del país depende de ellos, esa será la señal para que los jinetes del sur desmonten de sus cabalgaduras y se dirijan a buen paso a San Telmo a cobrar lo suyo.