El periodista y escritor Jorge Molina tiene en las librerías su tercera obra, una novela pura y dura, ‘Una chaqueta tirada en el césped’, editada por la joven editorial sevillana Samarcanda. Es el retrato de “una ciudad que nunca duerme, ni despierta”, y aunque no aclara más, es fácil deducir que el elenco de protagonistas que dibuja en sus diversas tramas pueden situarse… en cualquier ciudad española. Molina ha presentado la obra esta semana en Sevilla.Esta es una novela muy periodística.No sé si eso es un cumplido o todo lo contrario... Bromas aparte, sí lo es, he visto y vivido por mi trabajo de periodista situaciones de toda índole, ya sea por la catadura de sus protagonistas, ya por los lugares –desde cabañas a palacios- donde han ocurrido, que me ahorran muchas veces el esfuerzo de imaginar.La realidad supera la ficción.Siempre, siempre, lo aseguro. Hasta me ha pasado escribiendo que veía en los periódicos el hecho que creía haber fabulado. Por ejemplo, imaginé que el alcalde de la ciudad de mi novela embolsaba en las arcas del club de fútbol local un dinero para tapar cierto asunto, con la excusa de una promoción deportiva entre los niños. Y resulta que Zoido lo intentó con Betis y Sevilla…Una ciudad que en la novela no se desvela.No hace falta, pues puede ser cualquiera. Tanto Sevilla como cualquier otra española. Una de la tesis principales de la trama deriva de mi impresión personal de que la crisis económica ha evidenciado el mal fondo de la media de los españoles. La codicia exacerbada de antes de 2008 por parte de todos –los bancos, sí, pero también personas que especulaban en la compra venta de pisos-, llevó luego a un sálvese quien pueda. Es cierto que podía haber sido peor, por ejemplo con brotes de xenofobia, pero no creo que la crisis haya aflorado precisamente un espíritu nacional de bondad y solidaridad.Bien ¿y qué cuentas en la novela?Un fresco de la sociedad actual. La trama parte a la vez de la barbacoa para un par de amigos que organiza un matrimonio acabado, y acaba en con una alta tensión sexual; y de la noche de botellona de su hijo, un nini, que finaliza en una noche que incluye violencia, sexo duro y droga. Tras ello, un hecho casual lleva a implicar en la acción a una docena de personajes de todo el arco social, del alcalde a abogados hartos de ser basura; de directores de periódicos a botelloneros con ideales; de una chica con el corazón limpio, a otra que sueña con limpiar su ciudad.Hay mucho sexo.Sí, mucho, y explícito. Pero como se decía antes en las películas para justificarlo, el guión lo exige. El sexo aparece en la novela con los dos filos que posee. Por una parte es mera vanidad, caza cobrada, lujuria en el sentido de lucimiento social; por otra, es la única vía para una redención urgente que ven algunos protagonistas, creen –y llevan razón, qué demonios- que una sobredosis acelerada de sexo es capaz de cambiar la electricidad estática que les adormece por un electroshock que les reavive.¿Por qué este título?Es un verso de Braulio Ortiz Poole que, en cuanto lo leí, supe que era el título. La imagen que construye de inmediato nos hace pensar que algo ha ocurrido, no aparece una chaqueta tirada en el césped si alguien no la ha dejado allí por un impulso, ya sea de hastío, ya de temor, o bien, claro, de lujuria.Y es que, esta es la segunda tesis central de la novela, puedo asegurar que no existe persona o familia que, si miras por una mirilla imaginaria en su intimidad, no tenga un rasgo monstruoso, en el sentido de que la normalidad no existe. Todos estamos marcados por algo que modula nuestro comportamiento a la defensiva, o para ocultar ese rasgo que sabemos que mejor no aparezca en público.¿Existe una tercera?En efecto. La tercera viga de la trama nace por el hecho, que creo incuestionable, de que nuestras vidas están al albur de la casualidad. Desde mil pequeñas decisiones, hasta la docena de alta responsabilidad que tomarás, son circunstancias que te salen al paso de forma inopinada las que delimitarán tu decisión. Ya sea qué carrera estudiar, con quien casarte, o el trabajo a desarrollar. Y los personajes de la novela, todos, se encuentran con imprevistos que les ponen ante una clara tesitura: comportarse con dignidad y ser mejores personas; o seguir en el fango.¿Ganan los buenos?Pues no estoy seguro. La segunda mitad de la novela, y sobre todo el final, creo que es lo mejor. Se cierran las tramas que hemos visto desplegarse gracias a nuestros protagonistas, y algunos de ellos acaban realmente mal, mientras otros siguen igual. En realidad como la vida misma. Debo decir que sí existe un lugar para la esperanza, y que ella deriva de algunas protagonistas femeninas.Tu obra no se caracteriza por su homogeneidadEn efecto, a excepción de su alta calidad (ríe). Me aburre mucho repetirme, me pasa con el trabajo también y con otros aspectos que mejor no citar. Mi primer libro ‘123 motivos para no viajar a Sevilla’, fue un ensayo con forma de guía en el que despellejaba con todo cariño a la ciudad que me acoge desde 1982. En ‘Doñana, todo era nuevo y salvaje’, ejecuté un género entre la novela y el reportaje que me dio muchas satisfacciones. En realidad ambos libros los recuerdo con cariño, y, además, se vendieron lo bastante bien como para que las editoriales ganasen dinero. Aunque creo que no lo bastante.¿Lo dices por tu nuevo cambio de editorial?En parte. Sólo indicaré que con Samarcanda porque ellos quisieron editarme desde que conocieron la obra. Hasta llegar a esta joven editorial sevillana he vivido una experiencia espectacular. Yo creía haber visto situaciones profesionales complejas, incluso muy jodidas –no en vano he pasado años en pantanos del calibre de un periódico, como asesor de miembros del Gobierno, fundé mi propia empresa, trabajo de guionista en, atención, la televisión…- pero nada se le puede comparar al esfuerzo necesario hoy, no para escribir, sino para publicar un libro con dignidad, sin que te hagan pagar, sin que tengas que recurrir a amigos y semiconocidos en la búsqueda de alguien que, siquiera, te lea. Tremendo, desalentador, pringoso.Hay una serie de autores en Sevilla de un nivel literario cada día más reconocido.En efecto, es un nivel extraordinario. Y soy un admirador de Jesús Carrasco, Sara Mesa, Bonilla, Isaac Rosa… es excitante vivir en la misma ciudad que ellos, sobre todo porque sería maravilloso que de alguna forma empezara a hablarse de una escuela sevillana y me incluyeran junto a ellos. Bien, ya sin ironía, es cierto que –como ocurre también en el sector del cine sevillano- que haya tanto talento simultáneo no puede ser casualidad, y beneficia a todos, incluidos otros escritores.¿Por qué es buena opción leer esta obra?Seguramente el lector se verá reflejado en algún personaje; o bien creerá distinguir a personas que reflejan a alguien que odia de nuestro arco social. Y además es muy entretenida, con acción continua que se desarrolla desde capillas a despachos, de clubs de putas a clubs de pádel; de cocinas familiares a facultades universitarias. De la sima a la cima, sin que sea capaz de definir qué es cada cosa. Y además los finales impactarán. Hay sexo, sueños, sangre y sorpresa.En la contra del libro se lee: “la novela de la ciudad que nunca duerme, ni despierta” ¿Está claro de cuál hablamos, no?No lo dé por hecho, en absoluto. No creo que Valladolid, Huelva o Teruel sean malos escenarios para esta trama que he creado. Y así lo pienso decir cuando vaya por esas ciudades a presentar la obra, en la confianza de que ello ocurrirá.