La reivindicación de derechos es algo serio, pero no está reñida con el humor. Ni siquiera con el humor con su toque canalla, más bien no apto para el consumo de almas conservadoras.

Así, con mucho humor, eran buena parte de los carteles, hechos a mano y en casa, que portaban con desparpajo miles de jóvenes ayer por la tarde noche en Sevilla, convocados por organizaciones feministas a las que se habían sumado por la mañana partidos y sindicatos de izquierdas con convocatorias propias y llamamientos a la huelga.

También había gente madura, gente mayor e incluso gente muy mayor en la masiva concentración de la capital andaluza –130.000 personas según cálculos municipales y 50.000 según la Policía Nacional–, pero el tono festivo, los cánticos desinhibidos y la cartelería desafiante, sarcástica o directamente ofensiva los ponían los jóvenes y muy jóvenes que durante varias horas atestaron las calles del centro.

Un río interminable

Durante una hora y media larga no cesó ni un instante el río de gente que, procedente del puente de Triana y, tras recorrer el paseo de Colón, giraba hacia la izquierda en la Torre del Oro para enfilar la avenida de la Constitución y terminar en la plaza del Ayuntamiento. 

Entre los políticos presentes –más bien pocos o, en todo caso, discretos– se encontraban la ministra de Hacienda y estrella socialista en ascenso, María Jesús Montero, y la consejera de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, Rocío Ruiz (sector feminista de Ciudadanos).

En el resto de provincias andaluzas, el feminismo también exhibió músculo y pujanza. La Policía Nacional o en su caso Local cifraron en 17.000 personas las que se manifestaron en Málaga, en 15.000 las que salieron a la calle en Córdoba o en 10.000 en Cádiz, Huelva y Almería. En Granada la prensa local elevaba la participación a 60.000 personas.

'El Frente Judaico Popular'

En realidad, la manifestación de Sevilla eran inicialmente dos: una convocada por el Movimiento Feminista Sevilla y formada por un público más maduro y convencionalmente de izquierdas y una segunda que convocaba la Asamblea Feminista Unitaria Sevillana donde eran legión los más jóvenes.

En la primera dominaban las consignas serias en pro de la igualdad; en la segunda, la misma exigencia igualitaria, pero mucha menos formalidad. Y muchos menos años a la espalda.

Uno de los carteles de la manifestación de Sevilla.

Para un profano, la doble nomenclatura Movimiento Feminista de Sevilla y Asamblea Feminista Unitaria Sevillana parecía remitir a la célebre escena de 'La vida de Bryan' donde el Frente de Popular de Judea y el Frende Judaico Popular se disputan educadamente la hegemonía revolucionaria contra Roma.

Gente de izquierdas

Es poco probable que entre los manifestantes hubiera muchos votantes del Partido Popular o incluso de Ciudadanos. Aunque pudieran compartir muchos de los principios allí defendidos, no era su ambiente.

En realidad,  los partidos de la derecha tienen buenas razones para sentirse excluidos del movimiento feminista: no es que los derechos de las mujeres estén siendo instrumentalizados por la izquierda, es que históricamente esos derechos nunca han sido defendidos por la derecha, que ha llegado tarde y a regañadientes a una batalla por la igualdad en la que no acaba de sentirse cómoda (ni de ser del todo bienvenida).

Y en eso llegó Vox

Leyendas como ‘Juan, perdona, tú vas hoy al Mercadona’, junto a otras más severas como ‘No es no, lo quieras tú o no’ o 'Aborto ya, en el hospital', así como consignas como 'El feminismo camina p'alante, el machismo camina p'atrás', sugieren que será extremadamente complicada esa drástica vuelta atrás que propugna sin complejos Vox, con la aquiescencia de buena parte del PP y de una porción significativa de Ciudadanos.

Si en 2018 la incomprensible sentencia sobre los presuntos violadores de 'La Manada' fue la espoleta que activó las masivas movilizaciones en todo el país, a las exitosas convocatorias de este año no ha sido ajena la irrupción parlamentaria del partido de extrema derecha, que ha puesto voz, legimitidad y escaños al resentimiento de sectores sociales que sienten, con impotencia, cómo el mundo que ellos siempre consideraron lógico y normal tal vez no lo era tanto. Así se lo hizo saber ayer Sevilla.