Dolores Vázquez no tiene suerte con los jueces. Ni con los jurados. Ni con los periodistas. Entre unos y otros la condenamos hace quince años por un asesinato que no había cometido. Luego, merced a una de esas casualidades del más puro y milagroso azar, fue identificado el verdadero asesino de la pobre Rocío Wanninkhof y la justicia puso en libertad a Dolores con el aplauso de los mismos periodistas que tanto habíamos contribuido a su crucifixión. Dolores Vázquez Mosquera pudo pensar que al menos con el azar sí había tenido suerte. O que al menos el azar le había pagado al fin la pavorosa deuda que tenía con ella. La asesina que nunca asesinó a nadie ha perdido ahora su penúltima batalla con la justicia para que la indemnicen debidamente por todo lo que le hicieron. Pedía cuatro millones de euros por los 519 días que se pasó en la cárcel hasta que el azar la puso en libertad. Insistamos en ello: en apariencia quien la puso en libertad fue la justicia, pero quien realmente lo hizo fue la causalidad. El verdadero asesino mató a otra chica, cometió un error y fue detenido. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]EL MALDITO NEGOCIADO[/cita] El Supremo le dice ahora a Dolores, como ya le dijo la Audiencia Nacional en 2012, que no le puede dar el dinero que pide porque no ha llamado al negociado correcto. Le dicen los jueces que debería haber canalizado su reclamación a través del artículo 293 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y no del artículo 294.1 –que mira que hay que ser burro para confundirse en una cosa tan sencilla–, pues por este último artículo sólo se podría reclamar si no se hubieran producido los hechos, tras el cambio de la jurisprudencia del Tribunal Supremo sobre dicho artículo. ¿Está claro, no? Dolores no solo no tiene suerte con los jueces, con los jurados y con los periodistas, además parece que tampoco la tiene con los abogados. Ni con los artículos esos de la Ley Orgánica del Poder Judicial. La propia sentencia dice textualmente que “no se excluye la pretensión indemnizatoria porque se cuestione la culpabilidad o no de la recurrente, sino que la vía procedimental sea la oportuna”. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]EL HONOR DE LA JUSTICIA[/cita] En la sentencia del Supremo, tan escrupulosa ella pero tan bárbara a un tiempo, ha habido al menos un voto particular que, aun sin mitigar el dolor de Dolores, al menos salva el honor de la justicia. No salva a la justicia de sí misma ni a la justicia como tal justicia, pero sí la salva al menos de su ciego automatismo, de ese ordenancismo algo tontorrón en cuyo nombre se han cometido tantas injusticias. El voto particular de la magistrada Margarita Robles sostiene que hay que darle a Dolores sus cuatro millones sencillamente porque estuvo 500 días en la cárcel por unos hechos que le eran “completamente ajenos”. Robles cree, además, que la tesis de la mayoría de la sala le impide, de hecho, a Dolores acudir a la vía del error judicial al haber transcurrido el plazo de tres meses de caducidad para hacerlo. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]EN BUSCA DEL AZAR[/cita] He ahí pues el doble dolor de Dolores Vázquez. He ahí su doble mala suerte, su doble desgracia, su doble oprobio. Se va a quedar sin su compensación simplemente por no conocer cuál es la vía procedimental adecuada para reclamar que le compensen lo suyo. Lo llamativo, en fin, además de la propia sentencia, es el hecho de que la justicia no vislumbre ningún camino procedimental para ser justa y compensar así su propia injusticia. Lo ha encontrado para ser legal, pero no lo ha encontrado para ser justa. Eso significa que igual Dolores Vázquez tiene que irse a Estrasburgo o a La Haya o adonde sea para conseguir justicia. Igual, quién sabe, a lo mejor da la casualidad de que por allá arriba hay más jueces que ven la cosas como Robles y dan con el puñetero procedimiento que permita hacer justicia. Quién sabe: igual esta vez Dolores tiene suerte. Con el azar, como con la justicia, nunca se sabe.