Del 26 de enero al 1 de marzo de 2020 se puede ver en el Laboratorio de Arte de Berlín la exposición Borderless Bacteria/Colonialist Cash (Bacterias sin fronteras/Efectivo  colonialista) en la que su autor, Ken Rinaldo, llama la atención sobre los tres mil tipos de microbios que alberga por término medio un billete.

El dinero en efectivo es sucio, es un vector de enfermedades, es mucho más caro de gestionar que el electrónico y es el motor que alimenta todos los tráficos ilícitos y la economía sumergida. Ahora, cuando en España se discute sobre las vías para mejorar la justicia fiscal o como aumentar los ingresos del Estado para combatir la desigualdad y desarrollar la agenda social del gobierno de coalición, hay que recordar que la supresión del dinero en efectivo es la medida más efectiva para terminar con el fraude fiscal, las contabilidades en B, el dinero negro y la economía informal, el otro nombre de la sumergida.

En Suecia, Dinamarca y Noruega el uso del dinero en efectivo es ya casi residual, pero en el resto de Europa parece que los gobiernos y los bancos centrales no quieren aplicar las buenas prácticas de los países nórdicos. La transformación digital, de la que tanto se habla en los foros económicos y empresariales, no contempla por ahora la supresión del papel moneda. El dinero negro en billetes se blanquea mucho mejor que el electrónico y esta es una de las razones para las reticencias a su drástica reducción o eliminación.

El anterior presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, se mostraba en febrero del 2019 contrario al intento del Gobierno de España de fijar en 1.000 euros el límite para los pagos en efectivo que ahora está en los 2.500 euros. Sería bueno que los futuros presupuestos del Estado incorporen esta medida dentro de la estrategia para prevenir y luchar contra el fraude fiscal y que la actual presidenta del BCE, Christine Lagarde, no se oponga como ya lo hizo su antecesor.

El dinero en efectivo no deja rastros, pero su huella ecológica es grande desde su fabricación hasta su transporte en vehículos acorazados y su manipulación. Con el debate sobre la fiscalidad ecológica sobre la mesa de la ministra de Hacienda, la reducción del dinero contante y sonante en circulación es una urgencia ecológica y fiscal.