Tras una dura enfermedad, Pepe Díaz, el padre de la ex presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, fallecía en Sevilla a la edad 75 años el pasado viernes 10 marzo. Díaz, muy unida a sus padres y que de hecho vivían prácticamente en la misma zona, muy cerca, (los padres en el Tardón y Díaz y su familia en el Barrio León, ambos en Triana) para estar cerca de ellos y verse con asiduidad, está pasando desde hace tiempo por unos momentos muy duros. La enfermedad de su padre, la ha tenido junto a él durante todas las continuas etapas hospitalarias y de intervenciones quirúrgicas que ha sufrido.

Tras su fallecimiento, se mantiene bien y mal “a ratos”. Ahora, casi 20 días después de la dolorosa pérdida, Susana Díaz ha querido agradecer a los profesionales de la sanidad pública que atendieron a Pepe Díaz “en esa primera planta del Hospital Virgen del Rocío”, los cuidados y desvelos que mantuvieron con su padre.

Ello lo ha hecho con una carta abierta muy emotiva que ha publicado en su blog y que titula con un escueto, pero sentido, GRACIAS, SIEMPRE.

Este es el texto de la carta:


Hasta el día de hoy no he encontrado fuerzas para poder agradecer a tantos profesionales sanitarios su profesionalidad, el cariño, el amor y la humanidad con la que atendieron a mi padre y a toda nuestra familia hasta el final.

Ayer me invitaron a que los acompañara en la presentación de un documental sobre la humanidad en los cuidados hospitalarios. Sentí miedo a enfrentarme de nuevo a lo que había sufrido estos meses, pero al acudir entendí que era un regalo que una vez más nos hacían para mostrar esa entrega con la que nos habían cuidado tanto tiempo.

Mi madre no dudó de que sería así y que mi padre sería el primero que quisiera que fuera. Podría contar muchas cosas de lo vivido tantos meses en esa primera planta del Hospital Virgen del Rocío. Y cada detalle era un soplo de fuerza en nuestra vida. Hacían que sintieras que no estábamos solos, que ellos nos entendían, nos acompañaban y luchaban con nosotros.

Sé que seguramente olvidaré algunos nombres, pero quiero recordarles, M.ª Luz, Antonio, Auxi, Ana, Pilar, Trini, Iván (con sus cantes, sus adornos navideños y su incienso), Bea, Cristina, Vero, Mayte, Sergio, Rocío, Isabel, Patri, Susana, María José, Manoli, Amalia, Laura, Chari (y sus cafés), Nieves (con sus camillas que iban y venían) y tantos otros que son ya parte de nuestras vidas. E Ismael, que daba vida y era padre al mismo tiempo que mi padre luchaba para seguir entre nosotros.

Y Pepa, Mercedes, Luis y sus nefrólogos que tanto lucharon por él. Lucas, Jero y los vasculares que no lo dejaron jamás, cuánta fe os tenía. Curro y sus neurólogos y a Elena y sus rehabilitadoras que le animaron hasta cuando ya sabía que la vida se escapaba en cada suspiro. A todo el equipo de limpieza y en especial a Reme, a Jesús, a Carmen y a María José que nos daban aliento diario. Y podría seguir, pero las fuerzas no me acompañan.

Mi padre no pudo ganar el pulso de la vida, pero sé que se fue con la alegría de sentirse querido, de haceros reír, de soñar también con vosotros, con veros fuera del hospital junto a sus nietos, que eran su vida, para atenderos en lugar de ser atendido. Y nos deja el regalo de sentir siempre una gratitud enorme hacia grandes personas a las que nos ha unido en el final de sus días. Mi padre me enseñó muchas cosas, valores y a ser persona, y sobre todo la gratitud por eso, gracias siempre”.