Tal vez no lo recuerde, pero hace ya varios años que usted y yo, en cierta forma, coincidimos. Mientras usted era alcalde de Sevilla, yo formaba parte de una amplia red de colectivos sociales que denunciaba la exclusión, la pobreza, la ola de desahucios y la creciente precariedad que padecían los vecinos y vecinas de la ciudad. Ya usted hacía entonces oídos sordos a nuestras quejas y propuestas, mientras que sus políticas no hacían más que ahondar en la brecha social y en la desigualdad que aún caracteriza a la ciudad en que resido. Cuatro años después usted perdía su mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Sevilla y el destino quiso que volviéramos a coincidir, en esta ocasión, en un lugar tan vetusto como el Senado.

Y, como usted ya me era conocido, nunca me sorprendió la actitud que mantiene en cada una de las sesiones de control al Gobierno que se desarrollan en la Cámara Alta, en las que es preguntado y requerido por los representantes de las fuerzas políticas de la oposición. Usted no solo no responde a las preguntas que se le hacen, sino que contesta con una colección de tópicos,  frases hechas y cuestiones que nada tienen que ver con lo que se le pregunta. En una ocasión le pregunté por las instrucciones que tienen nuestras fuerzas de seguridad cuando interceptan a migrantes menores de edad en las vallas de Ceuta y Melilla. Usted, casi a voz en grito, se me terminó respondiendo “¡Ceuta y Melilla son España!”. ¿Sabe, por cierto, quién está más interesada que nadie en conocer esas instrucciones? Pues la propia Guardia Civil, cuyas asociaciones más representativas denuncian la inseguridad jurídica con la que han de trabajar cada día. Además, con su forma de proceder, usted desprestigia a un cuerpo formado por agentes que, trabajando cotidianamente en difíciles condiciones y sin los medios adecuados, velan por la seguridad de todos nosotros.

Hoy aprovecho esta tribuna y escribo estas líneas porque no puedo pasar por alto el desdén con el que usted actuó en la sesión de control parlamentario celebrada la pasada semana en el Senado. El pasado día 31 de agosto un precario bote con 45 personas a bordo y sacudido por el temporal se encontraba frente a las playas de Melilla. Tal y como cuentan los supervivientes, una patrullera de la Guardia Civil les interceptó y les mantuvo retenidos hasta que, posiblemente en territorio español, llegó una lancha marroquí para remolcarlos de nuevo hacia la costa magrebí. Durante aquella peligrosa actuación cayeron al agua varias personas y al menos siete mujeres perdieron la vida. Aminatou, Merveille, Dalloba, Pacience, Carmelín, Bebé y Clemence eran sus nombres. Yo me permito recordárselos para que no caigan, una vez más, en el olvido. ¿Recuerda usted lo que me respondió?

Por una parte, usted aportó una nueva versión de lo sucedido, diferente a las otras dos, ya de por sí distintas, que tanto usted como fuentes de su Ministerio habían ofrecido en días previos. Y no solo eso, además, usted me instó a que fuera yo misma quien siguiera investigando lo sucedido, en una evidente dejación de las funciones que deberían corresponder a todo un ministro del Interior. Por otro lado, en uno de sus lapsus lingüísticos ya habituales, llegó a afirmar que usted y su gobierno “trabajamos siempre contra la Ley”. La frase, fue curiosamente rectificada en el diario de sesiones de la Cámara, aún cuando quedan pruebas audiovisuales de su última metedura de pata. Le voy a conceder que lo que usted quiso decir fue que el Gobierno del que forma parte trabaja siempre cumpliendo la Ley. No obstante, olvidó usted subrayar un hecho relativamente importante: es su propio Gobierno y su partido quienes elaboran esas leyes cuya aplicación práctica, a partir de las órdenes que usted y su Ministerio dan a las fuerzas de seguridad, son totalmente contrarias a la legislación internacional. Y esto lo afirman organismos tanto nacionales como internacionales, señor Zoido. Me estoy refiriendo, por ejemplo, a la disposición adicional décima de la Ley de Extranjería, que permite las “devoluciones en caliente” a territorio marroquí de quienes, encontrándose ya en territorio español, son interceptados cuando intentan superar los elementos de contención en la frontera (la vallas de Ceuta y Melilla). A esas personas, que en muchas ocasiones sufren graves heridas producidas por las concertinas que su Gobierno se empeña en mantener, que cumplen en muchos casos los requisitos para reclamar asilo y protección internacional y que incluso son menores de edad, se les devuelve a territorio marroquí sin tener mínimamente en cuenta sus derechos. Además, usted hace que esas mismas prácticas se apliquen también a quiénes intentan entrar en nuestro territorio a través del mar. Y así, 45 personas desesperadas trataban de llegar a las costas de nuestro país cuando, siguiendo sus órdenes, una patrullera española las retiene sin llamar siquiera a Salvamento Marítimo. Estas prácticas, de las que usted es responsable, son las responsables del fatal desenlace que se cobró siete vidas humanas.

Solo puedo sacar una conclusión de sus palabras: ni usted ni su Gobierno son en absoluto trasparentes y no tienen voluntad alguna de que la opinión pública sepa lo que pasó. Y con esa actitud, señor Zoido, es usted quien coloca en el punto de mira a los agentes de la Guardia Civil, que se ven obligados a seguir las crueles órdenes de su Ministerio. Es fundamental esclarecer las causas del trágico naufragio que acabó con la vida de siete personas frente a las costas de Melilla y para ello es imprescindible conocer las grabaciones y conversaciones del operativo que se desarrolló durante esas fatídicas horas. Se las he pedido oficialmente. Pero, por supuesto, usted se guardó de responderme si las haría llegar o no al Senado. Con esa actitud suya, le repito, lo único que usted consigue es hacer recaer más sospechas sobre la Guardia Civil.

Tal vez está usted ahora mismo más ocupado registrando imprentas y sedes de medios de comunicación, en busca de unas urnas y unas papeletas que a sus ojos parecen armas de destrucción masiva. Sin embargo, hay miles de personas que durante los últimos años han perdido sus vidas en el Mediterráneo mientras intentaban llegar a Europa. A todas esas personas intentaron desproveerlas de su dignidad los gobiernos corruptos, las guerras, los grupos armados y las mafias ilegales que se aprovecharon de su dolor y sufrimiento. Pero mantuvieron intacta no solo su dignidad, sino también su valentía y el deseo de sobrevivir y buscar un mañana mejor y más seguro, para sí y sus familias. Hay otras personas que, en cambio, pierden por sí mismas la dignidad, por sus propios actos y mientras ponen en riesgo la vida de las más vulnerables.

Ya es hora de acabar con las prácticas que ponen en riesgo la seguridad y la vida de las personas y que, además, son completamente ilegales. Derogue la disposición adicional décima de la Ley de Extranjería (devoluciones en caliente por tierra y por mar) y, en todo caso, vele por el cumplimiento de la normativa internacional, que pretende garantizar los Derechos Humanos más elementales a quiénes, huyendo de la guerra y el hambre, intentan llegar a Europa.

Si usted conserva un mínimo de dignidad y aprecio por la vida humana, debe iniciar una investigación  trasparente para esclarecer lo sucedido frente a las costas de Melilla. Y, si usted no es capaz de hacerlo, dimita sin más. Abandone su cargo, porque no puede ser ministro quien se niega a esclarecer la verdad sobre la muerte de siete mujeres que, persiguiendo el sueño de un futuro mejor, murieron frente a nuestras costas. Aminatou, Merveille, Dalloba, Pacience, Carmelín, Bebé y Clemence. Estos son sus nombres. Que no caigan en el olvido.