Abril, el mes más cruel. “Leo, casi toda la noche, y en invierno me marcho al sur”. Este verso del poema de T.S.Eliot resume a la perfección mis días: bebo libros casi todas las noches y decidí instalarme en Sevilla antes de irrumpir los días de calor extremo. Una tierra bañada de azahar, arte y sentimiento. También de fiestas primaverales, delirio y contrastes. Necesito sencillez en mi vida y, no sé si por desconocimiento o profecía cumplida, la feria de Sevilla es todo lo contrario a la palabra simplicidad.

A los trajes de flamenca, luz y color se le suma un alma perfectamente lírica: buscar esa otra realidad que hay en la realidad. En este caso hablamos con Ismael Román y Álvaro Algaba, trabajadores de calesas que nos ayudan a contar lo que no se ve: el negocio de los paseos en caballos (y mulos).

 “Hoy se ha dado tan mal que no hemos ni comido”, nos confiesa Álvaro. Álvaro e Ismael son compañeros de oficio, originarios de los pueblos sevillanos La Luisiana y Fuente Palmera. Ambos se trasladan a la capital para trabajar la feria. “No hay nada nuestro, lo único que tenemos nosotros es la ropa. Trabajamos para nuestro jefe que en la feria de Sevilla pone sus animales, sus carros y busca clientes, cocheros y lacayos”, cuenta Ismael.

Para los ajenos al mundillo, “las calesas son el tipo de enganche”, aclara Román. “Yo no sé cómo va el tipo de viaje, pero el jefe le viene cobrando al cliente aproximadamente unos 1000 euros al día: el carro con los mulos y negociará un precio semanal”.

Condiciones de trabajo

¿Estáis conformes con lo que de esa cifra os paga, a su vez, a vosotros?, les preguntamos. “Está bien lo que nos pagan. (…) Bueno, está bien pero no está bien, porque muchas veces con lo que tú sacas no está pagado. Un cochero puede cobrar unos 120, 130 euros al día y mi compañero puede cobrar más o menos 80-90 euros por jornada”, refiriéndose a Álvaro. “Y en negro todo, no estamos como autónomos”, confiesa Ismael.

Ni autónomos, ni dados de alta “ni na’ de na’”. Y, ¿en caso de pasaros algo?. “Jamás en la vida, si te digo la verdad, nos hemos interesado por eso. Imagino que tendría que ir al médico y decir que me he caído para no poner en compromiso a nadie”, asume uno de ellos.

A mí, lo que me sorprende es cómo el ayuntamiento, sabiendo el dinero que genera este negocio, no regula la situación laboral de los cocheros (conductores de calesas) y lacayos (ayudantes) para que tengáis un contrato con alta en la seguridad social o en su defecto presentar factura, insistimos. Es decir, qué menos que cumplir con unos mínimos de condiciones laborales.

“Mira, te voy a resolver esa duda”, dice Ismael, porque “yo con quien trabajo en negro es con mi jefe, pero mi jefe sí tiene que sacar un seguro al carro, que es quien paga al ayuntamiento (…) A mucha gente tampoco le interesa eso porque yo, por ejemplo, tengo mi trabajo en el pueblo y en mi trabajo estoy dado de alta, estoy cotizando, estoy asegurado, y pido la semana de la feria para venir a trabajarla. Tengo días de vacaciones que necesito coger y para gastarlos en otro lado, los gasto en la feria que me gusta y me saco un dinerito”, narra Ismael.

Trato con el cliente

Ser trabajador y humano no son conceptos antagónicos, (no debería). “Este año es el año que más contento he estado por el tema de clientes, gente maravillosa”, nos aclaran.

“Les vas a recoger a la entrada de la feria, o a sus hoteles, según donde quedes con ellos, pero éstos nos han tratado muy bien (…) Otras veces, no es así. Hoy de hecho ya no estoy con este cliente y ni he comido”, confiesa Ismael.

“Cuando ellos comen te ofrecen a ti: ¿qué vais a tomar?, ¿qué vais a comer?”. El hecho, que no el acontecimiento e interpretación del suceso en sí, se trata de una situación que queda a merced de la voluntad del cliente y posee particularidades que, a mí, y sospecho que a mucha más gente, me parecen especialmente demenciales. Por desgracia no está en nuestras manos cambiar la realidad.  

Son negocios. Todo se ve muy bonito cuando llegas a la feria, ¿sabes?, pero nosotros llegamos a las cuadras a las 8.30h de la mañana y salimos a las 22h de la noche”. O sea, aunque las jornadas sean de 12 a 20h, de ocho horas de duración, realmente son 14 horas.

“Verás, hay cuadras por todos lados, también al lado de la feria, donde duermen los caballos. Los echas su pienso y su agua y mañana será otro día”. ¿Y los dejáis enganchados al carro?, preguntamos. “No, eso se desengancha ahora todo, los quitamos el arreo, los quitamos el carro, los mulos se quedan listos para mañana por la mañana volver a darles el pienso y enganchar todo de nuevo”, describe Ismael.

¿Vosotros sois ganaderos?, nos interesamos. “No, ganaderos no somos. Yo trabajo en una finca con los olivos y demás, y Álvaro está estudiando bachillerato mientras trabaja en un picadero en Córdoba”.

Un negocio polémico desde el punto de vista animalista

Me pregunto si la gente adinerada prefiere un carro tirado por caballos, más elegante, o les da igual que el carro sea encabezado por mulos. “A ver, yo qué sé, la gente con dinero paga lo que sea y ya está, lo que quieren es que los lleven, no les importa una cosa que otra”. Y lo vuestro, ¿son caballos?, insistimos. “Lo que llevamos a la feria son mulos, pero tenemos en la casa particularmente caballos. Nos compensa más trabajar el caballo de otro y si le pasa algo la responsabilidad es mía pero los animales no son míos”.

Respecto del maltrato animal, Ismael opina: “Yo no estoy de acuerdo porque tú eres el último que quieres que le pase algo a tu mulo o caballo, lo vas a cuidar más que ninguno. Traerlo a la feria es una forma de que se pague el pienso, por ejemplo. Antiguamente como se trabajaba era así, y no una semana al año que trabajan ellos, sino todos los días (…) Es una forma de rentabilizar el cuidado y mantenimiento anual”.

La feria de Sevilla es una vez al año, después está el camino del Rocío que también Ismael va a trabajarlo “porque me lo han pedido por favor, y si me lo piden por favor, voy a ir”. ¿Sabes si pagan más?, seguro que pagan más porque son más días, por día suelen pagar lo mismo o un poco más, imaginamos. “Es que no lo sé porque nunca he ido”, asegura Ismael, “pero este año voy a trabajar la romería para una familia que ya tiene su propio carro y sus propios animales”.

Y en todo este maremágnum, ahora viene la feria de Córdoba, y la feria de Jerez. “Yo no creo que vaya, pero Jerez , Córdoba y Sevilla son las más fuertes. En las fiestas de pueblos también se hacen paseos en caballo, hay quien se dedica sólo a trabajar carros y a vivir de ello”, cuenta Ismael.

“Más bonito y elegante es un caballo, pero cómo tira un mulo…”, defiende Ismael. Pues eso, que mucho podemos defender las causas perdidas y los derechos humanos (también los de los animales), pero donde manda don dinero, no manda marinero.