“Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos basta”, este es el título de un libro recién publicado de Carmen Junyent, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, y otras 69 lingüistas que argumentan contra la imposición de un determinado tipo de lenguaje inclusivo desde instancias de poder, pese a que esté encaminado al objetivo explícito de visibilizar a las mujeres y de esa forma ayudar a conseguir la igualdad.  Y se oponen porque creen que es contraproducente.

Avanzar hacia la igualdad real de las mujeres en una sociedad aún machista es un objetivo que comparto, por ello apoyo la mayoría de las acciones que promueven mis amigas y hermanas feministas, pero debo reconocer que  esta empezó a rechinarme pronto pues transformaba en farragosos los discursos y los textos con el desdoble sistemático de expresiones( os,as) para evitar emplear el masculino plural que en español incluye a todos, aunque si me parecía justo que si “una  mujer médico” quería ser  “médica” pues yo la llamaba así, como siempre las mujeres que habían ejercido el magisterio  eran maestras. Mi propia hija prefería entonces ser “la ingeniero” y no “la ingeniera”, lo que no me gustaba pero me parecía aceptable porque  yo en gramática soy muy antiguo, de Nebrija, y prefiero definir el género por el artículo y no por la desinencia. Pronto nos acostumbramos a decir “jueza”, “alcaldesa”, “rectora” o “vicepresidenta”, a medida que las mujeres ocupaban esas posiciones antes reservadas a los hombres.

Como no es un asunto del que sepa mucho, decidí consultar la opinión de algunas amigas y amigos, que pensé que podrían tener un criterio definido, remitiéndole una noticia sobre el libro a 42( 31 mujeres y 11 varones), Me han respondido18 mujeres y 5 varones, algunos expertos en la materia, y me han enviado  opiniones razonadas y ejemplos, con los que se podría hacer un pequeño ensayo;  gracias amigos. Una mayoría muy amplia concluye que pese a compartir el objetivo de la igualdad  el lenguaje inclusivo propuesto con sus duplicaciones, dificulta la comunicación y es contraproducente al objetivo de la igualdad pues favorece la crítica.

El origen de la promoción del lenguaje inclusivo estuvo en los movimientos feministas norteamericanos y específicamente en español a partir de 1973 cuando Delia Esther Suardiaz  publicó su tesis de maestría en la universidad de Washington “Sexism in the spanish language”, ella considera que “todas las lenguas son sexistas   porque el patriarcado es mundial” y que “el lenguaje sexista invisibiliza a la mitad de la humanidad” . Desde entonces las feministas entienden que el lenguaje solo es inclusivo si tiene referencias expresas a las mujeres,  únicamente a través de palabras de género femenino o en todo caso con términos que eviten el uso genérico del masculino, que a su juicio nació en nuestro idioma para invisibilizar a las mujeres y reforzar el patriarcado.

He leído bastante y sinceramente no he encontrado ningún argumento de peso que permita sustentar esta  interpretación genética, más bien la contraria. El indoeuropeo, idioma primigenio del que deriva el español, tenía solo dos géneros, uno para seres animados y otro para los inanimados y hace unos cinco mil años a causa de la importancia indudable de las mujeres y las hembras, se creó el género femenino para  distinguir (no es lo mismo tener 20 caballos que 2 caballos y 18 yegüas) y  consecuentemente el genérico inicial de los seres animados sin dejar de ser genérico pasó a ser considerado masculino por oposición al nuevo femenino. Es decir que el genérico masculino no es fruto del patriarcado sino de la visibilización de las mujeres y las hembras.

A pesar de ello las duplicaciones con mesura están aceptadas por la Real Academia y  ya en 1492 en el Edicto de Granada para la expulsión de los judíos se usa para que no quede duda de que se tenían que ir todos y todas cuando dice: “Mandamos a todos los judíos e judías de qualquier hedad que sean e biben e moran e están en todos los sitios de nuestros reinos y señoríos,…salgan de todos nuestros  reinos e señoríos con sus hijos e hijas, criados  e criadas o familiares judíos, así grandes como pequenos, de cualquier hedad que sean…”

Concluyendo, que me alargo demasiado. El idioma español  no corre peligro con esta iniciativa de tratar de promover  un determinado concepto de lenguaje inclusivo , porque el idioma es una construcción de los hablantes no de los poderes que puedan implantar o recomendar un uso u otro; él mismo por su historia atesora una sabiduría interna como si tuviera un genio que lo va modificando y puliendo desde hace miles de años. Esto lo aprendí leyendo hace años EL GENIO DEL IDIOMA  de Alex Grijelmo  que sigo regularmente en prensa y que recientemente ha publicado PROPUESTA DE ACUERDO SOBRE EL LENGUAJE INCLUSIVO en el que hace 36 propuestas que deberían ser tenidas en cuenta si queremos pacificar un asunto que no merece un enfrentamiento y menos entre los que apoyamos la igualdad.

Por mi parte seguiré feminizando el lenguaje que uso todo lo posible sin caer en el ridículo y sobre todo oyendo y leyendo a las mujeres para que lo que cuente en el futuro tenga en cuenta su aportación a la cultura, tan ocultada en el pasado. Confío que el Genio del español sea benévolo y  ayude a los hablantes a aceptar esa mayor visibilidad femenina.