Miles de concejales se han colgado ya su medalla y cerca de nueve mil alcaldes han estrenado su bastón de mando para representarnos durante los próximos cuatro años. El balance que harán los partidos de la constitución de los ayuntamientos será positivo en la mayoría de los casos, porque incluso en el caso de Podemos conservar Barcelona les compensará de otros sinsabores.

Pero hay una formación política que, en mi opinión, tiene un arduo trabajo por delante. Ciudadanos está emparedado entre la derecha del PP y la extrema derecha de Vox y ya saben que lo que primero se come en un sandwich es lo de dentro. Aunque, en algún caso, la fina loncha de un concejal se ha hecho con la vara de alcalde, solo se trata de la excepción que confirma la regla.

Las vicealcaldías, como las vicepresidencias, no permiten un alto nivel de protagonismo salvo en las sustituciones. Además, en el bocadillo resultante del 26 de mayo la rebanada de arriba va a presionar -como se ha visto en Andalucía- para mojar en el aceite que lubrica el aparato del poder municipal.

La visibilidad política del interior del emparedado no será fácil, tendrán que derrochar ingenio y creatividad para destacar con sus propuestas frente a las estridencias de Vox y las inercias mediáticas del poder de los alcaldes.

Los vetos de Albert Rivera y la cúpula de Cs al PSOE en las cuatro últimas campañas electorales han configurado una ubicación difícil dentro y fuera de nuestras fronteras que requiere una seria meditación por parte de sus cuadros. Cataluña, la comunidad donde nació el partido naranja, ha visto como se ha dilapidado el capital y el liderazgo políticos alcanzados por Ciudadanos en las elecciones al Parlament. El futuro no está escrito en ningún sitio y tendrán que esforzarse mucho para convertirse en la primera fuerza de la derecha.