Nada pesa más que la palabra dada a un amigo muerto. Tres años o dos o cuatro, hacía tiempo de ahora, noche pronta y triste, nos quedamos mano a mano en una barra que no recuerdo, tú (moderadamente) licor de guindas, yo güisqui con gas. Yo dije mi padre (como siempre) entre lágrimas. Tú dijiste el tuyo y aguantaste aunque te costó y recuerdo tu voz rota y una emoción que temblaba en tus labios. Y así fue como se selló el trato que ahora malditamente me obliga a escribir (te) o a escribir de ti que te has muerto y ni siquiera los dioses, tú dirías, lo han podido remediar. Llevo dos días en los que tu nombre devora todo el oxígeno que hay en el aire, Antonio Falcón.

1.- La carrera.- Al día siguiente, me hiciste llegar un texto (con valiente sorna encabezado por un “querido obituariador”) para documentar la nota de vida que tendría que escribir si, cumpliendo mi promesa, eras tú el primero que ganaba la paz eterna. Andabas en los manejos de tu ejercicio de memoria que luego sería el libro que Juan Carlos Patrón, por cierto autor del nuevo logo de Andalucía, diseñó con tu fotografía de triciclo y bufanda. Aquí lo punteo: sucedió que mi padre siendo un chaval vio aparecer por el cortijo una partida de gente armada…que resultaron ser guardias civiles camuflados…fue detenido y llevado a la cárcel de Cazalla, que en aquellos años era un lugar siniestro…como era tan joven “sólo” lo condenaron a una multa de diez mil pesetas de entonces…no había suficiente “papel de pago” al Estado en Alanís y Cazalla y tuvieron que buscar hasta en los pueblos de Badajoz. Ya libre, y otra vez solo, mi padre vio de nuevo a un grupo armado haciéndole señas desde la loma que hay tras los olivares…esta vez no los esperó…salió corriendo todo lo que pudo…seis o siete kilómetros campo a través…hasta que encontró a gente del pueblo que lo llevaron a casa...el día que yo hablo fue en 1969, cuando llegué al pueblo con 18 años y recién terminada la carrera de Magisterio y me encontré con Ventura el municipal, que cuando chico nos quitaba la pelota y me dijo: pues tú habrás terminado la carrera, pero para carrera la de tu padre.

2.- Jubileta Premium.- La señora del kiosco, mil pesetas para pagar una revista, es que no tengo suelto, es que no le voy a cobrar, ¿usted no es Antonio Falcón, el comisionado para la droga? sí y eso qué tiene que ver, que yo sigo mucho el trabajo que usted está haciendo por los drogadictos y quiero tener este detalle con usted. Fue uno de los momentos más hermosos de mi vida.

Así que una vez al mes, durante años que ya no quiero sumar, organizábamos una comida/tertulia Antonio Conde (uno de los políticos con más talento de Andalucía), Antonio Joaquín Durán (la voz más hermosa del andaluz masculino), el jubileta prémium Antonio Falcón y, yo que pasaba por allí, pues ni me llamaba Antonio ni me pensaba bautizar. Cito textual de sus memorias: “paso este tiempo muy metido en casa, con mis recreos gastronómicos con Durán, Conde y Romacho, al que de momento perdonamos que incumpla con nuestro santo patrón”. Para remediarlo, Falcón me bautizó en el acrónimo EP (empresario progresista), lo que trajo consigo los correspondientes dislates en el grupo de guasap, única excursión que me permito en el pantanoso mundo de las redes sociales.

Ocurría que cada vez, durante el almuerzo y las sobremesas, Antonio ejercía su liderazgo memorial de un tiempo que nos iba rescatando con deliciosa palabrería, la melena de Pive Amador, los desvaríos de Silvio (y su arte), la geografía humana de esa Sevilla que ya bullía en política de los adentros de la dictadura moribunda y los años primeros de la libertad sin ira. Siempre llegaba puntual a las citas, siempre un oloroso a la espera. Siempre la misma respuesta al primer abrazo: “mi chillan por la calle, los que vivimos de nuestro cuerpo…” Directamente se la copié.

3.- Maribel.- Hay una energía emocional en la mirada de algunos hombres. La tuya aparecía cuando hablabas de Maribel. Treinta años después pronunciabas su nombre con admiración, describías con precisión el talento del que te enamoraste viéndola trabajar con los niños, sus ocurrencias fuera de los dogmas y los programas educativos, pintadas, papirotes. Y ese cuidado de pareja militante y fervorosa con el que la has protegido en estos últimos años… Maribel.

4.- Lele.- Si pretendes hacer frente al odio con el odio es que ya te has dejado manipular. Te tengo anotada esta frase, ponderando las interminables virtudes de tu especialísimo Lele Colunga, del que fuiste, tú decías, su “abogado de cabecera”. Los últimos jueves de todos los meses de los últimos 10 años lo seguías homenajeando en la misma mesa que compartías con él y un grupo de amigos. Hablabas así de Colunga y conseguías que apareciera entre nosotros. Y luego aquella admonición extraída de Lele que me sonaba a regañina y me solías repetir cada vez más: ¿Tú no estás en la calle, niña?, ¿Tú no estás “en la calle”?  Pues deja quietos los adjetivos, anda. Pero ya sabes que tengo días que no te hago caso.

5.- Yo comunista.- Te pedía muchas veces el “bis” de Benítez Rufo, una de tus citas maestras, que te habré oído unas veinte veces siempre como si fuera la primera: decía Benítez Rufo alias Ramiro, citando parece que a Gramsci: al partido se llega por tres vías: La vía del cerebro, propia de intelectuales; la vía del corazón, propia de idealistas y románticos. Y la del estómago, propia de obreros y proletarios. Las dos primeras son las más fiables; la tercera, es para los que no les queda otro remedio. Lo relatabas con la autoridad que le confiere a uno haber nacido un 14 de abril, lo que te permitía perfumar un elegante y moderado republicanismo en la partida de nacimiento.

6.-Nueva York.- Primer sol de este maldito otoño, estábamos en una venta aljarafeña, nos dijiste, me dijiste, con esa cara digna de la inocencia del niño del triciclo (que te lo habían hecho en la fragua de tus tíos y luego usaron tus primos) pero con un adorable punto canalla, que te habías traído tres conjuntos de Nueva York para tres destinos verdaderos. Estallaron las risas y las puyas divertidas acerca de tu propensión a estrechar lazos con el periodismo. Te abracé. Tengo esa foto como mía. Hace apenas tres semanas.

Y ahora un vacío que no sé cómo gobernar. Un vacío de noviembre, que es el mes que se inventó para morirse. En esta cueva negra de la maldita peste, aquel poema de Gil de Biedma: no leer, no escribir, no sufrir. Ahí fuera no se habla de otra cosa que de tus desempeños admirables en los linderos más complejos de la política (la droga, el juego, la policía local, el maravilloso guiño de la propiedad intelectual del Plan Romero) y la lista interminable de encomiendas con éxito, del que siempre saliste huyendo.

Alguien escribió de Fitzgerald que tenía una elegancia tan natural que parecía deliberada. Eso me dije siempre de ti. Le he robado a Vivian Gornick la mitad del título de su novela. Estas dos últimas madrugadas un largo insomnio de tu parte me ha hecho reconstruir un gran mecano de nuestros apegos felices. Me he puesto para escribirte la preciosa camisa que me regalaste. Promesa dolorosamente cumplida. Amigo, hermano mío, descansa en paz.