Todos pendientes de Vox. Su solemne y reiterado compromiso de no apoyar la investidura de Juan Manuel Moreno si este no les da entrada en el Gobierno autonómico ha convertido la cita de hoy en un verdadero ‘tour de force’ para el Partido Popular, obligado a hacer una titánica demostración de poderío electoral para librarse de la tutela que Vox tanto ansía imponerle y que, de conseguirlo, marcaría el rumbo no ya de la política andaluza sino, muy previsiblemente, de la política española.

El Vox de 2022 no es el de 2018. A aquel fue fácil convencerlo de que sumara sus escaños a los del PP y Cs para alcanzar el objetivo compartido por los tres partidos de desalojar al PSOE. El Vox de 2022 es un partido escarmentado: no quiere repetir la experiencia de apoyar desde fuera a un Gobierno presidido por el PP. Piensa, no sin razón, que el PP ha intentado cínicamente no cumplir lo pactado en 2018. O cumplirlo al mínimo. Ahora, Vox quiere estar dentro. O dentro o nada.

Salvar muebles, repetir hazañas

Avalan la exigencia ultra, por una parte, su frustración como “tercera pata” del Ejecutivo andaluz hasta su ruptura definitiva en noviembre de 2021 y, por otra, los casi 870.000 votos logrados en Andalucía en las generales de noviembre de 2019, apenas 7.200 menos que el PP. Vox es hoy un partido escaldado, pero también un partido exultante.

Exultante, desde luego, pero también consciente de que si este 19-J los votantes pinchan el globo de tanta euforia otorgándoles un número de papeletas muy inferior a las 869.909 de las legislativas, equivalentes a algo más del 20 por ciento, Andalucía habrá marcado irremisiblemente el techo electoral de Abascal y los suyos. Vox confía en repetir hoy la hazaña castellanoleonesa: 230.700 votos y el 16,8 por ciento en las legislativas de 2019 y 212.600 votos y el 17,6 por ciento en las autonómicas de 2022.

Vox no es, claro, está la única incógnita de la jornada, dado que este 19-J se juegan varias partidas simultáneas en el tablero andaluz. Las tres marcas de la izquierda disputan la suya: su obsesión no es dar jaque mate a las derechas, algo que se antoja imposible, sino más bien hacer tablas consigo mismas logrando no menos escaños que en 2018. Dicho más coloquialmente: su objetivo es salvar los muebles. No por ello dejan, sin embargo, de soñar cada una de las tres fuerzas con su particular milagro: el del PSOE, acercarse en escaños al PP; el de Por Andalucía, no quedar por debajo de 10; el de Adelante, llegar a 5.

Moreno toma nota

Mas, siendo importante qué suceda en la izquierda, la incógnita relativa a Vox es la más trascendental: si los resultados le dan para entrar en el Gobierno de la Junta, la política andaluza no será la misma, los consensos básicos de la Transición sobre los que se sustenta el Estatuto de Autonomía se verían seriamente comprometidos y determinados derechos que se daban por asentados estarían en riesgo.

Para Vox, la legislatura de 2018 liderada por Moreno ha sido de mera continuidad de las políticas socialistas. Y en cierta medida lleva razón: el continuismo que tanto enfurece a los ultras es en gran parte el motivo de que al PP andaluz no vaya a ocurrirle en Andalucía lo que le ocurrió en Castilla-La Mancha y Extremadura, donde María Dolores de Cospedal y José Antonio Monago duraron un triste mandato. Moreno debió tomar buena nota. El presidente ha procurado no espantar ni ofender al votante socialista, y las encuestas de los medios, con el CIS avalando a todas ellas, dicen que lo ha conseguido. A ello hay que sumar, claro está, el naufragio de la armada de Cs, cuyos valiosos pecios ha rescatado el PP.

La horquilla que la demoscopia atribuye al partido de Santiago Abascal oscila entre los 16 escaños de GAD3 para el diario ABC y los 25 del ElectoPanel para El Plural. Igualmente holgada es la horquilla del PP: un mínimo de 40 y un máximo de 53. Al ser vasos comunicantes los electorados de ambos partidos y descontada la cosecha de votos naranjas que irán al PP, lo que uno sube lo baja el otro, y viceversa.

¿Amarga victoria?

El escenario ideal pero improbable para los populares es lograr por sí solos la mayoría absoluta de 55 diputados; el segundo escenario, también excelente para los de Moreno, sería sumar esa cifra con el puñado de diputados que obtenga Juan Marín. De ahí para abajo, todo serán problemas para el PP, tanto si se aviene a un Gobierno de coalición con ese Vox resentido y eufórico que encabeza Macarena Olona como si descarta tal opción.

De no sumar pero sí aproximarse a la cifra de 55 y con tales credenciales aritméticas vetar la entrada de Olona en San Telmo, el presidente se verá obligado, primero, a una negociación a cara de perro para superar el comprometido trance de la investidura; y, segundo, a gobernar basculando sobre una geometría variable de acuerdos a derecha e izquierda que ningún gobernante desea. Al contrario que la dulce derrota de 2018, la victoria de hoy de Moreno puede acabar teniendo un sabor particularmente amargo.