Los dos únicos hechos nuevos, objetivamente hablando, que se han producido esta semana en relación con un posible adelanto del calendario electoral en Andalucía han sido estos: una encuesta del grupo Publicaciones del Sur que otorga excelentes resultados al PSOE y a Ciudadanos y la apresurada convocatoria de primarias en el partido naranja para elegir su candidato a las autonómicas.

Lo demás está todo igual que estaba hace dos semanas o dos meses: quienes no saben hablan y quienes saben no hablan. La decisión de esperar o no esperar a marzo está en manos de la presidenta Susana Díaz, y el discurso oficial que sale de su entorno no ha cambiado: la intención es agotar la legislatura. El mensaje de su socio de investidura también es ese: no hay motivo para adelantar las elecciones.

Pese a esas proclamas, el runrún del adelanto electoral no ha cesado de crecer en las últimas semanas, y no tanto al hilo de los mensajes oficiales como a pesar de ellos. No obstante, el runrún político y periodístico es una cosa y la realidad es otra. Dicho de otra forma: hoy por hoy, decir que Díaz adelantará las elecciones es una afirmación verosímil, pero no verdadera. 

A continuación se resumen las razones a favor y las razones en contra del adelanto. Ciertamente, las primeras son más numerosas pero algunas de ellas las carga el diablo.

RAZONES A FAVOR

Una. Todas las encuestas favorecen hoy al PSOE, que volvería a ganar, y a Ciudadanos, que podría igualarse o incluso adelantar al PP. Mejor adelantar las elecciones a octubre o noviembre que esperar a marzo.

Dos. Los adversarios de la actual mayoría de PSOE y Ciudadanos que sostiene a Díaz no están en su mejor momento: el PP está en pleno proceso de refundación interna y la confluencia de Podemos e Izquierda Unida está en pleno proceso de maduración y provocando tensiones con la dirección nacional.

Tres. El efecto Sánchez está tirando de las siglas PSOE hacia arriba por el momento dulce que todavía vive el Gobierno, pero esa favorable coyuntura puede empezar a agriarse en los próximos meses dada la extrema fragilidad parlamentaria del Ejecutivo.

Cuatro. La cercanía de las elecciones municipales y autonómicas de mayo a las andaluzas si estas se celebraran en marzo podría, como en 2015, eternizar la investidura, con lo que Andalucía volvería a ser moneda de cambio para los partidos, que esperarían a mayo para jugar la carta de sus alianzas.

Cinco. La sentencia de los ERE podría dictarse en una fecha cercana a las elecciones si estas se celebran en marzo; no así si se convocan para el otoño, pues para esas fecha el juicio aún no habrá terminado.

Seis. Susana Díaz y el PSOE andaluz no quieren una coincidencia electoral con Pedro Sánchez, eventualidad que quedaría conjurada si las andaluzas se adelantan.

Siete. El adelanto podría ‘venderse’ como puramente técnico, ya que sería como mucho de unos cinco meses, dentro de los cuales se incluirían las fiestas navideñas y enero, mes parlamentariamente inhábil.

Ocho. Un Gobierno salido de las urnas en noviembre tendría las manos libres para hacer el presupuesto de 2019, mientras que si las elecciones son en marzo y los presupuestos se aprueban en diciembre, el nuevo Gobierno se vería de algún modo forzado a aplicar unos presupuestos que no eran suyos sino de su antecesor. 

RAZONES EN CONTRA

Una. Agotar el mandato suele ser un plus para los gobernantes. Susana Díaz ha defendido hasta la saciedad la estabilidad política andaluza y sus benéficos efectos sobre la economía: tirar por la borda esa estabilidad con casi medio año de antelación porque las encuestas son favorables al Gobierno olería a ventajismo electoral, un pecado que los ciudadanos no siempre perdonan.

Dos. Ciudadanos podría pronunciarse enérgicamente en contra del adelanto si pensara que ello le beneficia y para salvaguardar su discurso de la estabilidad, también muy reiterado durante toda la legislatura. Si no cuenta con la complicidad de Juan Marín, a Díaz se le será más difícil –aunque no imposible– justificar convenientemente el adelanto.

Tres. La oposición en bloque acusaría a Díaz de adelantar pensando únicamente en su interés partidario, como ellos tantas veces habían augurado. Adelantar las elecciones requiere tener una buena razón para hacerlo: quienes las han adelantado sin tenerla se han llevado una sorpresa desagradable.