La primera acepción del adjetivo ‘junto’ que ofrece el Diccionario de la Academia es “unido, cercano”, mientras que la cuarta acepción de ‘revuelto’ es “intrincado, enrevesado, difícil de entender” y la sexta, ya como sustantivo, es “plato consistente en una mezcla de huevo y algún otro ingrediente, que se cuaja sin darle forma alguna”.

Valga esta visita relámpago al diccionario como intento de clarificar las ambigüedades contenidas en la carta difundida este viernes por Adelante Andalucía cuando se cumplía el primer año de su esperanzada presentación en sociedad en Sevilla, cinco meses antes de que las elecciones andaluzas de diciembre derramaran un cubo de agua helada sobre la confluencia, nacida para sumar pero condenada a restar: 586.00 votos y 17 diputados en 2018, frente a 866.000 votos y 20 diputados obtenidos separadamente en 2015 por Podemos e Izquierda Unida.

¡Es la guerra!

Ante un fracaso electoral de tal envergadura, solo al noble propósito de no desmoralizar a la tropa cabe atribuir que el manifiesto para celebrar el cumpleaños de Adelante sostenga sin rubor que “este resultado nos reafirma en la idoneidad del proyecto”. Voluntarismo tal vez más candoroso que astuto, pero en todo caso necesario, pues es bien sabido que la política tiene muchos parecidos con la guerra, como los tienen los partidos con los ejércitos, los líderes con los mariscales y los militantes con la infantería.

Más allá de que la ausencia de sus líderes fundadores Teresa Rodríguez, de baja temporal, y Antonio Maíllo, de baja definitiva, desluciera la convocatoria del aniversario en los mismos jardines sevillanos de La Buhaira que hace un año, el manifiesto no declara cuáles son los planes orgánicos de la confluencia, que formalmente se mantiene en un cierto limbo a medio camino entre la unidad y la dualidad, pero que materialmente opera como un grupo parlamentario independiente y organizativamente se comporta como una fuerza confederal.

Un camino transitable

Lo más atrevido que llegan a decir los redactores del manifiesto –Pablo Pérez Ganfornina, Podemos Andalucía; Toni Valero, Izquierda Unida Andalucía; Antuan Vargas, Izquierda Andalucista; y Pilar González, Primavera Andaluza– es que “en los próximos meses las direcciones de las organizaciones que conforman Adelante Andalucía darán pasos para hacer avanzar nuestro proyecto a nivel organizativo y a nivel político”.

El primero de esos pasos será “el lanzamiento de una campaña conjunta de todas las organizaciones con los elementos centrales de un programa alternativo al gobierno de las derechas” y que a su vez contribuirá al “objetivo de consolidar un movimiento social que actúe de palanca para transformar nuestra realidad”.

Los gestores de Adelante Andalucía dicen tener “claro que el único camino transitable para la izquierda andaluza es el de la unidad, en las calles y en lo electoral”. Sin embargo, el manifiesto no contiene ninguna referencia al tipo que relaciones que la confluencia quiere mantener en el futuro con el Partido Socialista y que hasta ahora y a día de hoy se sitúan en las antípodas de las que mantiene Unidas Podemos –equivalente federal de Adelante– con Ferraz.

Siempre las dos orillas

Mientras que Pablo Iglesias y los suyos admiten aunque con reparos a Pedro Sánchez en el club de la ‘verdadera izquierda’, Teresa Rodríguez y los suyos se resisten a hacer lo mismo con Susana Díaz, quien a su vez tampoco es precisamente manca en sus ataques a la confluencia.

El hecho es políticamente relevante porque es probable que haya Gobierno nacional de coalición de PSOE y Podemos y porque la escisión morada que encabeza Íñigo Errejón –con quien la senadora de Adelante Esperanza Gómez comparte grupo en el Senado, aunque por razones funcionales más que propiamente ideológicas u orgánicas– viene apostando sin reparos por un entendimiento con los socialistas como única manera de contrarrestar a las derechas.

Qué ser de mayor

Lo que Adelante sigue sin decidir, o al menos sin explicitar, es qué quiere ser de mayor, aunque todo indica que sus promotores siempre tuvieron en mente que la confluencia se convirtiera, con todas las consecuencias, en una Marea o unos Comunes andaluces. Por ahora, como el revuelto gastronómico, Adelante parece haber cuajado bien, pero aún no tiene forma.

Eso justamente es lo que, un año después de su fundación, no acaban de decidir. Permanecer ‘revueltos’ pero no ‘juntos’ puede que sea una decisión tácticamente prudente, pero electoralmente ha demostrado ser poco operativa: en diciembre, Adelante no solo quedó por debajo de la suma de Podemos e IU, sino también muy lejos de los 20 escaños logrados en solitario por IULV-CA en 1994.

Romper su actual techo electoral tal vez le exija decisiones organizativas más drásticas, pero también embarcarse en un cierto proceso de ‘errejonización’, siempre comprometido y que, hoy por hoy, está muy lejos de los planteamientos dominantes en la nomeclatura de la confluencia.