Operación blanqueo del 28-F. El PP siempre ha sido consciente del lastre electoral que, para alcanzar una mayoría política estable en la comunidad, le suponía la fea conducta que tuvieron sus predecesores de la derecha andaluza en 1980.

El Partido Socialista, Izquierda Unida y, en su día, el Partido Andalucista en su versión progresista nunca dejaron de restregárselo durante años. Todos los reproches eran dolorosamente ciertos: el PP podía hacer poco más que aguantar el chaparrón, mirar hacia otro lado y cambiar cuanto antes de tema de conversación.

No significa todo ello que le estuviera vedado el acceso a la primera plaza entre las preferencias electorales de los andaluces. De hecho, llegó a hacerse con ella en marzo de 2012, cuando el PP de Javier Arenas ganó las elecciones; fue por escaso margen, pero las ganó: 50 diputados y el 40,6 por ciento de los votos, frente a los 47 escaños y el 39,5 por ciento del Partido Socialista.

Espejismo en 2012, realidad en 2018

Aun así, ni siquiera en su mejor momento logró la ansiada mayoría absoluta, y por eso no pudo gobernar. En todo caso, aquella ventaja de 2012 sobre el PSOE tuvo bastante de espejismo porque estaba vinculada mucho más al generalizado bajón socialista por la desastrosa gestión de la crisis económica que a que los populares hubieran logrado por fin que los andaluces le perdonaran su pecado original de 1980.

La absolución que no pudo gestionar en 2012 sí parece, sin embargo, que pueda alcanzarla ahora. Su sorpresiva llegada al poder autonómico tras las elecciones de diciembre de 2018 le ha dado al PP la oportunidad que llevaba décadas esperando y que rozó con los dedos hace ocho años.

La poderosa maquinaria institucional está ahora a su servicio y es una valiosísima plataforma desde la que ¡por fin! le será posible arrebatar a los socialistas la bandera andalucista que estos, a su vez, le habían arrebatado en su momento a la única formación andaluza oficialmente nacionalista y con presencia parlamentaria hasta 2008: el Partido Andalucista.

Al fin y al cabo, lo que a su manera está intentado el PP no es muy distinto de lo que, con mayor ambición pero poco éxito, ha venido intentando la dirigente morada Teresa Rodríguez con su proyecto de convertir las siglas electorales Adelante Andalucía en un partido con identidad, listas, financiación y contabilidad propias.

El PP andaluz no aspira a tanto, naturalmente, pero sí a desplazar al PSOE como partido que durante años ha venido encarnando la defensa de los intereses de la Comunidad. Con 40 años de retraso, la derecha del sur ha visto llegada a la hora de volverse andalucista; dentro de un orden, pero andalucista.

Mecha sanchista, pólvora catalana

La coyuntura nacional le es extraordinariamente favorable debido a la cuestión catalana. En este 28-F en que se cumple el 40 aniversario del heroico referéndum de 1980, el Gobierno de Juanma Moreno y su partido no están dispuestos a desaprovechar la ocasión: los cañones los pone San Telmo y la pólvora corre a cargo del conflicto catalán, cebado generosamente con una alianza de Pedro Sánchez con el independentismo que hasta el mismísimo Felipe González pone abiertamente en cuestión.

Hace dos días, en una entrevista en Televisión Española, el presidente Juanma Moreno aireaba una pequeña muestra de su ‘armamento’: "Evidentemente que va a haber cesión a Cataluña por el Gobierno de Pedro Sánchez, que intentará privilegiar ese territorio con una financiación extraordinaria, y contra eso, la Junta va a dar la batalla".

Durante las últimas semanas, diferentes portavoces del PP y del Gobierno han ido preparando el terreno con declaraciones siempre en la misma dirección y con el mismo mensaje: para mantenerse en el poder, Pedro Sánchez está traicionando a Andalucía con la connivencia de Susana Díaz.

“El PSOE ha cambiado el andalucismo por el sanchismo”, decía días atrás la número dos del PP andaluz, Loles López, que añadía: “Es triste ver cómo un partido de Estado como el PSOE ataca a Andalucía por todos los flancos”. Se refería López al flanco catalán, pero también al vasco a cuenta la controvertida cesión de la gestión la Seguridad Social a Euskadi.

Y lo mismo venía a decir el portavoz adjunto del Grupo Parlamentario Popular Andaluz, José Ramón Carmona: “El PSOE andaluz ha pactado con Pedro Sánchez la rendición de Andalucía, pero desde el Partido Popular y desde el Gobierno de Juanma Moreno no lo vamos a permitir”.

Más explícito incluso era el vicesecretario general del PP andaluz, Toni Martín: “El nuevo andalucismo es el de Juanma Moreno: antes, si no eras del PSOE, estabas en contra de Andalucía; ahora han tirado la bandera al suelo y la han pisoteado para que Sánchez negocie su sillón de la Moncloa, pero aquí está el PP para levantar esa bandera más alta que nunca”.

Blanqueo del pasado

En esa trabajada estrategia popular de blanqueo del pasado antiautonomista y de conquista de una identidad andalucista para el futuro habría que incluir la astuta concesión de la recién creada ‘Medalla Manuel Clavero’ al carismático expresidente socialista de la Junta Rafael Escuredo.

Operación redonda porque con ella el Gobierno conservador mata varios pájaros de un tiro: posa de centrista y tolerante premiando a un socialista; se apunta a precio de saldo a la épica del 28-F de 1980 de la que siempre estuvo excluido distinguiendo a su principal protagonista; alza sin complejos la bandera de un andalucismo que hasta ahora le estaba poco menos que vedado; y golpea con el mástil de la bandera las castigadas espaldas del Partido Socialista, obligado a poner buena cara ante la audaz jugada popular.

El único obstáculo que, en principio, el Gobierno andaluz podría encontrar en su plácido itinerario nacionalista sería Vox, su socio parlamentario, para quien el Estado de las autonomías es un despilfarro escandaloso. Ciertamente, Vox quiere acabar con las autonomías… pero no ahora.

Al contrario que en otras cosas, en esta de liquidar el Estado autonómico los ultras no tienen prisa. El suyo es un antiautonomismo más bien verbal, más de ruido que de nueces y más teórico que práctico.

El camino del PP para fundirse en un abrazo con el Blas Infante asesinado por las derechas en agosto del 36 está, pues, despejado.