Tras publicarse este miércoles la encuesta del CIS, en principio la más fiable al contar con cerca de 5.000 entrevistas, se completa el ciclo de sondeos previos al arranque oficial de la campaña electoral, cuyo pistoletazo de salida se dio a las cero horas del pasado viernes. Habrá más sondeos en las dos semanas de campaña, aunque el que habrá que prestar especial atención al que está ultimando Metroscopia, también con más de 4.000 entrevistas.

El pronóstico del CIS coincide con los publicados hasta ahora en una sola cosa: el Partido Socialista de Susana Díaz volverá a ganar las elecciones con un resultado bastante parecido al logrado hace casi cuatro años, cuando sumó 47 escaños y algo más del 35 por ciento de los votos. Los expertos, sin embargo, no se ponen de acuerdo en quién ocupará esa preciada segunda plaza que en el terreno incruento de la demoscopia se disputan desde hace semanas el PP, Ciudadanos y Adelante Andalucía (AA).

¿Votos o escaños?

¿Segunda plaza en votos o en escaños? La pregunta no es baladí. El CIS se la asigna a AA en porcentaje de votos, pero a PP y/o Ciudadanos en escaños. Ciertamente, lo que cuenta a efectos de la aritmética parlamentaria son los escaños, pero no conviene despreciar los votos a efectos de la moral de la tropa, pues ser segundo significa que algún día se puede ser primero.

Convencidos, aunque no puedan verbalizarlo públicamente, de que los andaluces le siguen teniendo reservada la primera plaza al PSOE si la campaña no lo remedia, los otros tres partidos en liza especulan con las muchas ventajas que tendría para ellos ser los segundos.

El PP y los presagios

Para el PP de Juanma Moreno, la ventaja sería obvia. Tan obvia como lo fue para el PSOE de Pedro Sánchez en las generales de 2016, cuando evitó el sorpasso de Podemos que todas las encuestas daban por seguro.

Si Moreno evita el sorpasso de Ciudadanos, puede que no salve la vida pero sí el honor: tal vez no evite su defenestración como presidente del PP andaluz, pero le habrá hecho a su partido ese último servicio de evitarle la humillación de ser derrotado por unos pipiolos recién llegados al territorio de centro derecha de cuyo usufructo venía disfrutando el PP en solitario desde hace decenios.

Perder esa segunda plaza sería además mal presagio para Pablo Casado de cara a municipales y generales. Un PP doblegado por Cs en Andalucía multiplicaría las dudas sobre del liderazgo de Casado, cuya consistencia y durabilidad están aún por contrastar.

Cs y la hegemonía

Los argumentos sobre la importancia para el PP de lograr el segundo puesto sirven, aunque en sentido inverso, para Ciudadanos, si bien con la particularidad de que su efecto en la dinámica parlamentaria sería mucho más relevante. Que el PP quede segundo, tercero o incluso cuarto no cambiará su conducta en la oposición, que será ‘no es no’ en cualquiera de los tres casos.

Por el contrario, la estrategia de Ciudadanos podría muy bien no ser la misma si queda segundo que si queda tercero o se mantiene en su cuarto puesto. Un Ciudadanos relegado a la cuarta plaza habría fracasado en su intento estratégico de disputar al PP la hegemonía del centro derecha y, en consecuencia, ello lo animaría a reeditar el acercamiento a los socialistas: no al día siguiente de las elecciones –resultaría demasiado impúdico– pero sí unos meses más tarde, después de las municipales y europeas de mayo tal vez.

Adelante Andalucía y el camino

Si los argumentos y conjeturas sobre el comportamiento del PP valían para Ciudadanos pero al revés, los manejados para Ciudadanos según logre o no la segunda plaza valen como tales para Adelante Andalucía. ¿En qué sentido? Pues en el de que una confluencia encaramada al segundo puesto en porcentaje de votos supondría un aval a la estrategia de hostilidad con el PSOE practicada en esta legislatura por Antonio Maíllo y Teresa Rodríguez, a quienes en ese caso las urnas les habrían dicho ‘seguid así, vais por el buen camino’.

En consecuencia y como sucedería con Ciudadanos, para Adelante Andalucía conquistar el 2 de diciembre la segunda plaza desincentivaría la extrapolación al sur de Despeñaperros de la ‘ostpolitik’ que Pablo Iglesias viene practicando cautelosamente en Madrid con el PSOE de Pedro Sánchez.

Digamos que para Susana Díaz y su deseo de estabilidad parlamentaria, propio de todo gobernante, sería muy mala noticia que AA mejorara significativamente su 21,7 por ciento de votos y 20 diputados logrados conjuntamente por IU y Podemos en 2015. Por el contrario, si la confluencia es adelantada por Cs y PP, sus promotores tendrían más incentivos –que oportunamente Iglesias le recordaría a Rodríguez– para alcanzar acuerdos, siquiera fuera puntuales, con el hoy denostado susanismo.