La previsión meteorológica para estos días, en casi todo el territorio de Catalunya, es coincidente en todos los medios. Hay la amenaza de una potente gota fría, un fenómeno atmosférico recurrente, que suele producirse de forma periódica, tanto al inicio del otoño como a principios de primavera, y que suele consistir en tormentas  de gran intensidad, con precipitaciones intensas y todo cuanto de negativo comportan. La gota fría, que ya ha comenzado a dejar sentir sus efectos, coincide este año con estos días de septiembre, y en concreto con el 11-S, la “Diada Nacional de Catalunya”. Ignoro hasta qué punto esta gota fría influirá o no en la celebración de la “Diada” de este año. En cualquier caso, siempre será mejor una gota fría, por muy extensa e intensa que pueda ser, que ese “tsunami democrático” que nos anuncian algunos sectores del secesionismo catalán. 

Suceda lo que suceda meteorológicamente, lo cierto es que la “Diada” de este año se presenta en un clima de profunda división. Cada vez con mayor claridad, como mínimo desde que en 2012 la “Diada” dejó de ser aquella fiesta nacional catalana reconocida en su primera ley por el recién recuperado Parlamento de Catalunya, en junio de 1980, y pasó a ser patrimonio único y exclusivo del independentismo, somos muchos los ciudadanos de Catalunya que nos sentimos expulsados o excluidos de una fiesta que fue de todos -de pocos, a decir verdad de muy pocos, durante toda la dictadura- y que debería volver a ser de todos.

Es muy cierto que desde 2012 ha habido, año tras año, sucesivas celebraciones de la “Diada” masivas, multitudinarias, con la participación de cientos de miles, incluso en alguna ocasión tal vez de millones de personas. Pero han sido y son cada vez más unas manifestaciones excluyentes, en modo alguno con voluntad de inclusión.

Y así hemos llegado a esta “Diada” de 2019, entre la amenaza real de una gota fría ya existente y el anuncio de un extraño “tsunami democrático”. La división ciudadana es cada vez más evidente. Ahora la división ya no es solo entre los independentistas y los no independentistas, entre los constitucionalistas y los anticonstitucionalistas. La división afecta ahora también al propio mundo secesionista, enfrentado entre sí porque se enfrentan a la verdad de las cosas, a la realidad que nada tiene que ver con todo este mundo virtual en el que han vivido desde hace ya demasiados años y en el que querrían poder seguir viviendo por los siglos de los siglos. Pero la realidad es tozuda. Tan tozuda como la verdad. Como canta Joan Manuel Serrat, “nunca es triste la verdad; lo que no tiene es remedio”.

Y así estamos hoy y aquí, en la vigilia del 11 de septiembre de 2019, a punto de esta nueva “Diada Nacional de Catalunya”. Entre una potente y muy real gota fría y el anuncio de un “tsunami democrático”.