Lo que en apariencia parece bueno puede ocultar en sus entrañas las más funestas consecuencias. Es lo que piensan los Obispos del Sur de España de la futura ley andaluza para garantizar los derechos, la igualdad de trato y no discriminación de las personas LGTBI y de sus familiares.

En un documento hecho público este miércoles, los obispos alertan de lo que ninguno de los ninguno de los cinco grupos parlamentarios ni de los 109 diputados han sabido ver: “Aunque aparentemente la ley persigue un fin bueno, como es el respeto a todas las personas independientemente de su condición y tendencia sexual, sin embargo, en el fondo asume todo el entramado lingüístico de la ideología de género, que pretende eliminar los conceptos de varón y mujer, separando la identidad de la corporalidad, intentando así deconstruir el cuerpo humano, el matrimonio y la familia.

Con motivo de la CXXXIX Asamblea de los Obispos del Sur celebrada en Guadix, los prelados de las diócesis andaluzas piensan que la nueva ley andaluza, cuyo dictamen fue aprobado por unanimidad en diciembre pasado, suscita “muchos interrogantes” que quieren ayudar a despejar con sus reflexiones, ya que la ley puede “dar lugar a la imposición a todos los ciudadanos andaluces de una ideologizada visión concreta del hombre” al exceder “con mucho su objetivo de combatir la discriminación”.

Lo que propone la ley

La proposición de ley aprobada por el Parlamento andaluz incluye un régimen sancionador para prevenir y erradicar cualquier forma de discriminación e incorpora en el ámbito sanitario los derechos de los menores transexuales. Respecto a los menores intersexuales, el sistema sanitario público velará para que las prácticas de modificación genital en recién nacidos no atiendan únicamente a criterios quirúrgicos.

En materia educativa, se refuerzan las medidas de lucha contra el acoso escolar por motivos de orientación o diversidad sexual. En el ámbito laboral, la principal novedad es la incorporación de criterios de igualdad de oportunidades en las convocatorias de ayudas y subvenciones de fomento del empleo.

La socialista Soledad Pérez recalcó ante la Cámara que Andalucía contará con una ley inédita en España, que incorpora como principal novedad la inclusión de las familias en el ámbito de la regulación. Esperanza Oña (PP) lamentó que haya gente que no entienda lo que se ha aprobado y pidió al Gobierno que no sea una ley “de pose”. 

Ideología y medicina

Los obispos alertan de que “no es justo que, en nombre del bien común, se imponga una antropología y una determinada visión moral, que es de hecho una amenaza para la vida familiar, la educación y el ejercicio de la medicina”. En consecuencia, se trata de una ley que directamente “compromete la libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, la libertad de educación y enseñanza, y la libertad religiosa” y, en definitiva, “promueve el totalitarismo del pensamiento único”.

A los obispos les preocupa especialmente que una ley “quiera abordar el tratamiento médico defendiendo una medicina que responda exclusivamente al deseo subjetivo del paciente”, equiparando “realidades tan distintas como la homosexualidad, los estados intersexuales y la transexualidad”. Ninguna institución, añaden, “tiene el derecho a imponer un tratamiento médico por razones ideológicas”.

El varón y la mujer

Entienden los titulares de las diócesis de Andalucía que “el ser humano ha sido creado por Dios como varón y mujer” y que “esa dualidad pertenece a la esencia misma de la naturaleza humana”, como testimonian “la luz natural de la razón y la historia de las religiones que han inspirado las grandes civilizaciones”.

No es posible, argumenta el documento, “sustituir lo que biológica y constitutivamente se es por lo que libremente se decide ser, por aquello que se construye cultural y socialmente. Ni la conciencia, ni la voluntad, individual o colectiva, crean o determinan lo que somos”, dado que “la persona humana existe como varón y mujer (…) y la diversidad sexual conlleva la complementariedad que hace posible la vida matrimonial y familiar sólida, permanente en el tiempo, compuesta por un padre, una madre y unos hijos.

Aunque “todas las personas, sea cual sea su orientación sexual, merecen respeto y es justo evitar discriminaciones", la Iglesia “no puede callar ante la posible conculcación de la conciencia de los ciudadanos” ni puede admitir sin más “la promoción e imposición de ideas defendidas por la ideología de género”