Hay miles de referencias de todo tipo que nos relatan lo desastroso que sería que un meteorito cayera en la Tierra. Artículos, libros y películas nos lo han mostrado una y otra vez. Casi sabemos de memoria lo efectos devastadores que un suceso así tendría sobre nosotros. Pero mucho menos frecuente es que pensemos qué sucedería si un cataclismo cósmico nos dejara sin Luna. Y el resultado no sería mucho mejor.

La Luna es la Tierra

Sí, es descabellado. Pero si pensamos en cómo se formó la Luna quizá podamos hacernos una idea. En realidad la Luna es parte de la Tierra. O lo fue en algún momento. Hasta el preciso instante en el que un gigantesco asteroide, más o menos como Marte, colisionó con nuestro planeta. Un buen día, hace 4.400 millones de años, el choque entre los dos planetas dispersó enormes cantidades de materiales en la órbita de la Tierra. Pasando el tiempo, estos materiales se condensaron en la gran bola que ilumina nuestro cielo nocturno. Y que condiciona la vida en la Tierra. Ahora vamos a ponernos en una situación similar. Otro cuerpo de tamaño increíble golpea la Luna y la hace desaparecer. ¿Y a nosotros qué? Más allá de quedarnos sin un elemento muy recurrente para el romanticismo, las cosas comenzarían a cambiar drásticamente. El primer cambio que notaríamos sería la lluvia de restos que inevitablemente caerían sobre la Tierra. Con eso solo sería suficiente para convertir nuestro idílico planeta en un infierno. Y eso que el baile no ha hecho más que empezar.

Sin mareas

Nos quedaríamos sin mareas lunares. Con el único influjo del Sol, los movimientos de los océanos serían mucho más leves. No solo sería un problema para los surfers. Porque esta ralentización del mar impediría las corrientes que generan el intercambio de nutrientes. De manera que la mayoría de las especies marinas perecerían. Esta calma afectaría también el clima, pues estos movimientos ayudan a la refrigerar o calentar zonas del planeta. Pero la variación climática sería mucho más drástica. La gravedad de la Luna hace que la inclinación del planeta se mantenga en torno a los 23 grados. Al desaparecer el satélite, la inclinación se corregiría bien a 0 grados bien a 90. De esta manera, las estaciones tal y como las conocemos hoy serían cosa del pasado. Habría grandes zonas heladas y otras abrasadas por el Sol. Estas grandes diferencias generarían variaciones de presión que provocarían vientos de más de 300 kilómetros por hora.

Giraríamos más rápido

Todo se aceleraría y se haría más extraño. La rotación terrestre incrementaría su velocidad y tendríamos días de 10 horas. Además, la órbita terrestre se convertiría en mucho más excéntrica. La elipse se agrandaría. Además de generar todavía mayores fluctuaciones climáticas, los efectos sobre la corteza terrestre de los cambios de gravedad serían terribles. Junto a los terremotos que destruirían todo, grandes volcanes entrarían en erupción. El resultado del lanzamiento de humo, ceniza y gases a la atmósfera de forma masiva tendría como resultado un radical efecto invernadero. Similar a lo que ocurre en el planeta Venus, en el que los rayos cautivos del Sol han calentado su atmósfera hasta los 400 grados centígrados.