En un afán de protagonismo o sometido por su propia ignorancia, un eurodiputado dijo hace unos días toda una serie de improperios sobre la mujer, logró con ello una mísera fama que jamás había logrado antes por otros medios. Con lo cual, más por pena que por decencia le dedico hoy este artículo esperando que estas líneas le saquen de la oscura infelicidad que provoca el no saber.

Infravalorar a las mujeres se ha visto a veces como síntoma de gente retrógrada, pero ni siquiera es así, el condestable de Castilla, don Álvaro de Luna, ya publicó allá por el siglo XV el Libro de las claras e virtuosas mujeres en el que se alababan los méritos de las féminas. Por lo tanto ser misógino no es arcaico, es absurdo.

Ya en el siglo XV se escribieron monografías defendiendo a la mujer como el Libro de las claras e virtuosas mujeres escrito por don Álvaro de Luna y posiblemente también por Juan de Mena Más aún cuando ha habido clarísimos ejemplos en la historia de mujeres ya no solo iguales a los hombres, si no muy superiores. En España encontramos ejemplos los siglos más remotos como la viajera y escritora Egeria, cuyo peregrinar a Tierra Santa se materializó en un libro delicioso. No obstante, y por una cuestión de pura extensión nos limitaremos a la historia de España desde la modernidad es decir 1492.

Hablamos por tanto de la época de Cristóbal Colón, de los Reyes Católicos… en la que brillaron intelectuales como el gramático Antonio Nebrija, laureado por medio mundo gracias a su gran aporte al idioma castellano. Lo que poca gente sabe es que su cátedra en la universidad de Salamanca solo pudo ser ocupada por una persona tan brillante como él. Una mujer, Luisa de Medrano, siendo así una de las primeras (si no la primera) catedrática europea.

Luisa Medrano, nacida en Atienza (Guadalajara) seguramente fue la primera catedrática europea, lógico por tanto que Tomás Gismera Velasco le dedique este merecido libro  Fue también aquel momento el siglo de los descubridores y conquistadores que, lanzándose a la aventura, surcaron el mundo entero, y entre ellos no solo hubo mujeres si no que una de ellas ostentó el título querido incluso por Cristóbal Colón, el de almirante.

Hablamos de Isabel Barreto, quien surcó el Pacífico manteniendo a su flota más firme que una vela, pues si por algo fue conocida la almirante fue por su mano dura y su disciplina militar.

Las islas Salomón y las Marquesas descubiertas por una de las mujeres más aguerridas de la historia la almirante Isabel BarretoNos acercamos también en este recorrido al Siglo de Oro, donde brillaron los padres de literatura, pero también las madres. Tenemos como ejemplo a María de Zayas, cuyo éxito fue tan notable (con traducciones en el extranjero incluidas) que terminó por sacar de quicio a la Inquisición que muerta de envidia prohibió reimprimir sus obras, eso sí, jamás se atrevieron a hacerlo en vida de la escritora si no cuando María ya había muerto.

María de Zayas la brillante escritora a la que intentó hacer desaparece la Inquisición Pero otras artes también brillaron por las mujeres, como por ejemplo la escultura, con Luisa Roldán La Roldana a la cabeza, cuyas obras nada tienen que envidiar a Montañés o Gregorio Fernández, llegando a ser escultora de cámara de Carlos II y Felipe V.

Un rey, este último, que acabó como las maracas de Machín pero que tuvo a bien crear el germen de la Biblioteca Nacional, una institución en la que una mujer brilló con luz propia, María Antonia Gutiérrez Bueno, luchadora incansable que logró que se abriese el acceso a las mujeres a la gran biblioteca española.

Al final la reina regente María Cristina dio la orden mediante la cual:
“permita V.S. la entrada en la sala baja que indica a las mujeres que gusten concurrir a la Biblioteca (...) no sólo a doña Antonia Gutiérrez, sino (...) a todas las demás mujeres que gusten concurrir”Por cierto, esta reina también fue una pionera, lo malo es que lo fue en el tema de la corrupción, pero bueno… otro ejemplo más de que cuando se lo proponen las mujeres pueden ser para bien y para mal, mucho más que muchos hombres.