El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está a punto de concluir una de las semanas más negras de un mandato todavía corto, pero más que suficiente para quienes le están investigando por supuestas conductas impropias de su cargo.

Esta es la sucesión de acontecimientos que, cada vez con más fuerza, auguran un abrupto final para el magnate metido a presidente:

1.- El lunes, los fiscales generales de Maryland y Washington D.C. lanzan una querella contra Trump por, supuestamente, haber recibido pagos de gobiernos extranjeros en su calidad de empresario después de haber asumido la Presidencia del país, algo que viola expresamente las cláusulas anticorrupción de la Constitución norteamericana. No es la primera vez que se producen denuncias contra él por cuestiones similares. Hace algunos meses los propietarios de un restaurante próximo a la Torre Trump de Washington le demandaron por competencia desleal alegando que les había robado parte de su clientela aprovechándose de su condición.

2.- El martes, se desveló que su hija Ivanka paga tan mal a los obreros que trabajan en sus fábricas textiles de Indonesia que se ven obligados a vivir lejos de sus hijos para poder trabajar más horas. Aseguran que sus salarios son los más bajos de Asia a pesar de que los elevados objetivos que deben cumplir les hacen trabajar horas extras que no siempre les pagan.  Y algo similar ocurre en una fábrica de zapatos que la hija del presidente tiene en China. No debería afectarle directamente a Trump si no fuera porque desde su entorno en la Casa Blanca se han hecho manifestaciones públicas a favor de los productos de Ivanka y que el propio presidente criticó a una cadena de establecimientos por retirar una de las líneas de moda de su hija.

3.- Pero lo más peligroso para Trump es que el miércoles por la noche se avanzó un poco más hacia el impeachment, el temido juicio que acabaría abruptamente con su carrera presidencial. Y lo que está detrás, de nuevo, es la cuestión rusa. El fiscal especial del Departamento de Justicia, Robert S. Mueller, ha anunciado que va a interrogar a altos cargos de inteligencia en su investigación sobre un posible delito de "obstrucción a la Justicia".

Se trata de una causa diferente a la investigación del FBI sobre el mismo tema, la presunta relación de Trump con la trama informática rusa para desprestigiar a Hillary Clinton en plena campaña electoral. El fiscal Mueller inició la investigación el 9 de mayo, después de que el presidente despidiera al director de la Agencia, James Comey, precisamente por haber iniciado dicha investigación. Este, en una declaración que también pasará a la historia, dijo sobre los motivos alegados por Trump para despedirle (caos en el departamento) que eran "simple y llanamente mentiras".

La clave de todo es la posible obstrucción a la Justicia

Hasta el anuncio de Mueller, la cuestión rusa ha sido una especie de trama galimatías sobre la que han tenido que declarar el fiscal general norteamericano, Jeff Sessions, y que ha provocado la dimisión del asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, por mentir sobre el contenido de sus conversaciones con el embajador ruso en Washington.

Pero la clave de todo, la madre del cordero de este asunto es la posible obstrucción a la justicia de Trump. Y sobre ello va a preguntar el fiscal Mueller, esta misma semana, al director de Inteligencia Nacional, Daniel Coats y, al responsable de la Agencia Nacional de Seguridad, Mike Rogers. Supuestamente Trump les llamó por teléfono a ambos, por separado, para pedirles que negaran públicamente la existencia de cualquier evidencia de coordinación entre su campaña y el Gobierno ruso. Ninguno de los dos lo ha reconocido, pero el hecho de que ambos estén dispuestos a declarar ante Mueller resulta significativo.

Dice el Washington Post que investigar a Trump por posibles crímenes es extremadamente complicado, incluso aunque se encontraran indicios suficientes. El Departamento de Justicia, además, mantiene que no sería apropiado acusar a un presidente en ejercicio. La posibilidad de que esto ocurra recae, por tanto, en el Congreso, que debería revisar posibles hallazgos de mala conducta criminal y decidir si inicia el procedimiento de Impeachment.

Como demostraron Nixon y Clinton, la figura del presidente norteamericano no es intocable y, a pesar de las presiones que Trump está manteniendo sobre todos los implicados en el asunto, la larga mano de la Justicia está cada vez más cerca de su cuello.