El “proceso de transición nacional de Cataluña”, el movimiento secesionista que sus promotores quisieron presentarnos como “la revolución de las sonrisas”, está adoptando cada vez más unas posiciones no ya iliberales sino pura y simplemente intolerantes, con pretensiones unanimistas y en el fondo totalitarias, esto es de intento de descalificación sistemática de todas las posibles voces discrepantes.

No se trata solo, a pesar de su innegable importancia a pesar de su muy escaso impacto social, de los cerca de medio centenar de actos vandálicos violentos cometidos en los últimos meses contra diversas sedes de C’s, PSC y PP en varias poblaciones catalanas, hasta ahora por suerte sin que se haya producido ninguna víctima personal. Se trata también de la creciente virulencia verbal, con todo tipo de amenazas, vejaciones e insultos, que algunos sectores secesionistas utilizan en toda clase de medios de comunicación, y en especial en las redes sociales, contra cualquier persona o entidad que no suscriba las tesis secesionistas oficiales de una manera incondicional y absoluta.

Sirvan de ejemplos ilustrativos al respecto, por citar tan solo algunos casos recientes de esta extraordinaria virulencia verbal, los ataques inaceptables de que han sido víctimas el diario barcelonés La Vanguardia, el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona Xavier Arbós, la diputada autonómica de Catalunya Sí Que Es Pot Marta Ribas y el director del periódico digital catalán E-Notícies Xavier Rius. Menciono únicamente estos cuatro casos porque estos ataques tan recientes han sido y son públicos y notorios, y en algunos casos protagonizados incluso por algunos atacantes asimismo públicos y notorios, en no pocos casos con conexiones directas obvias con algunos de los integrantes de la plana mayor del movimiento secesionista.

No obstante, personalmente conozco también otros muchos casos individuales, de conocidas o no tan conocidas personalidades no secesionistas –magistrados o exmagistrados del Tribunal Constitucional, notarios, articulistas, tertulianos, políticos, periodistas...- que han sido y son objeto de frecuentes ataques verbales incluso en plena calle, a cargo de simples viandantes anónimos.

En casi todos estos casos los ataques y los insultos se han producido con un único objetivo evidente: intentar acallar a cualquier voz discrepante, descalificándole personalmente mediante todo tipo de descalificaciones, amenazas e insultos porque se saben incapaces de rebatir sus argumentos de una forma mínimamente racional.

Una vez más, se trata de matar al mensajero. Una práctica propia desde siempre de todos los movimientos iliberales y totalitarios, para todos aquellos que consciente o inconscientemente practican que la libertad nunca es la de los otros sino únicamente suya, la de ellos mismos.

Deberían recordar aquellas lúcidas palabras de aquel gran tipo humano que fue el radicalmente antitotalitario George Orwell, antifascista y anticomunista: “Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”. Porque la libertad no puede consistir jamás en la libertad de matar al mensajero.