Se llega a un punto en que no hay nada más que la esperanza, y entonces descubrimos que aún lo tenemos todo, decía Saramago.

Pero el país está entumecido, acartonado. La gente está decepcionada de la política, hastiada de los políticos, especialmente de esos políticos de la derecha que, pese a que algunos dicen que “todos ellos son iguales”, han llevado al país a la situación exhausta e inánime en la que en estos momentos está. España se ha ido desgastando y desensibilizando, y de manera simultánea a la parálisis del trabajo, de la economía, de la industria, de la cultura, el país se ha anquilosado en aquello en lo que nunca se debe anquilosar un país, ni una sociedad, ni un ser humano: en la falta de esperanza.

Ya son cerca de cuatro millones de trabajadores españoles los que ganan menos de trescientos euros al mes, exactamente este colectivo ha aumentado hasta el 22%, en el contexto de uno de los salarios mínimos más bajos de Europa, sólo a la par de Portugal, Grecia, Malta y Eslovenia. Los neoliberales van consiguiendo sus metas. Mientras tanto, en el juicio sobre la trama Gürtel, que implica a ex altos cargos del partido que nos gobierna en funciones, y que probablemente nos seguirá gobernando o desgobernando cuatro años más, se habla de millones de euros como quien habla del tiempo en las Azores. Ellos se gastan los millones de euros como si comieran pipas. ¿Cómo es posible que hayamos normalizado en nuestras conciencias estos atropellos contra la dignidad más básica y elemental de los ciudadanos de este país tan exprimido y vapuleado?

En España se está pasando hambre. Y no sólo hambre fisiológica, también se está pasando hambre de derechos y, sobre todo, de dignidad. Pero la situación aún puede empeorar. Y es que, a pesar de que los votantes progresistas son en España la mayoría, la izquierda está como está, dividida, desorientada y poniendo la alfombra roja a la derecha neoliberal. “Susana Díaz quiere abstenerse para que gobierne Rajoy y hasta Esperanza Aguirre habla bien de ella”, decía el periodista Jordi Évole hace unos días en una entrevista. En esta tesitura, con una izquierda cediendo el paso a la derecha de la corrupción y los recortes, medio país se siente indefenso e impotente, y con la vista puesta en los nuevos partidos emergentes, y con razón.

Llegados a este punto, como decía al inicio de esta reflexión parafraseando a Saramago, quizás convenga abstraerse un poco del galimatías político que nos envuelve y derrotar al desánimo; porque a veces es sólo cuando se llega al fondo del pozo que recuperamos el impulso para salir de él, o, como decía el escritor luso, Nobel de Literatura también, como Bob Dylan, cuando sólo nos queda la esperanza descubrimos que aún lo tenemos todo.

Decía, a su vez, Eduardo Galeano que la utopía siempre está en el horizonte, y, aunque se perciba muy lejana, sirve para algo de vital importancia, para caminar. No dejemos nunca de caminar ni de soñar. Por eso es bueno releer de vez en cuando a Benedetti, a quien siempre me gusta reivindicar, porque no tuvo la suerte de Dylan, y nunca pensaron en él para el Nobel a pesar de ser, sin duda, uno de los más grandes autores de la Literatura universal. Y es bueno releerle, o empezar a hacerlo, porque nada mejor que sus palabras sabias para empaparse de lucidez, de sabiduría y de esperanza.

Se preguntaba el autor uruguayo: “¿Qué pasaría si un día despertáramos dándonos cuenta de que somos mayoría?, ¿qué pasaría si de pronto tan sólo una injusticia, sólo una, es repudiada por todos, todos los que somos, todos, no unos, no algunos, sino todos?, ¿qué pasaría si en vez de seguir divididos nos multiplicamos, nos sumamos, y restamos al enemigo que interrumpe nuestro paso?, ¿qué pasaría si nos organizáramos y al mismo tiempo enfrentáramos sin armas, en silencio, en multitudes, en millones de miradas la cara de los opresores, sin vivas, sin aplausos, sin cánticos partidistas?, ¿qué pasaría si quemamos todas las banderas para tener sólo una, la nuestra, la de todos, o mejor ninguna, porque no la necesitamos?,

¿qué pasaría si de pronto dejamos de ser patriotas para ser humanos?”

Sea como sea, en los ámbitos políticos españoles, visto lo visto, nos faltan soñadores, idealistas, humanistas y poetas.