El diario británico The Guardian ha dedicado un completo reportaje a Ada Colau para preguntarse si es la alcaldesa “más radical del mundo” y evaluar qué queda de las consignas y promesas con las que llegó al poder. El perfil recuerda el pasado de la alcaldesa como activista y cómo su perfil público se impulsó el 5 de febrero de 2013 cuando, gracias a IU, compareció en una comisión del Congreso como portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) para llamar “criminal” al representante de la banca que había acudido también. El vídeo se convirtió en viral y su imagen de activista aguerrida se consagró definitivamente cuando poco después fue arrastrada por la policía antidisturbios durante una protesta contra un banco que se había negado a negociar con una familia desalojada.

Una pregunta "vital" para la izquierda europea

Dos años más tarde de aquella explosión mediática, Colau era elegida alcaldesa de Barcelona el 24 de mayo de 2015 con la ayuda de la plataforma Barcelona en Comú, un nuevo "movimiento ciudadano" respaldado por varios partidos de izquierda. El diario británico recuerda que los movimientos indignados y el 15-M se canalizaron en parte en una “nueva política” que permitió que partidos recién creados se hicieran con las alcaldías de ciudades españolas tan importantes como Madrid, Barcelona o Zaragoza. Y lanzan una pregunta “vital para la izquierda en toda Europa”, si puede “poner su agenda radical en práctica”. Es decir, cómo se produce la transición del activismo de la calle a la política práctica e institucionalizada de los despachos oficiales. 

Medidas coherentes con su trayectoria de activista... 

Entre sus primeras medidas “se recortó el sueldo propio de 140.000 euros a 28.600” y sustituyó el Audi oficial de su predecesor por un monovolumen más eficiente. No dejó de lado el activismo al participar a pie de calle en un recuento nocturno de indigentes por la ciudad o unirse a una manifestación contra un centro de detención de inmigrantes, volvió a hablar en las mismas asambleas locales que habían llevado al poder a Barcelona en Comú. A pesar de que esa actitud gustaba entre los suyos uno de los principales problemas que han laminado a Colau ha sido la situación del casco antiguo de Barcelona, con desalojos habituales y problemas vecinales fruto del descontrol de los apartamentos turísticos. La alcaldesa teme la sobreexplotación turística de la ciudad y quiere preservar su “identidad real”. 

Turismo y desalojo social como quebraderos de cabeza
La alcaldesa también representa un cambio de formas porque por ejemplo “no tiene miedo de mostrar sus emociones” y se apasiona en sus discursos. Su discurso de representar a la gente común es inclusivo: "No seamos tan arrogantes como para decir que estamos todos”. Pero el problema, según el texto, de ser “el campeón de la gente”, es que “no todas las personas quieren las mismas cosas. A pesar de sus medidas para poner freno al descontrol turístico “muchos vecinos siguen insatisfechos” como se demostró con la protesta del primer día de la Mercè alertando de que la vida en la Barceloneta se ha vuelto insoportable. Los problemas se han multiplicado esta semana con el desalojo de los ocupantes de un antiguo banco que se había convertido en un centro social y los posteriores enfrentamientos violentos con la policía antidisturbios. 

Un final abierto para "la nueva política"
Las conclusiones de The Guardian son muy abiertas: “En el verano de 2016, la escena política de España está en un purgatorio extraño, lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer. El surgimiento de nuevos partidos de la izquierda y la derecha culminó en unas elecciones generales en 2015, sin un vencedor decisivo. Seis meses de conversaciones para formar una coalición de Gobierno resultaron en punto muerto y así España irá a las urnas de nuevo al final de junio; los resultados son susceptibles de ser iguales. Mientras tanto, es Ada Colau, y su compañera de alcaldía en Madrid, Manuela Carmena, quienes siguen siendo las defensoras más poderosas de 'la nueva política' en España”