Salvador Sostres, articulista de 'El Mundo'



Supongamos que es la mujer de Salvador Sostres, y no la de Javier Limón, la que se ha debatido entre la vida y la muerte por un contagio de ébola del que, lo más probable, es que ella no sea responsable; imaginemos que  ha llamado para informar de su estado y la desoyeron, un día y otro, y una semana después ha pedido una ambulancia porque ya no podía más y no vinieron, y volvió a llamar, y finalmente la trasladaron a un hospital en el que estuvo 16 largas horas, con vómitos, diarreas, erupciones cutáneas, sintiendo que se moría...  hasta que la ingresaron en el Carlos III. Y mientras luchaba contra un enemigo sin cara, el virus, unos políticos salieron a acusarla de mentir y de poner en peligro la vida de otras muchas personas, y lo hicieron con el miserable propósito de eludir sus responsabilidades. Así que su marido, Sostres, que ha sufrido en silencio aquello, recluido en otra habitación del mismo hospital, decide exigir justicia.

Alguien le tilda de arrogante
Alguien
le tilda de “arrogante”, de ‘malagradecido’ por denunciar “errores y negligencias” y por no aceptar disculpas de quienes acusaron a su mujer; alguien que defiende la “reacción sólida y brillante” del Gobierno, del Ministerio de Sanidad y la Consejería madrileña.

Y a los médicos y enfermeros, de "histéricos"
Alguien
que tilda de “histéricos” a los enfermeros y médicos que han denunciado la falta de un protocolo, de medios y formación para hacer frente a la crisis del ébola, algunos incluso se han jugado la vida atendiendo a la mujer de Sostres. Pero ese alguien les manda a “callar” porque, según dice, “el silencio tendría que ser la canción de la tropa subvencionada y el agradecimiento, su higiene”.

"El aplomo, la valentía y la eficacia de los políticos"
“Teresa está viva gracias a unos políticos que han gestionado la siniestra situación con aplomo, valentía y eficacia”, defiende ese alguien, que, además, se escandaliza por el dolor de Sostres a consecuencia de la ejecución de su perro, Excalibur, al que las autoridades vieron sospechoso del ébola. Un “drama” ridículo para ese alguien, que considera, encima, que “es absurdo pedir dimisiones por el error de una enfermera quitándose un traje y que no todos tenemos la misma capacidad de aprendizaje”.

En carne propia
Ese alguien dice que Sostres y su mujer deberían “estar agradecidos”, además de a los médicos, “al consejero, a la ministra Mato y a los demás cargos políticos”, y que también tendrían que estar agradecidos a los que “pagamos no sólo la sanidad pública, sino nuestros seguros privados para que ellos puedan gozar en exclusión de lo público”.

Ese alguien, que se cree por encima del bien y del mal, debería sentir en carne propia el sufrimiento del pobre Sostres y tal vez así podría empezar a comprender que se equivoca y hacer trizas su penoso artículo en el diario El Mundo.