Los miembros del Gabinete de Mariano Rajoy posan ante la escalinata del edificio del Consejo de Ministros en La Moncloa. Palacio de La Moncloa, Madrid - 23/12/2011 (Prensa Moncloa)



La versión española de “El silencio de los corderos” no es una película de ficción, sino la constatación del canibalismo del PP de llevarse por delante todo lo que sea molesto o incómodo para sus fines, incluyendo instituciones, medios de comunicación y personas. La falta de escrúpulos de nuestros actuales gobernantes es de tal magnitud, que ha desbordado cualquier previsión de acontecimientos posibles propiciados por una mayoría absoluta, que ha sido lograda con mentiras y engaños, lo que cuestiona su legitimidad. Vivimos en una democracia trampa en donde se pretenden manipular cada día nuestras conciencias, y cuando la paciencia de los ciudadanos se agote todo esto puede acabar muy mal.

Los ciudadanos, atemorizados por una crisis económica propiciada deliberadamente por un neoliberalismo destructor de derechos y libertades, se han convertido en unos dóciles corderos, que temen perder más si se rebelan contra el poder; y éste, para controlar a los díscolos, está montando un sistema represor que puede acabar definitivamente con nuestra democracia.

El poder propiciado por una mayoría absoluta se ha transformado en un sistema neofascista que lamina todo lo que encuentra a su paso. Y lo lamentable es que el miedo se ha introducido en las propias entrañas de los partidos de la oposición, que mantienen un sospechoso silencio que suena a complicidad. Y es que nuestra democracia ha sido construida por unos profesionales de la política, que han decidido nacer, crecer y morir en el inmovilismo de sus lucrativos sillones, y que arriesgan muy poco en la defensa de los derechos y libertades de quienes les hemos otorgado nuestra confianza.

El gobierno del PP, con la complicidad del sector más conservador del poder judicial, se lleva por delante a cuantos jueces osen investigar las cloacas del poder. Y con la complicidad de los sectores más reaccionarios del empresariado que controla los medios de comunicación, ha convertido la información en propaganda, y la censura, impuesta o consentida, en la fórmula adecuada para tapar la corrupción, a lo que ha contribuido de forma determinante la sustitución de los directores de El Mundo y El País, ahora dóciles medios de comunicación al servicio del Gobierno, por mucho que traten de disimularlo.

Si el tesorero de la CDU de Angela Merkel declarase en sede judicial que sus campañas electorales se financiaban con dinero negro, y que ella lo sabía, habría una hecatombe en Europa y rodarían cabezas. Pero aquí no pasa nada, Rajoy ha impuesto la ley del silencio, y tan solo espera a que comience la Semana Santa para que los dirigentes del PP se vayan a rezar, sabedor que a la vuelta todo se habrá olvidado, porque en nuestro país nunca pasa nada, hasta que pasa. Y así nos va, destruyendo nuestro mundo, nuestra democracia y nuestras libertades, en silencio, y sin dejar hablar.

Fernando de Silva es abogado y autor del Blog Sin la venia