Últimamente a muchos políticos se les llena la boca de la palabra democracia, y la utilizan para justificar sus posiciones, aunque éstas sean injustas, socialmente inadmisibles, o populistas. No se dan cuenta que la democracia es mucho más que un término, parte de un sentimiento sincero de pensar que el poder reside en el pueblo, es incompatible con todo aquello que no sea honesto, y precisa un respeto escrupuloso al ordenamiento jurídico que entre todos nos hemos impuesto a través de nuestros representantes.

No todo es posible en democracia. Su utilización perversa con propuestas populistas constituye todo un engaño malicioso para los ciudadanos de buena fe, y conduce inexorablemente al totalitarismo. Pero anclarse en ella, basándose en un cínico respeto torticero del ordenamiento jurídico es otra manera de prostituirla, y resulta igual de engañoso.

En Cataluña estamos asistiendo a un espectáculo poco edificante, y dudosamente democrático, que tiene muy poco recorrido, pero con unas consecuencias nefastas para la convivencia de un país en crisis, que en estos momentos debería centrar todos sus esfuerzos en superar  la dramática situación económica, de la que son principales víctimas precisamente aquellos a los que se les pretende manipular con quimeras independentistas, que a medio plazo solo les conducirán a más paro, más pobreza y más marginación.

Nunca me gustaron los nacionalismos enfermizos, que tienen un tinte frentista, xenófobo, excluyente y manipulador. Y en ellos incluyo tanto al actual nacionalismo catalán como al tradicional españolismo reaccionario. Pero tampoco me gustan las posturas ambiguas de quienes pretenden estar en las dos orillas, porque acaban ahogándose antes de hacer pie.

Lo lamentable es que todo huele a electoralismo oportunista. Los nacionalistas e independentistas catalanes saben que el referéndum nunca podrá celebrarse en los términos propuestos por resultar ilegal, pero su prohibición  les reportará beneficios electorales en las próximas elecciones, y les servirá para seguir practicando el victimismo y exigir  más competencias. Los nacionalistas españoles, que se identifican con el actual gobierno y al partido que lo sustenta, están dispuestos a provocar el frentismo, conscientes de que recuperarán en el resto del país parte del electorado que están perdiendo como consecuencia de las salvajes reformas emprendidas. Y en el limbo, es decir en la nada, se quedan los socialistas, salvo que sean capaces de encabezar, explicar y defender  sin complejos la vía federalista, lo que les podría convertir en triunfadores si saben hacerlo.

Mientras los políticos se dediquen a defender lo suyo, sin enterarse de que han sido elegidos para proteger el bien común, los ciudadanos seguiremos sufriendo las consecuencias de sus actos irresponsables y poco edificantes. ¿Esto es democracia?

Fernando de Silva es abogado y autor del blog SInLaVeniA