En la primera vuelta, el político mencionado consiguió algo más del nueve por ciento de los sufragios y  puede decirse que probablemente –y gracias a su gesto posterior de censura democrática a Sarkozy-  facilitó en parte el triunfo de los socialistas.  La derecha capitaneada, hasta su durísimo fracaso, por Sarkozy apostó a la desesperada a ver si podía pescar votos en el caladero del lepinismo.

Maniobras repugnantes
Sarkozy no sólo dejó hacer a los suyos este género de maniobras repugnantes –desde la óptica democrática y republicana-, sino que él decidió pasar a la ofensiva guiñando el ojo a Marine Le Pen,  lógicamente eufórica. Su partido ultra logró unos resultados tan notorios que, más allá de cualquier otra circunstancia- deberían inquietar a cualquier demócrata. Tanto a los demócratas de izquierdas como a los demócratas de la derecha.

¿Quo vadis, Gallardón?
Bayrou nos demostró que, por fortuna para las libertades de los ciudadanos, aún queda en Francia la derecha civilizada, cada vez más difuminada, sin embargo, por la oleada neoliberal que conduce a políticas impregnadas de pensamiento único. En España, no hay, a día de hoy, ni una pizca de derecha civilizada o democrática. Aquellos que, militando en el PP, hacían pinitos de moderación política, han desaparecido del escenario. Quo vadis, Gallardón?

¿Un pragmático?
Ahora, como acaba de revelar ELPLURAL.COM, sabemos que Rodrigo Rato –considerado por ciertos segmentos de la opinión pública como un pragmático contrario a los talibanes populares- es el apoderado de la empresa que posee el 4´5 de las acciones de Intereconomía. Estamos seguros de que Bayrou, de vivir en España, no financiaría ni con un euro a un grupo mediático de reiterada tendencia ultramontana y amarillista. La diferencia entre la derecha civilizada y la derecha española sigue siendo abismal. Rato lo ha certificado. Militó desde  joven en Alianza Popular. Se ve, pues,  que continúa, ahí.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM