También se ha subrayado a favor de los acusados que Camps, desde su puesto de presidente de la Generalitat Valenciana, no tenía influencia alguna en “materia de contratación”. Lo mismo le sucedía curiosamente a Costa, que era para entonces  secretario general del partido gobernante y  número dos de Camps.

¿Vivían en el limbo?
¿Vivían por consiguiente instalados en la placidez atribuida al limbo Camps y Correa y/o El Bigotes? Para sorpresa general, parece que sí. Parece que los dos se dedicaban a otras cosas y no a influir en el delicado asunto de las contrataciones. Influir, por cierto, no es sinónimo de negocios sucios. Puede influirse en sentido exactamente contrario. Es más: parece obligado que los máximos responsables políticos conozcan a la perfección eso de las “contrataciones”. ¿O es que eran dos ineptos Camps y Costa?

Gran asombro
No deja tampoco de provocar gran asombro que algunos de los imputados comparecieran ante el juez para confesar su delito, lo que no hizo Camps por el canto de un duro. Esos imputados, Víctor Campos y Rafael Betoret eran cargos de segundo nivel y decidieron cantar ante el Juzgado. Cuesta asimismo creer que lo que media España ha oído, o ha leído, de las conversaciones de unos y otros imputados no haya sido considerado suficiente para condenar a Camps. El presidente valenciano siempre dijo que él había pagado los trajes, pero nunca pudo demostrarlo, cuando pedir una nueva  factura a la tienda porque la primera factura no se encuentra es tan elemental como fácil.

Sentencia recurrida
¿Estamos ante una tomadura de pelo? No queremos  ni pensar que así haya sido. Las sentencias hay que acatarlas, pero pueden y deben ser discutidas y valoradas, naturalmente. Esta sentencia será, en todo caso, recurrida. Habrá que ver cómo termina. Mientras tanto, sería sensato que Camps y Costa no cantaran victoria. La justicia es lenta, pero más eficaz de lo que algunos creen.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM