Carles Porta se ha erigido como una de las figuras maestras del true crime en nuestro país. El periodista aterriza en la televisión en abierto a través de laSexta, que estrenará este 17 de junio, a las 22:45 horas, la serie documental Tor, basada en una investigación que lo ha absorbido durante casi tres décadas.

La producción revive la leyenda negra de la montaña de Tor, un pueblo de solo trece casas situado en la frontera entre Cataluña y Andorra, donde la lucha por su propiedad desembocó en tres asesinatos. Además, los vecinos también se han mantenido enfrentados por asuntos como la explotación de la madera, el contrabando o la posible construcción de una pista de esquí. Todo comenzó en julio de 1980, cuando un tiroteo entre bandos opuestos acaba con la vida de dos personas.

Años después, en 1995, un juez declara a Sansa dueño de la montaña argumentando que es el único que vive allí todo el año. Cinco meses después del dictamen, el cadáver de Sansa es hallado en su casa con signos evidentes de violencia. Así, la serie guía al espectador a través de tres líneas temporales: una entre 1995 y 1997, otra entre 1997 y 2024 -fechas que coinciden con la investigación de Porta- y el presente. 

Pregunta: ¿Cómo empieza el interés en este caso y no en otro que pudiera ser más mediático?

Respuesta: Yo trabajaba en TV3 de reportero y en enero de 1997 se produjeron dos noticias juntas. Una fue la absolución de las dos personas que fueron juzgadas por el crimen y la otra fue la publicación de una sentencia que devolvía la propiedad de la montaña a todos los vecinos. Mi jefe, que era Alsina, me envío a Tor a hacer un reportaje. Cuando llegué me enamoré de ese mundo. Ese era un mundo perdido, unos personajes increíbles, absolutamente imposibles de inventar y todo era real. Empecé a investigar, a conocer todo el mundo y me atrapó, fue una abducción en toda regla.

Tor es un mundo perdido, con unos personajes increíbles y absolutamente imposibles de inventar

(P): Ha sido una investigación muy longeva, durante casi tres décadas. ¿Qué ha sido lo más complicado?

(R): Sin buscarle paralelismos con la actualidad, lo más difícil siempre es saber quién dice la verdad y quién miente. Uno de los personajes, que se llama Palanca, me dijo: 'para conocer bien a alguien tienes que haberte comido con él un saco de sal'. Eso quiere decir haber pasado mucho tiempo comiendo con esa persona y yo me he tirado 30 años con esta gente. Al final un poco les vas conociendo y por eso en la serie digo que lo más difícil es saber quién dice la verdad. Intento hacer un juego con el espectador para que haga de jurado popular para que por sí mismo decida quién dice la verdad. Yo le pongo los elementos que he ido encontrando a lo largo de estos 30 años para que pueda sentirse al mismo nivel que el investigador y pueda emitir su veredicto en el capítulo ocho.

También ha sido difícil hablar con alguno de ellos, y ya no te digo ponerles una cámara delante. Son gente muy peculiar, con una cierta asociabilidad. No quiero decir que sean antisociales, eh, pero a un periodista que les pregunta cosas incómodas, y encima con una cámara de televisión... Me tiré meses que ni me recibían. Poquito a poco, con paciencia, volviendo a subir, al año ya te dicen alguna cosa, al cabo de cuatro ya se sientan contigo y al cabo de 20 años casi eres una más y esto es lo que te permite profundizar en la historia como hacemos en la serie.

(P): ¿Te llegaste a convertir en algún momento en un personaje más de la historia?

(R): Sí, yo creo que me he convertido, sin querer, en un personaje más de esta historia. En la serie se ve muy bien que soy uno más y se ve mi evolución, muy a pesar mío porque yo no estaba convencido de verme con 30 añitos, joven, sin barba. Se ve como era hace 30 años y como soy ahora. El hecho de estar tan cerca durante tanto tiempo te convierte en un personaje más de la historia, sin ningún tipo de duda. Para lo bueno y para lo malo. 

Para lo bueno porque te permite estar más cerca de todo y conocerlo todo. Cuando se ha muerto alguien, me han llamado antes a mí que al médico. Cuando han encontrado otro cadáver, me han llamado antes a mí que a la Policía. Y dices hombre vale que esté cerca, pero llamad a la Policía o el médico. "Si ya está muerto, lo que quería es compartirlo contigo", te dicen. Cualquier cosa que pasa, me llaman a mí. Es una cosa que te da proximidad, pero también para lo malo. Yo lo asumo y no me arrepiento en absoluto de haber estado vinculado a esta historia durante tantos años.

Sin querer, me he convertido en un personaje más de esta historia

(P): TOR forma parte del género del true crime, que últimamente ha estado muy señalado y vinculado al sensacionalismo o al morbo.

(R): Yo confío en el criterio de quien escribe y de quien opina para entender que hay diferencias. Nosotros llevamos más de 500 horas de true crime emitido sin un solo problema de verdad. Tenemos problemas con un abogado que nos pide dinero para salir en la serie, con el sobrino de una víctima que se queja de algo que no tiene sentido, pero no tenemos ningún problema con ninguna víctima o siquiera con los asesinos. ¿Por qué? Porque nosotros trabajamos con mucho rigor y mucho respeto. Como dicen, que cada palo aguante su vela, yo no puedo defender los problemas generados por otros que no han hecho bien su trabajo.

El true crime es un género apasionante a nivel de relato, pero muy difícil y exigente. Entrar en el true crime desde el sensacionalismo y la gratuidad moral genera problemas. Allá cada uno con los problemas que generan, nosotros no lo hacemos.

(P): En los últimos meses, con casos como el libro de José Bretón o el supuesto documental que habría intentado protagonizar Ana Julia Quezada, surgía un nuevo debate: ¿hay que poner límites al true crime o no debe limitar una obra artística?

(R): Desde mi punto de vista, hay dos mundos: el legal y el moral. En el ámbito legal ya hay muchísimos límites y en el moral, se los pone cada uno. Y se los pone el que escribe o emite el reportaje y el que lee o mira el reportaje. Ahí no sé si es fácil legislar, ahí nos metemos en camisas de once varas.

Entrar en el true crime desde el sensacionalismo y la gratuidad moral genera problemas

Con respecto al libro de Bretón, la Justicia no lo ha prohibido, lo ha autoprohibido la editorial, seguramente por miedo a la reacción social. Esa misma editorial tiene publicado el libro de Emmanuel Carrère que se titula El adversario, que trata de un padre que asesina a toda su familia. ¿Por qué ese se puede publicar y el otro no? Qué diferencia hay, ¿que uno es Francia y otro en España? Es que es muy complicado meterse en esto. Otra cosa es: ¿habría hecho yo ese libro sin hablar con la madre? No, jamás. Me parece un error descomunal no hablar con la víctima principal y de ahí viene todo el problema que se genera. También vivimos en una sociedad que acelera y desacelera con una velocidad preocupantísima.

Insisto, cada uno que aguante sus errores. Nosotros publicamos nuestros libros, nosotros emitimos nuestros documentales y no generamos más daños, no tenemos criticas sociales. Y al que no le gusta el true crime, no se lo mira y ya está. Es más, nuestros productos los ve mucha gente porque si no, no tendríamos tanta audiencia. Nuestra elegancia, nuestro respeto a la hora de trabajar los casos, hace que seamos muy transversales, que nuestro público sea muy amplio porque no publicamos sangre. No somos sensacionalistas. Yo puedo hablar de lo mío, no de lo que hacen los demás. 

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