Susana Gisbert es fiscal desde el año 1992. Actualmente es delegada de Delitos de Odio y fiscal de Violencia de Género en la Fiscalía Provincial de Valencia, además de colaboradora de ElPlural.com. Con tres décadas a cuestas en el Ministerio Público, se ha especializado en violencia de género a la que combate no solo desde el Ministerio Público sino también desde la literatura. Ha escrito varias novelas, una de ellas dirigida al público juvenil, en las que aborda esta lacra social desde diferentes perspectivas.

Pregunta: ¿Existe un problema con los menores y los delitos de odio?

Respuesta: Existe un problema con los delitos de odio en general, pero es cierto que es más preocupante si hablamos de jóvenes, porque confirma que las nuevas generaciones no tienen interiorizada la igualdad y la tolerancia como deberían. No hemos sabido transmitir algo tan importante.

P: ¿Por qué?

R: Es difícil saber la razón, porque conocerla sería tener la clave para darle solución, y las estadísticas no apuntan en este sentido. Creo que hay muchos factores que confluyen: de un lado, los recortes en la educación que padecimos durante determinada época han podio influir en la falta de esa educación en igualdad de la que hablaba; de otro lado, cualquier situación de crisis genera una respuesta rupturista, y, por desgracia, la respuesta del descontento hay quien puede encarrilarla por la intolerancia y el odio al diferente, por desgracia es un mensaje que está calando. Nos falta perspectiva de igualdad, o de no discriminación, del mismo modo que nos faltaba –y todavía nos falta, pero al menos se detecta y se habla de ello- perspectiva de género

P: ¿Cree que los discursos de determinados partidos están influyendo en que haya un incremento de agresiones?

R: No me cabe la menor duda. El discurso del odio al diferente y de la intolerancia podía existir, pero se venía considerando políticamente incorrecto y se limitaba a conversaciones de café o foros muy determinados. La llegada de ese discurso a las instituciones lo legitima y blanquea, y ya no solo no es incorrecto, sino que incluso se vive como una moda entre algunos grupos de gente joven. Y esto es lo más preocupante y lo que más nos debería hacer reflexionar

P: ¿Se hace un mal uso del delito de odio por parte de los partidos políticos?

R: Se hace un mal uso del discurso de odio en general, por los partidos políticos y por muchos organismos y entidades que utilizan la denuncia por delito de odio como una herramienta política. Y, además, hay partidos que introducen el odio y la intolerancia como parte de su discurso, llegando a normalizarlo. No obstante, también hay que entonar un mea culpa de nuestra parte, porque no salimos a la palestra tanto como debiéramos para explicar cosas tan obvias como que odiar en sí mismo no es delito. Para cometer un delito de odio se necesita que la acción se dirija contra determinadas personas o colectivos por razones concretas y enumeradas en el Código Penal, como la ideología, el racismo, la homofobia, la religión, la discapacidad, el género, la edad o la aporofobia, entre otras.

P: ¿Cómo fiscal de violencia de género qué cara se le queda cuando ve que en Castilla y León se va a hacer una ley de violencia intrafamiliar?

R: Pues se me queda una cara a medias entre la pena y la indignación. De pena, porque algo habremos hecho mal para no ser capaces de transmitir la importancia de una ley que se aprobó por unanimidad en 2004 y que supuso un paso adelante importantísimo en la lucha por la igualdad y contra la violencia de género. De indignación, porque se me abren las carnes al comprobar que bajo ese paraguas de un pretendido castigo de toda la violencia lo que en realidad se está haciendo es quitar sustantividad y, por tanto, medios, a la lucha contra la violencia de género. Hay que recordar que lo que llaman “violencia intrafamiliar” ya existía y existe, castigado y regulado con el nombre de “violencia doméstica”. Lo que se pretende es, ni más ni menos, que volver a la situación anterior a 2004, una situación por la que la ONU nos llamó la atención en su día y que la Ley de Violencia de género mejoró ostensiblemente.

P: ¿Qué le diría a aquellos que dicen que hay que eliminar los juzgados de violencia sobre la mujer?

R: Les dirían que piensen en las más de 1000 mujeres asesinadas desde 2003, que piensen en niños y niñas como el que asesinó su padre en Sueca o las niñas que su padre tiró al mar en Canarias, pero sobre todo que piensen que sin estos juzgados la cifra podría haberse duplicado. Hay una estadística muy importante, que no sale en las encuestas porque es imposible de determinar, que es la de las vidas que hemos salvado. No olvidemos que la gran mayoría de mujeres asesinadas no habían denunciado.

P: Según su experiencia, ¿la lucha contra la violencia de género está siendo efectiva?

R: No todo lo que quisiéramos, pero mucho más de lo que dicen los negacionistas. Cada mujer asesinada es un fracaso, desde luego. Pero hay que pensar en todas esas que salieron de esta pesadilla porque se decidieron a denunciar, y todas las que están siendo protegidas de sus maltratadores. Aun queda camino, pero hemos avanzado, sin duda.

P: En el último 8M hubo dos manifestaciones claramente diferenciadas. ¿Está fracturado el feminismo? ¿Da alas esa fractura al machismo?

R: En mi opinión, por desgracia, sí. Me duele mucho ver cuentas de redes sociales de feministas que dedican más tiempo a criticar la ley trans que a la lucha contra el machismo. No quiero decir con esto que esté de acuerdo con el contenido íntegro de esa ley, pero creo que más de una vez se dispersan las fuerzas y las dianas, y entre esa dispersión se abren brechas por las que se cuela el machismo. Y, por supuesto, me producen la misma tristeza vengan del lado del feminismo que vengan.

P: ¿Qué opina sobre lo dicho por el YouTuber que explicaba en tono de broma cómo sus amigos se llevaban a mujeres borrachas y drogadas?

R: No tengo palabras para decir lo que opino. O, mejor dicho, sí las tengo, pero serían demasiado fuertes y malsonantes puestas negro sobre blanco. Me parece lamentable todo, desde el mensaje hasta el tono, y más aun cuando este tipo tiene su público entre gente muy joven. Sin embargo, con estas cosas siempre pienso si no estaremos incurriendo en el efecto Streisand y dando más publicidad de la que merece el individuo, produciendo el efecto contrario al que pretendemos.