La disfemia, conocida popularmente como tartamudez, afecta, aproximadamente, al 10-11% de la población en edad preescolar. Ya en la etapa escolar, este porcentaje se reduce hasta el 4-5%, y en la vida adulta al 1%.

Se trata de un trastorno que afecta a la fluidez del habla y se caracteriza por interrupciones involuntarias, repetición y/o prolongación de sonidos o sílabas y tensión muscular en la cara y el cuello al hablar. “En grados severos, esto puede generar conductas de evitación, frustración y miedo, principalmente al hablar en público”, subrayan la Dra. María Nuño (médico rehabilitador) y María Sánchez (logopeda) ambas trabajadoras del Hospital Universitario General de Villalba, perteneciente a la red sanitaria pública de la Comunidad de Madrid.

Intervenir de forma precoz es fundamental a la hora de minimizar la repercusión que este trastorno puede generar a lo largo de las diferentes etapas del desarrollo, advierten. "Cuando hablamos de una tartamudez establecida, sobre todo en la adolescencia y la edad adulta, es frecuente que ya exista repercusión a nivel emocional y psicológico, afectando a las relaciones sociales y laborales de estos sujetos", apunta la Dra. Nuño.

De ahí que sea tan importante dar a conocer este trastorno, sus diferentes tipologías, las causas y el tratamiento; y concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de un diagnóstico e intervención tempranas.

Causas

En lo que respecta a las causas de la tartamudez, su origen es multifactorial. “Se combinan factores ambientales, lingüísticos y psicológicos, entre otros”, explican las expertas. “Las situaciones familiares desfavorables, la sobreprotección, hechos traumáticos como la separación de los padres o el nacimiento de un hermano generan estrés en el niño y pueden desencadenar estos trastornos”, añade.

No obstante, existe también un componente genético. “Los hijos de padres tartamudos, sobre todo si son varones y si es la madre la que padece el trastorno, tienen hasta tres veces más posibilidades de desarrollarlo en la infancia”, indican, recalcando que esto no implica que todos los hijos de padres tartamudos vayan a desarrollar “irremediablemente” este trastorno.

Por otro lado, hay distintos tipos de disfemia. En algunas ocasiones, el problema sólo se desencadena en situaciones concretas que generan ansiedad (como hablar con desconocidos o hacer una exposición en público) y que cede cuando “desaparece el factor estresor”, apunta la logopeda.

Y están también lo que se conoce como “disfemias secundarias a alteraciones estructurales a nivel del sistema nervioso central”, “mucho menos frecuentes y de peor pronóstico”, precisan.

Síntomas

Si detectamos cualquier alteración de la fluidez en el habla de nuestros hijos (disfluencia) es importante consultar con un especialista.

“Las disfluencias evolutivas son comunes en niños que están aprendiendo a hablar y en el 80% de los casos remitirán de forma espontánea", apunta la especialista.

Pero es importante recibir orientación al respecto para diferenciar, si se trata de una disfluencia evolutiva, de pronóstico favorable y que habitualmente no precisará de una intervención directa, o de una tartamudez temprana, en la que conviene intervenir de forma precoz, insisten las profesionales del Hospital Universitario General de Villalba.

La importancia de la detección temprana

“Entre los 3 y los 6 años hacemos una valoración para detectar estos niños de riesgo”, relata la logopeda María Sánchez. “Si nos encontramos frente a una tartamudez límite, hacemos una terapia prescriptiva, dirigida especialmente a los padres, para facilitarles información y consejos de actuación como reducir condiciones ambientales que pueden actuar como estresores de la fluidez, respetar los turnos de palabra, manejar las disfluencias correctamente, etc”, cuenta.

Cuando ya hay una tartamudez establecida, sin embargo, “realizamos una terapia integral con el objetivo de mejorar la fluidez, prevenir las conductas de evitación y controlar el miedo y la ansiedad", relata.

Cuando la tartamudez afecta a un adulto, los problemas ya son más severos, dado que se asocia con frecuencia a dificultades en las relaciones sociales, personales y laborales, lo que evidencia la necesidad de actuar a tiempo.

Ante la duda, consultar

Es importante que los padres "no se queden con la duda", afirma esta especialista y que “consulten, tanto en el colegio como en Atención Primaria, para considerar la derivación a un especialista”.

Otro de los aspectos que puede llamar la atención de los progenitores es que se produzca un cambio de comportamiento en niños previamente sociables que se vuelven más retraídos, se encierran en sí mismos o se frustran al hablar, aunque no lo exterioricen.

“Si esto ocurre, debemos acudir a un especialista para realizar una evaluación completa y valorar la necesidad de tratamiento específico”, insisten desde este centro hospitalario madrileño. Esto permitirá poner a disposición de los padres y los niños recursos y estrategias para empezar a trabajar en casa, al tiempo que se planifica, por parte de los profesionales, la intervención más adecuada, con el objetivo de mejorar las dificultades y minimizar su repercusión.

“La tartamudez no desaparece, pero su detección precoz e intervención temprana ayudarán mucho al paciente a controlar un habla más fluida con una velocidad y un ritmo adecuados y ausente de esfuerzo articulatorio”, remarcan las especialistas. “De este modo, se consigue reducir la aparición de conductas asociadas, producidas por los intentos de no tartamudear, que hacen que el paciente se sienta incómodo y le generan ansiedad por inseguridad a la hora de hablar”, añaden.

Visibilizar y normalizar el problema

La tartamudez ha sido durante décadas un estigma. Sin embargo, en los últimos años, gracias al trabajo de profesionales, profesores, familias y asociaciones, se ha logrado que deje de serlo y se visibilice.

“Una persona tartamuda no tiene por qué asociar ningún trastorno psicopatológico o un coeficiente intelectual por debajo de la media”, remarcan estas expertas. “Son personas normales que simplemente tienen una forma diferente de hablar”, aseveran. No se trata de un trastorno sin tratamiento o solución, puede controlarse y manejarse y, en muchos casos, desde edades tempranas y desde el propio centro escolar.

Normalizar el problema “facilita a los padres el acceso a la información y, por tanto, tranquilidad para afrontar la situación”, indican, recordando que son los progenitores los que deben informar al colegio y a la familia para que el tratamiento y las estrategias se puedan aplicar en todos los ámbitos y se facilite la integración del niño”.

Es importante ser comprensivos con las personas con tartamudez y ayudarlas en la fase inicial del lenguaje, dándoles tiempo para hablar sin cortar ni completar sus frases y hablándoles de forma clara y sencilla”.

Más de 20 profesionales

El Servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario General de Villalba está formado por un total de 25 profesionales: cuatro médicos rehabilitadores, 15 fisioterapeutas, 2 logopedas, 2 dos terapeutas ocupacionales y 2 TCAE.

Son especialistas en diversas áreas, entre las que se destacan Traumatología-Aparato Locomotor, Logofoniatría, Rehabilitación-deglución, Rehabilitación Infantil, Neurorrehabilitación, Rehabilitación del Suelo Pélvico, Rehabilitación Vestibular, linfedema, Rehabilitación Cardio-Respiratoria e intervencionismo.