El riesgo de pobreza infantil anclada ha aumentado el 36,3 % en los hogares donde solo trabaja uno de los padres. Es una de las conclusiones del monográfico 'Objetivo: paliar la pobreza infantil', publicado por el Observatorio Social de ”la Caixa” y elaborado por Sara Ayllón, investigadora del Departamento de Economía de la Universidad de Girona. La autora destaca la estrecha relación entre pobreza infantil y mercado de trabajo, y no solo como consecuencia de la crisis económica.

Casi tres de cada 10 niños vive en España bajo el umbral de la pobreza

España tiene en la actualidad una de las tasas de pobreza infantil más elevadas de Europa. Tomando como referencia la pobreza relativa (indicador que considera a aquellos que viven en hogares con rentas inferiores al 60 % de la renta mediana equivalente), la tasa era alta ya en 2008 (26,9 %), y alcanzó su máximo en 2014 (30,2 %), bajando ligeramente después a medida que crecía la economía hasta establecerse en torno al 29%. En 2018 bajó al 26,6 %, pero está por ver si esta tendencia persiste en el futuro.

Los datos de pobreza anclada tampoco invitan al optimismo. Entre 2008 y 2014, se incrementó en 12 puntos porcentuales entre la población infantil, del 26,9 al 38,9 %. Al igual que sucedió con la pobreza relativa, a partir de la mejora de la situación económica general, ha mejorado, pero sigue estando por encima de la de 2008: un 29,9 % en 2018.

Concentrar las ayudas monetarias en la infancia es tres veces más eficaz para combatir la pobreza infantil que canalizarlas hacia toda la población en función de su nivel de renta

El monográfico incluye el estudio 'Las transferencias a la infancia como mejor método para luchar contra la pobreza infantil', de Elena Bárcena, M. Carmen Blanco y Salvador Pérez, investigadores de la Universidad de Málaga. Según este informe, concentrar las ayudas monetarias en la infancia es tres veces más eficaz para combatir la pobreza infantil que canalizarlas hacia toda la población en función de su nivel de renta.

Los autores estiman que un incremento del 1 % en el gasto en transferencias condicionadas a la renta, como por ejemplo los subsidios de desempleo, reduce la probabilidad de que un menor esté en riesgo de pobreza entre el 2 y el 2,3 %. En cambio, si se incrementa el mismo porcentaje en el gasto destinado únicamente a la infancia, como puede ser la prestación por nacimiento y cuidado de un menor, esa probabilidad disminuye entre el 5,7 y el 6 %. Los autores destacan que estas diferencias se mantienen independientemente de la fase del ciclo económico analizado (2012 o 2016).

En 2016 nuestro país apenas destinaba el 3,3 % del total de transferencias a la infancia, frente al 9 % de la media europea

En términos relativos, en 2016 nuestro país apenas destinaba el 3,3 % del total de transferencias a la infancia, frente al 9 % de la media europea. Este dato sitúa a España en uno de los cinco países por la cola en la Unión Europea en este tipo de ayudas a la infancia.

La cuantía de las transferencias infantiles es escasa, pero además estas ayudas tienen un impacto reducido. Los datos sugieren que España es uno de los países europeos que menos reducen la tasa de riesgo de pobreza infantil mediante el conjunto de ayudas monetarias.

Como expone el informe, la reducción de la pobreza infantil gracias a estas ayudas fue mayor en 2012 que en 2016, lo que refleja la especial importancia del efecto amortiguador de las transferencias durante la recesión. Sin embargo, a pesar del mayor impacto en 2012, fue precisamente en el periodo de crisis cuando España redujo más en términos relativos la cantidad destinada a ayudas monetarias a la infancia.

Según los autores, Austria, Dinamarca, Suecia y Alemania tienen un gasto social más elevado y cuentan con ayudas universales de protección a la infancia, como por ejemplo la prestación por hijo, que benefician a una población más amplia y tienden a ser más generosas, lo que genera un considerable apoyo social y, por lo tanto, un menor riesgo de sufrir recortes en épocas de austeridad.