Unas 164.000 personas han llegado a Grecia en lo que llevamos de año, según datos de ACNUR. Sus planes truncados de continuar viaje hacia Europa han provocado que un buen número de ellos – cerca de 60.000- se hayan quedado atrapados entre las fronteras cerradas del norte y el mar que les separa de sus países de origen y hacia el que no quieren ni girar las cabezas.

Algunos son ubicados en campamentos gestionados por ACNUR y ONGs como el conocido de Idomeni, Katiskas o el que existía hasta hace poco en el puerto del Pireo. 

Sin embargo, muchos de ellos –entre 4.000 y 8.000 personas, han terminado recalando en lo que se conoce como Squats. Se trata de centros ocupados, generalmente edificios públicos no utilizados del centro de Atenas, como escuelas, aunque también hoteles o edificios abandonados. La iniciativa de ocuparlos ha partido de movimientos civiles y activistas del espectro de la izquierda griega, apoyados en una importante red de voluntarios locales y extranjeros, principalmente españoles. Estos centros, unos 8 o 10 en la actualidad, alojan a entre 300 y 400 personas cada uno, procedentes principalmente de Siria, aunque también de otras zonas de conflicto como Afganistán, Irán, Iraq. Es difícil concretar cifras exactas ya que la situación alegal de estos centros hace que no sean definitivos. Este mismo fin de semana, uno de los más recientes, Hospital, ha tenido que ser desalojado y sus habitantes, junto a sus pertenencias, trasladados a uno nuevo en una noche.

A finales de 2015

Los Squats, que comenzaron a surgir a finales de 2015, han proliferado esta primavera y constituyen estructuras autónomas auto-organizadas. No solo suponen un techo a las familias refugiadas, sino que además intentan ser un espacio de relación y de actividades desde clases de idiomas –inglés, alemán o español.

Voluntarias clasificando ropa en el almacén de Elenikos. (Foto. Beatriz Romanos)

La 5ª Escuela, Jazmin, Notara, City Plaza, Hotel Oniro, Hospital, Freedom… son los nombres de algunos de estos centros, que los refugiados conocen de memoria antes incluso de pisar suelo ateniense. City Plaza suele ser el más deseado, ya que se trata de un hotel en el centro de la ciudad, cuyas instalaciones habían sido reformadas en 2004, justo antes de que la crisis se llevara su actividad por delante. Sin embargo, aplica una estricta política de números clausus “para garantizar la calidad de la asistencia que se presta allí”, explica Nikos, miembro de SETKI una de las organizaciones que lo promueve.

Nikos, es un veterano en el campo de la cooperación con inmigrantes y refugiados. “Empezamos con el centro en 1997. Entonces los que venían eran europeos del Este, albaneses, polacos, personas de la ex-Yugoslavia, etc. Ahora vienen principalmente de Siria, Afganistán o Irak. Intentamos estudiar caso por caso, y dar preferencia a las familias más vulnerables. Pero nuestras capacidades son limitadas”.

De escuela a squat

La 5ª Escuela es un edificio de cuatro plantas que ocupa media manzana del barrio de Exarchia, un barrio popular en el centro de la capital helena. Lo que fueron las aulas se han convertido en “apartamentos” para los refugiados. Sábanas y colchas colgadas hacen las veces de tabiques para separar unas familias de otras y obtener algo de privacidad. Los niños de todas las edades, corretean libremente por los pasillos y las escaleras. El patio, da acceso a una pequeña aula originariamente reservada para las actividades de los pequeños. Aunque ahora, debido a la saturación del centro, ha tenido que utilizarse también como alojamiento temporal de una familia.

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Tras las canastas de baloncesto, una pequeña cocina, que gestionan un grupo de voluntarios, sirve de almacén. Frente a la puerta, han debido ubicar los enormes fogones en los que preparar 400 raciones de comida. Pasta, garbanzos, ensaladas… Nuestra visita coincide con la fiesta del Eid al-Adha, así que ese día, no falta algo de cordero en el menú. También los niños pueden disfrutar de un pequeño teatrillo, y no deja de respirarse cierto ambiente festivo. Un breve paréntesis, en el tedioso devenir de sus jornadas. Cuando no hay una perspectiva de vida en el horizonte, los días en los squats resultan interminables. 

Mohamed es uno de los habitantes de la 5ª Escuela. Lleva siete meses en Grecia. Antes estudiaba filología inglesa en la universidad y tenía previsto dedicarse a la enseñanza. Ahora piensa que quizá en España tenga una oportunidad de retomar su vida donde la dejó. Pero los trámites son largos “llevo mucho tiempo esperando por la vía legal. Ya no sé qué hacer, solo me queda una alternativa…” Mohamed se refiere a la vía clandestina a través de los traficantes de personas que ofrecen el soñado pasaporte a Europa por unos 2.500€.

Los squats se mantienen en una especie de limbo legal. No son oficiales y no reciben asistencia del gobierno o de las grandes ONGs para su mantenimiento. El abastecimiento de alimentos, ropa, artículos de higiene, etc. depende de donaciones privadas y de la colaboración de organizaciones de voluntarios como SOS Refugiados, que realiza periódicas campañas de donación desde España.

Pabellón de los JJOO de 2004

Esta ayuda, se concentra en un almacén improvisado que ocupa lo que en un momento fue el flamante pabellón de baloncesto durante los JJOO de 2004, Ellenikos, hasta ahora también clausurado. Voluntarios griegos gestionan este almacén, reciben los cargamentos, los clasifican y preparan para servir a los centros de refugiados. Cuenta para ello, con la ayuda de voluntarios de todos los países que de forma continua se acercan allí. “El verano ha sido muy positivo. Había días que teníamos a cerca de 100 personas colaborando en diversas tareas. Sobre todo españoles”, explica Katerina, alma mater Ellenikos. “Hoy en cambio, somos apenas diez. No sabemos qué pasará ahora que llega el invierno”.

Momento de la entrevista de Beatriz Romanos a Nikos, voluntario del SETKI.

Además de la captación de donaciones y envío de material y alimentos, voluntarios independientes colaboradores de la organización SOS Refugiados, han conseguido organizar un sistema de reparto. Una cadena de solidaridad en la que los cooperantes alquilan con sus propios medios una furgoneta  que recorre las calles de Atenas tres, cuatro y hasta cinco veces al día, cargada de alimentos, artículos de higiene, etc. “Esta semana una de las cosas que más ilusión nos hizo fue un pedido de 80 carteras escolares. Eso significaba que los niños comenzaban la escuela. Fue una gran alegría”, explica Sandra, que junto con su marido, Jesús, acaba de concluir un turno de 2 semanas al frente de la furgoneta. Ellos han trasladado el testigo a Emilio y Carlos, que se han estrenado cargando tres palés completos de melocotones que habían llegado sin previo aviso a Ellenikos. “Vamos a adelantar el alquiler al sábado para poder trabajar el fin de semana. De lo contrario se echarán a perder y es una pena.” Carlos sabe bien lo que dice, viene de Fraga, donde se dedica al cultivo de frutales. De momento, esta cadena está garantizada para las próximas 4 semanas. Después, quién sabe.

Los voluntarios, fundamentales

La red de voluntarios es fundamental para la supervivencia de los squats.  En algunos, es mayor el peso de los voluntarios locales. En otros, son principalmente extranjeros los que impulsan el funcionamiento de los centros. Jazmin es un ejemplo.  Mercedes, Carlota, Raquel, son algunas de las voluntarias de Voluntart que estos días recalan en esta antigua escuela. Mercedes puede considerarse ya veterana, tras más de dos meses “arrimando el hombro en lo que se puede. Ahora mismo nuestra prioridad es conseguir la vacunación de los niños y su escolarización.”

Algunos squats consiguen incluir a sus niños en el sistema público griego. Todo depende de su status legal. Otros, son redirigidos a “colegios oficiosos” organizados también por la red de voluntariado. El objetivo es que estos niños, que en ocasiones llevan años sin pisar una escuela, recuperen o al menos, no sigan perdiendo el hilo de una educación que puede suponer su oportunidad para un futuro más esperanzador.

El gran reto ahora, es conseguir la continuidad de esta red de voluntariado.

Como afirma Nikos “sin los voluntarios los squats no serían posibles. Y sin los sqats, esta gente estaría en la calle.”