El pasado domingo, Jordi Évole entrevistó en La Sexta al Papa Francisco. Fue una entrevista corta, que parecía no estar pactada con anterioridad, lo que consiguió una sensación de espontaneidad. Se percibía cierta complicidad entre ambos y quedó claro que fue posible la conversación gracias a una entrevista anterior; a que ya conocía a Évole.

Cuesta imaginar a alguno de los antecesores de Francisco concediendo entrevistas tan cercanas. Quizás podemos suponer que sí lo hubiera hecho Juan Pablo I, pero lamentablemente, no hubo tiempo.

Entre las mayores virtudes del Papa Francisco está la de tener los pies sobre la tierra, está de la realidad cotidiana y no encorseta su discurso. Por eso, la entrevista pudo recorrer el tema de los sin techo, de las mujeres explotadas, de los trabajadores sanitarios, de la limpieza, del transporte, etc. Por supuesto, el tema principal fue la pandemia de COVID-19, el drama que éste provoca, y el encierro al que nos tiene confinados.

El Papa siempre genera un titular. Esta vez dejó una frase para la historia. Cuando Évole le dijo que él no presidía de una multinacional, que no sabía de las penurias que iba a pasar ahora, que la producción había desaparecido, el Papa respondió: “Puede ser que no las sepa, pero sé las penurias que va a pasar el empleado, el operario, la operaria, la empleada, que tú vas a despedir”.

Este Papa real, que pone en valor a “los santos de la puerta de al lado”, sean creyentes o no, recuerda la figura del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, (Tarancón al paredón). Él fue la pesadilla del franquismo agónico, así como Francisco, en Argentina, cuando era provincial de los jesuitas, se plantaba una y otra vez ante el dictador Jorge Rafael Videla para exigir la liberación de los sacerdotes de su congregación, que habían sido secuestrados y torturados por el régimen.

Ese hecho recuerda mucho a Tarancón, cuando intentó interceder ante Arias Navarro para que no mandaran al exilio al obispo de Bilbao, Antonio Añoveros. Ni uno ni otro tuvieron éxito, pero ambos se jugaron el tipo en tiempos muy difíciles.

Tarancón fue una figura de conciliación en el tardo franquismo. Eran tiempos de Pablo VI, que apoyaba sin ambages la separación de la Iglesia del régimen franquista. Cuando comenzó la Transición, mientras Tarancón se convertía en un personaje clave, Francisco (Bergoglio, entonces) organizaba clandestinamente la huida hacia Brasil de opositores perseguidos por la dictadura. A uno y otro lado del océano, había dos sacerdotes que estaban del lado de la gente común.

Francisco hoy sigue de ese mismo lado. Un Papa que no se olvida de dónde viene, que así como en sus orígenes iba a trabajar para la gente de las chabolas, hoy encarga el via crucis del Viernes Santo a los presos de la cárcel de Padua. Los que no quieren ver al actual Papa como figura de conciliación son los que añoran una Iglesia sectaria. Pero Francisco es el papa humano. Tan humano que reconoció ante Évole que incluso había tenido crisis de fe, y que hasta, en épocas lejanas, había dudado de la existencia de Dios.

La Iglesia está en buenas manos.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com