Sara descuelga el teléfono más tranquila después de muchos días de angustia. De no haber acordado el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Sigüenza (Guadalajara)  suspender "de manera inmediata" la entrega de su sobrina, la pequeña de cuatro años tendría que haberse ido a finales de julio con un padre al que no conoce y que solo la reconoció cuando hace dos años falleció su madre en un accidente de tráfico. La pesadilla, sin embargo, no ha terminado. Es más "empieza ahora", reconoce a ELPLURAL.COM.

De forma "provisional" y "en exclusiva", se le ha otrogado la guardia y custodia al hermano mayor de la pequeña, con el que vive junto a su abuelo y sus tías, aunque el padre tiene la patria potestad y puede tomar decisiones en el ámbito escolar, sanitario y administrativo.

El auto de la Sección Civil y de Instrucción del Tribunal de Instancia de Sigüenza número 1 contempla que se lleve a cabo un régimen de visitas y comunicación del progenitor con la menor con el fin de ir creando un vínculo paternal. No establece tiempos, pero sí exige colaboración activa por ambas partes, de él y de la familia materna. Esta última está dispuesta a hacer todo lo que sea necesario. Tienen un prioridad clara y única: el bienestar de la pequeña. Pero están aterrados porque les es imposible confiar en el hombre que durante tanto tiempo maltrató a su hermana. 

Ella lo denunció en varias ocasiones y se le impuso una orden de alejamiento, pero ahora este factor no parece tenerse en cuenta. "Ya embarazada mi hermana tuvo que venirse a casa por las cosas que le hacía", recuerda Sara, que se pregunta cómo alguien puede tratar de es modo a una persona que lleva a un niño en el vientre. Todavía guarda audios del infierno que tuvo que pasar su hermana y no puede borrarlos de su cabeza. Pero como tantas veces pasa con las víctimas, le perdonó, volvió a Barcelona, donde estaban sus hijos, y continuó el horror. "Unas veces le decía que la niña no era suya, otras la amenazaba con quitársela", rememora la tía de la menor. 

El hermano mayor recuerda todo aquello y se angustia pensando que tendrá que asistir a las mediaciones entre su hermana y la persona que maltrataba a su madre. "¿Cómo se le puede hacer eso, no lo entiendo?, lamenta su tía, que explica que si un chico de 23 años en lugar de vivir su juventud está ejerciendo de padre es porque "sabe lo que hay" y no quiere dejar a la niña "en manos de ese señor". 

El auto recoge que los profesionales del Punto de Encuentro y de Servicios Sociales deberán realizar y remitir informes detallados sobre la evolución de la menor y la implicación activa de las partes, de la familia materna y del padre, así como que este tiene la obligación del pagar una pensión de alimentos para la pequeña. 

Interés económicos

Sara está convencida de que razones económicas motivan el interés del padre, "Yo lo tengo claro", defiende, recordando que ya "ha solicitado el atestado de mi hermana y ha pedido la indemnización que le corresponde a mi sobrina". La pequeña lleva los apellidos de su madre y él, en todo este tiempo, nunca ha solicitado cambiarlos. "No lo ha hecho porque entonces se le podría reclamar la pensión desde el nacimiento de la niña", sostiene. 

A ella le encantaría que la situación fuera otra. Que este hombre fuera "una persona normal", como ocurre con la hermana mediana, "que vive con su padre y a la que veo cuando quiero". "Todo sería más fácil y yo podría ejercer de tía y no de madre", enfatiza. Pero por desgracia no es así y la realidad es otra. Entre los especialistas hay distintas posturas sobre si un maltratador puede cambiar o no, o si  puede ser un buen padre. Sara tiene claro su pensamiento. 

"Nunca se ha preocupado por ella", insiste. "Cuando murió mi hermana fuimos a Barcelona a buscarles y al Juzgado y a Servicios Sociales a decir que nos llevábamos a una niña que no tenía ni madre ni padre. Nos dejaron traérnosla", narra Sara, que prosigue: "A los tres meses nos llegó una carta diciendo que era suya y que la reclamaba". Pero nunca llamó ni se preocupó. "No sabe nada de ella, si tiene alergias, qué le gusta comer, qué le da miedo", destaca su tía.

El primer encuentro que se celebró de los proyectados antes de la entrega que estaba fijada para julio no fue fructuoso. "Como le dijo que se iba a ir con él, ahora ella tiene miedo", cuenta Sara, que dice que "la niña no ha querido volverse a poner el vestido que llevaba aquel día y rechaza los juguetes que él le regaló. Hasta ha vuelto a hacerse pis en la cama", reconoce.

Por todo ello, suplica "que se mire todo muy poco a poco y muy bien", porque este es "un lobo con piel de cordero". "Nos han dicho que si la cosa va mal, que luego la reclamemos, pero, en qué cabeza cabe, quiíen piensa en mi sobrina, que tiene que llegar a una casa extraña con un extraño?, se pregunta. Sara sabe que separar a la pequeña de su hermano es una barbaridad. "Ya estaban muy unidos, pero desde que murió mi hermana se ha aferrado todavía más a él, como si fuera lo único que le queda de ella", precisa, incidiendo que la menor "todavía está pasando el duelo y nombra mucho a su madre". A su juicio, si el padre pensara realmente en su hija "sabría que eso no es bueno para ella". Pese a todo, asevera, "hay que intentarlo y veremos qué va pasando".  

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