Amparo González-Ferrer es politóloga y socióloga en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde estudia e investiga los movimientos migratorios y conoce de primera mano las cifras oficiales sobre cuántas personas llegan a España, cuántas la abandonan, quiénes se quedan y quiénes están de paso. Ahora que los dos presidentes de los partidos de derechas corren a las vallas de Ceuta y Melilla para alertar contra unos peligros de la inmigración que no parecían existir el año pasado, ElPlural.com se ha puesto en contacto con ella, para ver si, con los datos en la mano, está justificado tanto alarmismo

A González, lo primero que le llama la atención es la abundancia de cifras -reales e inventadas- en los mensajes contra la inmigración: "Hablar de números, sin más, genera miedo y deshumaniza a los emigrantes, cuando son seres humanos que vienen a España tratando de mejorar su vida y buscando seguridad".

Y el efecto de estos mensajes, en sí, no sería tan grave si no fuese porque el efecto de las mentiras es acumulativo y contribuye, según la socióloga, a un "relato deshumanizado". González Ferrer recuerda que, en pleno apogeo de la crisis humanitaria en Siria, el Gobierno de Mariano Rajoy ignoró absolutamente las cuestiones relacionadas con los derechos humanos y trató a los refugiados sirios como si fueran inmigrantes por razones económicas, por lo que ni se llegaban a considerar las peticiones de asilo y refugio.

La paradoja de Casado

Con respecto a las cifras aportadas por los políticos, la investigadora se muestra perpleja: "Casado dice que hay millones de personas queriendo traspasar nuestras fronteras pero la verdad es que en una década no ha llegado más de medio millón", explica. 

"Entonces, ¿qué quiere decir con eso? Porque si eso fuera verdad tendríamos un sistema de control de fronteras sin fallos; y si nuestro sistema no tiene fallos, ¿de qué se queja?". Y el verdadero problema no es tanto de seguridad en las fronteras como el que no se ha creado realmente un sistema de acogida que se pueda gestionar a los recién llegados. "No sabemos dónde ponerlos", dice la investigadora granadina. 

Además, comenta González, gran cantidad de estudios realizados en diferentes países -incluida España- muestran que la inmigración siempre aporta a los Estados receptores más de lo que reciben. "Otra cosa" -matiza- "es que luego el Estado no redistribuya bien", por lo que los beneficios económicos derivados de los inmigrantes no terminen repercutiendo en el resto de ciudadanos. 

No somos xenófobos, de momento

La científica comenta cómo durante los peores años de la crisis económica, países que no lo pasaron tan mal como España vieron un aumento de sus niveles de xenofobia, mientras que en nuestro país los picos de preocupación (el último fue en 2006) por la inmigracion son escasos y desaparecen con bastante rapidez.

Amparo González cree que eso se debe a que "los dos grandes partidos han tratado el tema con responsibilidad y hasta ahora no han querido politizar la inmigración". Aún así, advierte, aunque España y Portugal son países muy tolerantes y bastante impermeables al racismo y la xenofobia, siempre corremos el riesgo de que "los mensajes xebófobos prendan y aumenten los niveles de rechazo a los extranjeros".

Y sin embargo, según los datos globales, la xenofobia en el mundo tiende a descender, pese a mensajes como los de Trump, Salvini u Orban, ¿seguiremos la tendencia global o sufriremos el contagio del populismo xenófobo? "Quién sabe", dice González, "espero que sigamos siendo imunes, ojalá".