Son dos de las competiciones que más dinero mueven en el mundo y las que más aficionados congregan, incluso fuera de las fronteras estadounidenses. El fútbol americano y el baloncesto se han convertido en el muñeco de pimpampum de Donald Trump. “Que saquen a ese hijo de puta del terreno de juego. Estás despedido…”, exclamó el presidente de los Estados Unidos el pasado 22 de septiembre durante un mítin.

Trump se refería a las protestas de los jugadores de la NFL que se arrodillaban cuando sonaba el himno del país en señal de protesta por las políticas raciales del ‘dueño’ de la Casa Blanca. Colin Kaepernick fue un ejemplo de ello y Aaron Rodgers, quarterback de los Green Bay Packers, reconoció que su colega está en el paro por cuestiones racistas.

Las reacciones ante las palabras del presidente no se han hecho esperar dentro de la Liga, con algunos jugadores hincando la rodilla cuando sonaba el himno nacional como protesta ante la nueva metedura de pata dialéctica de Trump. Aunque también hay jugadores que han respetado el himno, como Alejandro Villanueva – español y jugador de los Pittsburg Steelers -.

Un mal enemigo

Desde el punto de vista político, Trump ha señalado a personas que la población considera auténticos ídolos. Y es que el fútbol americano es a los estadounidenses lo que el fútbol – soccer – es para el resto del planeta; una religión. Amén de ser una fábrica de héroes. El presidente se ha echado encima a la totalidad de una liga que, por cierto, está compuesta por un gran número de personas de raza negra. Incluso se trata de una de las competiciones deportivas más lucrativas del mundo, por encima incluso del fútbol europeo y del béisbol.

Unas palabras que le pueden salir caras a Donald Trump a medio o largo plazo, pues la pasión que despierta el deporte en el aficionado es superlativa y la popularidad del presidente no es que esté por las nubes. Además, ha visto cómo los jugadores que hincan la rodilla durante la interpretación del himno han recibido infinidad de apoyos y no sólo desde la propia organización que rige el fútbol americano, sino de otros estamentos de la sociedad y entidades de otro de los deportes preferidos del pueblo americano: el baloncesto.

NBA vs Trump

La NBA, otra de las ligas más rentables y lucrativas del mundo del deporte. Un auténtico cúmulo de superestrellas – en su mayoría de raza negra – transformados en ídolos de masas y en el espejo donde los jóvenes han de mirarse. Otra entidad a la que Trump ha cabreado, empezando por Adam Silver – Comisionado de la NBA y cabeza visible de la liga -. Ha declarado que se siente “orgulloso” de la postura que han adoptado “nuestros jugadores” ante las declaraciones de Donald Trump.

Al Comisionado de la liga, le han seguido jugadores como LeBron James, Stephen Curry, Kevin Durant y exjugadores y leyendas como Michael Jordan y Kobe Bryant. Todos ellos han salido al paso de las duras palabras del presidente para atizarle.

Incluso, por primera vez en la historia, el campeón de la NBA no ofrecerá el título al presidente en la Casa Blanca. ¿Por qué? Porque Stephen Curry – jugador de los Golden State Warriors y actuales campeones – afeó las declaraciones del presidente asegurando que “eso no lo hacen los líderes”. Acto seguido y a través de su plataforma favorita (Twitter), President Trump retiró la invitación a la Casa Blanca a los Golden State Warriors.

Con lo que parecía que no contara, es que los ‘colegas’ de Curry han salido en su defensa, incluso su archienemigo en los últimos años. LeBron James calificó de “golfo” y “sinvergüenza” a Donald Trump. “Ahora me afecta todavía más porque está utilizando el deporte para dividirnos”, aseguraba King James a través de un vídeo. Además, mostró su apoyo absoluto a los jugadores de la NFL a los que Trump calificaba como “hijos de puta”.

Por su parte, Michael Jordan y Kobe Bryant también siguieron la línea de Curry y compañía, aunque el mito de Los Angeles Lakers fue algo más allá y acusó a Donald Trump de ser un “presidente que inspira disensión y odio”. El exjugador de los Chicago Bulls, en declaraciones a  Charlotte Observer, se limitó a hacer una defensa de los derechos y a recordar que hay que trabajar juntos para “unirnos” y no “para desunir” a la sociedad.