El pasado 22 de marzo, el Defensor del Pueblo recogía en su informe anual el fin de las actuaciones, tras comunicar el gobierno de la Comunidad de Madrid que no consideraba "posible abrir un procedimiento sancionador" contra el obispado de Alcalá de Henares por las terapias contra la homosexualidad.

Y es que tal y como desveló en 2018 ElPlural.comJuan Antonio Reig Pla, el polémico obispo de la cuna de Cervantes que en su día saltó a la fama por crear las “brigadas callejeras en favor de la virginidad”, es una de las personas que con más ahínco promueve en España este tipo de 'tratamientos' para curar la homosexualidad.

Tal es así que, por entonces, en la página web que la jerarquía católica destinaba al arzobispado de Alcalá de Henares, Reig Pla ofrecía a sus fieles toda una serie de consejos para “superar las dificultades personales” y dejar atrás la homosexualidad, animando a hacer uso de “las ciencias psicológicas, sociológicas y médicas”. Asimismo, el obispo homófobo insistía a los padres que visualizasen en sus descendientes “alguna manifestación de comportamiento homosexual” la “importancia de la detención precoz” de lo que el calificaba como “desviaciones”.

Varios años después de la polémica, Iván León ha publicado Oh, ¡Feliz culpa!, un duro libro en el que, de forma inédita, se ofrece el primer testimonio, no solo sobre las mal denominadas "terapias de conversión", sino también sobre las heridas que estas dejan en las personas que han acudido a ellas.

Según cuenta, la idea del libro le empezó a barruntar en la cabeza durante el confinamiento. "No había tenido tiempo para pensar lo que me había pasado. Al estar en casa empecé a pensar. El estar tanto tiempo en casa te acaba removiendo y no del todo bien. Tras hablar con un profe de la carrera que me marcó muchísimo comencé a escribir", relata a ElPlural.com.

Portada Oh, feliz culpa

Preguntado por su relación con Alcalá, no duda en defender las bondades de la ciudad: "Los alcalaínos somos de las pocas personas de la Comunidad de Madrid las cuales no somos de Madrid, somos de Alcalá. Nosotros tenemos la casa de Cervantes, porque somos Patrimonio de la Humanidad, porque tenemos las rosquillas, porque tenemos no sé qué. Sí que es verdad que nosotros tenemos mucha relación con lo que es la ciudad, puedes tenerlo todo, no hace falta ir a Madrid. Eso te permite quedarte ahí y tener ese orgullo chico".

Sin embargo, todo se tuerce cuando tiene que enfrentarse al pasado marcado por la Diócesis de Alcalá y sus prácticas contra la homosexualidad. "Cuando yo constituyo allí lo que es mi vida en relación a la Diócesis de Alcalá es algo más complejo. Al salir de allí por lo que me ocurrió sí me siento un poco expulsado. Nadie me ha dicho que no vuelva más, pero uno sabe dónde no está cómodo. Me siento huérfano. Ese pequeño simbolismo sobre lo que yo me he constituido ahora me resulta complicado. Siempre hay algo que me acaba diciendo que este no es mi lugar", relata.

Me dijeron que había gays que egresaban en seminarios y que por eso había abusos en la Iglesia

Y es que durante varios meses, Iván León acudió a las mencionadas terapias que se ofrecían desde la Iglesia para 'sanar' homosexuales. "Hay gente que me ha dicho que yo no he hecho el itinerario completo y que no sé lo que es. Y es verdad, yo vi a esa mujer cuatro o cinco veces. Yo conviví con este discurso porque era vox populi en la Diócesis de Alcalá, pero una de las principales cosas que se tienen que saber es que no es como la gente se lo puede imaginar. No hay ni electroshock, ni medicamentos ni nada por el estilo", contextualiza.

"Es más complejo, te reúnes con una persona para charlar de un tema que a ti te puede llegar a preocupar en un momento dado y te lo comes con patatas. No tiene ningún síntoma evidente, es todo muy discreto. Tú te reúnes con una persona que te incorpora un relato, como una psicología apisonadora. Aquí te dan un discurso y te dicen que lo tienes que asumir", añade.

"Es un discurso que se contradice", apunta el autor. "Tienen una biología bastante existencialista. Pasan a confundir la identidad con el rol de género. No es que sea hombre, sino que además tengo que actuar como tal. Una de las cosas que recuerdo comentar era la relación con las actividades de tipo físico. No fue en estos términos, pero básicamente era: '¿Te gusta leer? Pues eres maricón ¿Te gusta pintar? Pues eres maricón'. ¿Qué tenemos que hacer aparte de pegarnos golpes y cazar una buena mujer que nos haga la cena?", recuerda sobre las sesiones a las que acudió.

Es todo muy discreto. Tú te reúnes con una persona que te incorpora un relato, como una psicología apisonadora.

También se demonizaba la 'vida gay' que, según decían desde la Diócesis, vivía la población LGTB: "Todo se basaba en un señor que en teoría se había curado. Por cierto, un señor un tanto extravagante en su forma de comportarse y que siempre estaba solo porque nadie se le acercaba. Sabías que aunque te curaras y lo hiceras bien, eso era lo que te esperaba. Y además, pintaban la vida de una persona gay como activismo, orgías y querer matar a todas las familias del mundo. Yo la verdad es que hoy he tenido un día aburrido. Me le levantado a las seis, he trabajado hasta las seis de la tarde y he hecho poco más en el día de hoy. Me han timado con esto", ironiza.

"Salí de estas terapias cuando esta mujer me dijo que ser sacerdote era una de las cosas que requerían a priori actividades muy masculinas, donde no tenías que estar con una mujer y era un foco de atracción para los homosexuales", recuerda.

"Así, como todos estos homosexuales habían egresado en los seminarios, teníamos los problemas de abuso sexual en la Iglesia. Luego se dedicó a ir detallando presuntas conexiones entre la homosexualidad y la pederastia que me hicieron estallar. En ese momento había algo que no me terminaba de cuadrar. Yo no sabía qué hacía allí. Yo no iba por el tema de mi orientación sexual porque hasta los 18 fui una patata sexualmente hablando. Y además era muy agresiva", cuenta León sobre las formas en  que se desarrollaban las terapias.

Además, no solo se enseñaba a no ser homosexual, sino que, incluso, se impartían clases sobre cómo ser una buena mujer: "A mí no me hablaron mucho de las mujeres, pero todo el discurso era sobre la feminidad más clásica. Ellas tenían que estar al cuidado, ser delicadas, entregadas...".

"En la mente de estas personas se puede ser homosexual por tres motivos: por un gran abuso o trastorno en la infancia, que no se haya desarrollado la masculinidad o por moda. Una vez sales de esta parcelita, vale todo y puede pasar cualquier cosa. Que establezcan estas categorías implica que todo lo que se salga de esa heterosexualidad estricta es degradación moral. Lo que nosotros podemos considerar como no legítimo como la pederastia, ellos tienen el límite en la heterosexualidad y todo lo demás va al mismo saco", añade.

"Todavía me cuesta decir la palabra 'novio'"

Con el paso de los años, Iván León hace balance de lo ocurrido. "Yo fui allí, lo intentaron y el efecto fue bastante limitado", bromea antes de hablar de cómo le ha afectado el paso del tiempo.

"A lo largo del tiempo es un relato que yo acabé comprando en cierto modo. Quiero decir, yo salgo de la Diócesis de Alcalá y me tengo que enfrentar a interrelacionarme con un montón de personas de las cuales me han dicho que no son buenas, con las que, en teoría tengo, que mantener una serie de relaciones sentimentales, sociales y sexuales. Y claro, yo parto de una desconfianza tremenda. Esta gente me habían dicho que buscaban aprovecharse y abusar de mí", comenta.

Desde ese momento, tuvo que empezar de cero: "La primera vez que yo tuve algo con un chico fue horrible. No te fías en ningún plano. Estás esperando a que pase algo malo y si pasase algo malo eres capaz de racionalizarlo y normalizarlo. Es lo que toca. Poco a poco te vas dando cuenta, a razón de conocer a mucha gente, de que no hay más maldad ni más bondad que la que te puedes encontrar en cualquier lugar".

Tal es la situación que vivió, que, incluso, le cuesta hablar de su pareja en según qué términos: "A día de hoy la palabra novio... ¡Uf! Me causa dificultad. Yo por ejemplo a mi pareja le llamo 'mi marido' habitualmente. No estamos casados, pero me cuesta menos porque es una palabra que como ellos no concebían tengo limpia".

En el plano religioso, indica haber vivido una "redención": "En un plano religioso es verdad que te expulsa de muchos lugares en los que tú habitabas y en los que confiabas. Yo puedo seguir creyendo y compartiendo la base moral y dogmática, pero, de repente, estás inhabilitado porque estas conspirando contra ellos. Al salir tienes que desaprender de golpe, porque te han quitado el pilar. Nadie lo va a decir y lo van a negar siempre, pero te han quitado la redención. Ya no eres parte de eso".

Oh, ¡Feliz culpa! se puede adquirir en la Librería Berkana.

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