Sergio, el presunto asesino de Dana Leonte, la mujer de 31 años desparecida en Arena (Málaga), cometió cuatro errores fundamentales que cobran peso en la investigación y desmienten la coartada de su expareja de que la desaparición fue voluntaria.

La joven rumana, que llevaba 14 años en España y vivía con Sergio y su hija nacida en diciembre de 2018, desapareció el pasado 12 de junio en el municipio de Las Arenas, en Málaga. Unos meses después aparecieron huesos que podrían ser suyos. Su expareja, Sergio, fue detenido. Las cámaras de un cajero automático captaron las últimas imágenes de la joven cuando se disponía hacer dos recargas de teléfono móvil, una para ella y otra para la empleada del bar que regentaba.

La primera llamada fue para denunciar la desaparición

Los investigadores dan valor a cuatro errores que habría cometido el único investigado hasta ahora: el 12 de junio, Sergio llamó al teléfono de emergencias para denunciar la desaparición de la mujer sin llamar antes a nadie más, ni al bar donde trabajaba Dana, ni a sus amigas ni a nadie de su familia, según adelanta Nius.

Las declaraciones de la hija mayor sobre las botas

Sergio se llevó, al día siguiente, a dormir a su casa a su hija mayor, fruto de una relación anterior, de una manera calculada, según la investigación. La madre de la menor declaró a la Guardia Civil de que no era una práctica habitual en él. La niña, por su parte, dijo que había ido con su padre a un lugar donde se encontraban escondidas unas botas entre unos matojos.

Los dos jamones y el perro

El tercer detalle que llamó la atención de los investigadores fue que Sergio se llevó dos jamones del bar de Dana, que fueron vistos por los agentes el 15 de junio, tres días después de la desaparición, en la cocina del hombre.

El cuarto error cometido por Sergio fue intentar regalar el perro de Dana, un animal al que la joven tenía especial cariño, según declararon familiares de ella.

Según la investigación, Sergio golpeó con un palo de madera la cabeza de Dana y, tras quedar malherida, la envolvió en un edredón y la arrastró escaleras abajo en el domicilio familiar para meterla en su coche, trasladarla y ocultarla. En el palo se encontró un pelo humano de 39 centímetros que pertenece a la joven y unas manchas rojizas.