No me gustaría escribir esto. Y no me gustaría porque me horroriza que dos niñas hayan sido asesinadas, desde luego, pero también porque me gustaría no haber leído las reacciones que he leído. Una agresividad sin límites dirigida en la dirección equivocada.

Nada más sabíamos del hallazgo del cadáver de la pequeña Olivia, las redes se llenaban de homenajes variados: crespones negros, velas o cualquier otra cosa con la que transmitir nuestro dolor y nuestra solidaridad a esa madre y esa familia destrozada. Hasta ahí todo normal.

Una ilustradora, @madebycarol, hizo, como hace cada día con cualquier tema sensible, un dibujo alegórico como homenaje a esas dos niñas. El dibujo transmitía tanto que no tardó en atravesar el corazón de las redes y llegar hasta el de las personas más variadas. Famosos, políticos y medios de comunicación reproducían sin parar esa imagen de dos sirenitas que ella hizo. Y de pronto, salieron los jueces de todas las cosas, quienes se erigen en árbitros del bien y del mal para azotar a la sorprendida ilustradora como si fueran la mismísima Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas. Que le corten la cabeza.

¿Cómo es posible? Me pregunto en estado de estupefacción cómo puede haber tanta gente perdiendo su tiempo en disparar a alguien que no quiso sino hacer un homenaje en vez de hacerlo contra el asesino. Probablemente, mucha de esa gente no condena a diario la violencia de género como hace la ilustradora, ni dedique gran parte de su tiempo a usar sus lápices y papel en hacer cosas buenas como hace ella. Probablemente, muchos de esos no perderían un minuto de su tiempo en ir a las concentraciones contra esto asesinatos, o en ayudar a las víctimas de ningún modo. Pero da igual. Hay que ser el más agresivo, el más ingenioso, el más hiriente. Hay que hacer sangre.

Cuando a alguien no le gusta algo, no lo comparte, y punto. Gastar energías en lo contrario es retorcer las cosas, y escupir el veneno hacia el mensajero es errar el disparo, algo tan viejo como el mundo, Pero no solo eso. Hay argumentos absurdos. Decir que las niñas no eligieron ser sirenas es cierto, pero tampoco eligieron ser ángeles otros niños asesinados y así se representan como una metáfora y homenaje desde siempre, y nadie lo cuestiona. Y, por supuesto, decir a alguien que se aprovecha de lo ocurrido para sacar partido es como decir que lo hace el escritor que escribe sobre un tema de actualidad, el periodista que cuenta la noticia, el tertuliano que la comenta o el fotógrafo que ofrece imágenes. Y hasta el propio tuitero que ataca.

No voy a extenderme en la obra de esta persona, puesto que cualquiera que no tenga mala intención puede verla en Internet, pero sí me voy a extender en hablar de su corazón y sus buenas intenciones. Y ha llegado hasta a plantearse dejar de dibujar por el daño que unos cuantos inconscientes le han hecho llamándola cosas tan incomprensibles como “asesina”. El asesino, queridos usuarios y usuarias de redes y medios, es el padre de esas niñas, y la causa el machismo contra el que ella, a diferencia de muchos de los que la critican, lucha cada día.

Estoy orgullosa de haberla conocido, y me precio de su amistad, pero no es eso lo que me lleva a escribir estas líneas. Tampoco el hecho de que hayamos emprendido varios proyectos juntas. Lo que me hace escribir estas líneas es la profunda injusticia que se ha cometido con alguien que, como siempre hace, no quería más que compartir su dolor y hacer un homenaje a las víctimas.

Quizás si todas esas energías utilizadas en los insultos y las descalificaciones se utilizaran en la dirección adecuada, la condena al asesino y la lucha diaria contra estos crímenes, el mundo sería un lugar un poquito mejor.

Mientras, me sigo quedando con quienes aportan para lograrlo, como ella. Ojalá no tuviera más ocasiones de pintar cosas así, pero hasta que llegue ese momento, su homenaje es también el mío. Y el de todas esas personas que han compartido la imagen que pintó con tanto amor.