Recientemente descubrimos que la industria del azúcar llevaba 40 años falseando estudios científicos con el fin de colarnos su producto en cualquier alimento a toda costa. No escatimaron en gastos: sobornaron a los científicos con el fin de culpar a las grasas de las enfermedades cardiovasculares.

Esta canallada fue la gota que colmó el vaso para la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés). Tras varios años viviendo una crisis existencial en la nutrición de los terrícolas, cuya industria intenta sacar tajada a toda costa de consumidores que se preocupan por mantener una dieta que no les provoque cáncer u otras enfermededades, la FDA ha admitado que ya no tiene ni idea de qué significa el término "saludable" aplicado a la alimentación.

¿Qué significa saludable?

En 1994, la FDA decidió regular una palabra que comenzó a aparecer en los paquetes de alimentos de todo el país: saludable. En esos momentos, la grasa era la mayor fuente de combustible para los norteamericanos, por lo que la etiqueta de sanos iba referida únicamente a alimentos bajos en grasa. El azúcar se hizo el muerto y nadie se fijó en él, máxime cuando las batas de un montón de científicos estaban llenas de dólares para silenciar su culpabilidad. Ahora, a medida que nos hemos ido enterando de todo lo malo que el azúcar puede hacer a nuestro cerebro o a nuestro organismo, la FDA se ha quedado atascada pensando en cómo encontrar una solución alternativa.

La FDA ha admitado que ya no tiene ni idea de qué significa el término "saludable" aplicado a la alimentación.

Por ello, la organización hizo un llamamiento hace unas semanas con el fin de que usuarios y expertos les enviasen comentarios e información que les permitiese redefinir el término. En el caso de Estados Unidos, está autorizado poner la etiqueta de saludable a cualquier alimento que cumpla varios criterios generales, como mantener en niveles bajos el colesterol o las famosas grasas saturadas.

El problema viene en que se han dado cuenta de que sus estándares han sido excesivamente permisivos, lo que ha creado una confusión absoluta en los consumidores. De hecho, han llegado a la conclusión de que la palabra saludable, según están las cosas, es más falsa que una noticia de Eduardo Inda.

Según Pat Crawford, director del Instituto de Políticas sobre Nutrición (NPI, por sus siglas en inglés), las directrices establecidas no tienen en cuenta la escasez de fitonutrientes en los alimentos procesados. Es más, averiguar qué cantidad de estos nutrientes es la deseable, es realmente complicado: "Cuando se procesan productos y afirman que son sanos, el grado de "saludable" depende de la dieta total". 

Si buscamos en la RAE, saludable es definido como: "Que sirve para conservar o restablecer la salud corporal". Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS, por sus siglas en inglés) define "salud" como "un estado completo de bienestar físico, mental y social que no solo está referido a la ausencia de afecciones o enfermedades". Pero, como reconoce Jason Czarnecki, profesor de derecho ambiental, esto es muy relativo: "lo que es saludable para usted puede que no sea saludable para mi". Y si no, que le pregunten a un celíaco.

Una sucia estrategia de marketing

El problema es que mucha gente confía en la industria alimenticia con los ojos cerrados. Tanto que ni leen las etiquetas de los productos que consumen. Si lo hicieran, verían como incluso unas judías verdes en lata o la hamburgesa de vacuno del súper tienen azúcar entre sus ingredientes. 

Pero la palabra saludable no solo se ha convertido en una estrategia de marketing, sino que tiene un gran potencial para el abuso pseudocientífico. "En el momento que se pone una etiqueta reivindicativa con esta palabra, se abre la veda para ser utilizado con fines lucrativos", explica a Popular Science Christopher Gardner, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford. Una razón de peso para que los nutricionistas se inclinen a eliminar el término de cualquier alimento. No hay nada que venda más que "sano" o "natural". Es más, varios estudios científicos afirman que nuestro cerebro nos engaña cuando consumimos estos productos, ya que pensar que el animal ha vivido feliz en una granja y bien cuidado, nos lleva a disfrutar más del alimento. Increíble... pero cierto.

Por suerte, parece que la FDA está decidida a acabar con este conflicto que tanto daña a la sociedad y tanto enriquece a algunos de los villanos sin escrúpulos que nos facilitan los alimentos. Pretende redefinir totalmente la calidad nutritiva de la dieta de los norteamericanos para dentro de una década. Uno de las claves para empezar con buen pie la estrategia, sería revisar el etiquetado de los productos, así como elaborar fichas nutricionales más útiles.