Cuando el comisario José Manuel Villarejo inició su campaña para tratar de salir de la cárcel a golpe de grabaciones escandalosas, quiso hacerlo por todo lo grande, usando una conversación entre él mismo, el expresidente de Telefónica -y amigo de Aznar- Juan Villalonga y la empresaria Corinna Larsen, en la que discutían acerca de presuentas gestiones del patrimonio del rey Juan Carlos de dudosa legalidad. Larsen lanzó entonces un dolido comunicado en el que decìa sentirse atacada, pero no aclaraba su papel en esa grabación, ni defendía o desmentía la veracidad de los temas que se trataban en ella. 

Pese al dolido comunicado de Larsen, que reside en Mónaco, quien realmente sufrió el golpe a su imagen fue el rey emérito, cuya reputación ya no es lo que era según se acerca el 40º aniversario de la Constitución, de cuyo nacimiento el monarca emérito fue uno de los principales artífices. Ahora, mientras se acerca la jornada donde Juan Carlos tendrá su papel conmemorando la llegada del primer texto constitucional democrático tras la II República, Corinna Larsen ha decidido volver a los focos. 

Primero en la presentación de una marca de jerséis de lana de lujo y luego posando en Instagram en una gala de premios al cine ruso. Usando, por supuesto, el apellido de uno de sus exmaridos que pertenece a la extinta nobleza alemana. ¿Obedece esta vuelta a la vida pública -aunque en actos de tercera división- a algún intento de prolongar su rentable relación con España? ¿Traslada alguna clase de mensaje? Lo que está claro es que no puede llegar en un momento más inoportuno para el emérito Juan Carlos.